El conflicto con las papeleras bloqueó una importante operación de exportación
La operación se rescindió ante la decisión de la Aduana de “suspender” la operación con fundamentos de una resolución de protección del medio ambiente. Prear había puesto en marcha inversiones y estimaba tomar más de 100 personas para concretarlos. El bajo perfil de la compañía, las relaciones de sumisión y temor de importantes empresas con el Estado colaboraron para que nadie tome nota de las consecuencias que este episodio significa. Para el municipio, la pérdida de fuentes de trabajo pasó inadvertida.
La preocupación por la contaminación que provocarán las papeleras uruguayas desembarca en nuestra zona primero, con la inquietud que generan industrias del mismo tenor en nuestro ambiente sin que nadie, concejales, diputados o funcionarios hayan ido más allá de alguna expresión de deseo.
Ahora, que se conoce la frustración del negocio de Prear que se trasladaría geométricamente a un impacto sobre la mano de obra del sector, brota todo, pero solo investigando se pueden encontrar algunas respuestas parciales, que no siempre son completas. A considerar por la reacción pública de la empresa de Pretensados que funciona en Río Tala, perder una operación de 3 millones de dólares es deprimente pero no contundente. “Son los avatares de las relaciones con el Estado” dicen, aceptando que al mismo contratante de la mayor cantidad de obras que sostienen a la empresa durante su existencia no se puede cuestionar porque ahora, por cuestiones políticas, bloquea un negocio importante.
Desde hace varios meses, según reconoció el gerente de Prear San Pedro, se estaban haciendo tratativas para una exportación escalonada de estructuras que entre su costo real y el flete demandaban un gasto de 2.7 millones de dólares. Hubo viajes a Finlandia (de donde es una de las empresas que llegan a Uruguay), capacitación y compra de tecnología. Se cubren, diciendo que todo esto servirá para otros proyectos pero en la práctica fue una inversión previa esperando este negocio en el que al menos participaban otras tres de capitales argentinos.
La operación de exportación iba a realizarse, como otras, a través de la Aduana de San Pedro y según comentaron fuentes confiables, la última parecida había sido en 2003 con un despachante local y sin ningún problema. “Una exportación de este tipo no es un trámite de un solo día y puede demorar varios meses” confiaron. En la Aduana de San Pedro, con autoridades muy aferradas a la línea que baja de superiores y al respeto a ultranza de los códigos y procedimientos internos, se tomó con sorpresa la pregunta local sobre el tema. “En otras ciudades esto pasa todos los días y nadie se entera”. La mediatizada resistencia nacional contra las papeleras le dio a esta noticia una relevancia insospechada y algunos aún perdiéndose la oportunidad de hacer el negocio le reconocen sentido a la medida ordenada por el gobierno, creyendo que así se evitará que el proyecto siga adelante. El Gerente de Prear, Ing. Luis Salvatore, reconoció en sus únicas expresiones públicas que hace algunas semanas estaban un poco más impactados pero que ahora no les queda otra que esperar la sucesión de acontecimientos. La reacción del gobierno municipal fue pasiva o nula. Desde el gobierno municipal, con una Dirección de la Producción volcada a la organización de eventos más cercanos a lo “cultural” o “comercial”, el tema no ha sido considerado. Y en los planos mayores tampoco, tal vez presuponiendo que es poco lo que se puede hacer ante un tema que se resuelve en otros ámbitos o directamente ignorando todo lo atinente a esta importante operación. El verbo “acompañar” no parece ser conjugado muy a menudo en este tipo de casos. Prear además, no demostró una preocupación muy manifiesta por esta ausencia del Estado Municipal y al mismo tiempo fuentes confiables indicaron que las declaraciones y exposición pública que tuvo el tema en los últimos días no son bienvenidas. Esto se demuestra en el hermetismo contundente del despachante local que respondió confirmando el pedido expreso de la empresa de no hablar con la prensa sobre el tema y se potencia con las declaraciones del titular de la Aduana quien puso esmero en salvar el procedimiento institucional correspondiente quitándole cualquier tipo de costado sospechoso al tratamiento de la noticia que, en apariencia, sólo es llamativa para quienes “no entienden del tema”.
El sindicato
“Estamos muy preocupados porque se pierde el trabajo de más de 100 compañeros pero en estos temas no podemos hacer nada más que acompañar hasta donde nos dejen”, comentó Ariel Ansaloni Delegado Regional de UOCRA. Consultado sobre el tema dijo también que el bajo perfil de la empresa no deja margen para pensar en movilizaciones o medidas más enérgicas y que es difícil oponerse a una medida así, aún cuando “desde este lado nosotros perdemos mucho también y nos quedamos sin una buena opción para contrarrestar el hambre de la gente”.
Ansaloni se mostró preocupado y dijo que se han movido contactos políticos de todo tipo para consultar hasta donde esta decisión quedaba firme, pero sin conseguir respuestas. También deslizó que la postura del gobierno podría haber sido otra si el gobernador de Entre Ríos conseguía que las fábricas se instalaran en la provincia cuando lo intentaron.
La exportación se iba a realizar en “embarques escalonados” con un plazo total de 6 meses (de trabajo pleno) y tenía previsto salir desde la Aduana de San Pedro, pasar por Gualeguaychú hasta las costas de Fray Bentos.
El impacto
Unas pocas líneas como un detalle más sobre la noticia central que desde hace meses repiquetea en los medios, colocaron el nombre de una empresa conocida en San Pedro dentro de una historia que hasta ahora sólo generaba inquietudes ambientales por analogía.
La instalación de las papeleras europeas que ya se construyen en Fray Bentos, sobre la costa del Río Uruguay y ante la mirada de los vecinos de la turística ciudad entrerriana Gualeguaychú, ha merecido en lo que va de este año una resistencia popular poco frecuente. La gente, con muchas razones, está molesta por la llegada de estas plantas que como otras papeleras, necesitan un río en el que arrojar sus desechos, aún cuando se comprometan a hacerlo de la manera menos agresiva posible.
Lo que no saben o no reconocen muchos vecinos de Entre Ríos es que el propio gobernador que hoy los arenga, estuvo dispuesto a recibir estas instalaciones en suelo entrerriano hace algunos años y que, según se cuenta, espantaron a las inversiones con las condiciones que suelen exigirse en Argentina a este tipo de emprendimientos.
Las empresas, lejos de quedarse con las ganas se fueron a Uruguay y allí se someten a controles internacionales similares a los que cruzan en otras partes del mundo, y avanzarán con independencia de lo que piense la sociedad Argentina y los bloqueos que les impongan.
El disfraz de la verdad
Cuando se anunció la noticia, la decisión estaba tomada. En algunas notas se planteó que esta decisión se amparaba en “la facultad del servicio aduanero de protección del medio ambiente y la salud humana”. En otras se apuntó a “razones técnicas vinculadas a la clasificación arancelaria, a la valoración asignada al producto y a la modalidad declarada ante la Aduana”.
La resistencia entrerriana tiene muchos argumentos pero varía entre el agite político y la profunda convicción ambientalista de muchos de los vecinos que ven en las papeleras sobre el Río Uruguay una amenaza. La contaminación a las aguas por la técnica que utilizarían para el procesamiento de celulosa es el eje del rechazo. El mismo procedimiento o similares se utilizan en la Unión Europea. Para determinar si se cumple o no con los patrones exigidos hay una comisión ambientalista trabajando, mientras, el pueblo entrerriano está alerta.
El pueblo sampedrino, creyendo en todo lo que escucha, desmovilizado y descreído perdió una fuente de trabajo y espera una próxima oportunidad.
Las papeleras siempre contaminan
Buscar en Internet información sobre las empresas que promueven el proyecto en Uruguay puede llevar a conclusiones apresuradas, a favor o en contra. Nadie puede decir que los efluentes de una empresa que elabora pasta celulósica son manantiales de agua bendita, pero las estadísticas y los datos técnicos pueden ser usados para defender o condenar cualquier proceso. En San Pedro, desde Papel Prensa se salió rápidamente al cruce de cualquier inquietud ante el tratamiento local en un medio masivo de algunas dudas que hasta ahora se quedaban solo en el comentario. El Ingeniero Scarabino, responsable del tratamiento ambiental de la planta planteó explicaciones que se sustentan en la diferencia de los procesos que se aplican para lograr los productos, indicando que en San Pedro, Papel Prensa no utiliza las mismas sustancias químicas que emplearán las papeleras del Grupo ENCE en Uruguay y que igualmente tampoco aquellas provocan una contaminación que haga suponer epidemias. Con Papel Prensa quedó pendiente un informe especial que pronto ocupará páginas centrales en La Opinión. Los detractores dicen que los países avanzados planifican “la erradicación de las plantas de celulosa y su mudanza hacia países menos cuidadosos de su medio ambiente”. Los que están a favor dicen que allí algunos lamentan que la inversión se haga tan lejos.