El cómplice y quien “guardó” a Branto Ayala siguen sin aparecer
No hubo avances para identificar y apresar a quien ofreció refugio al acusado de asesinar al agente Nelson Lillo. Branto Ayala ya está en Sierra Chica y Pablo Morel, en el cementerio de Baradero. La hipótesis más fuerte es que la aparición de la Policía Local en la escena del asalto “fue un imprevisto” que complicó una salida segura.
Desde el mediodía del jueves 25 de enero y hasta el sábado 27, Roberto “Tito” Gerardo “el Zurdo” Branto Ayala fue asistido en un domicilio sampedrino. De eso no hay dudas.
Luego del asalto al camión repartidor de galletitas y con el botín en sus manos, Branto Ayala abandonó a su compañero Pablo Morel, abatido junto a la moto que los condujo hasta el supermercado de Oliveira Cézar y Rivadavia, y comenzó a correr en sentido a la calle Eugenio Arnaldo. Cuando llegó a esa esquina, con una visible herida en su pierna derecha, fue divisado por al menos dos personas que coincidieron días después en señalar que la foto de Nazareno Branto Correa –sobre quien pesaba un pedido de captura y que difundían los medios– no se condecía con el hombre que intentaba fugarse en medio del caos y la confusión que se generó en los pocos minutos que transcurrieron desde que apretó el gatillo y ejecutó a Lillo.
A duras penas aceleró el paso sobre Arnaldo, intentó abordar un Ford Focus blanco que transitaba por el lugar y que se subió a la vereda tratando de esquivarlo. “Ese es el que se salvó de milagro”, dijeron dos vecinos que observaron la maniobra que, arma en mano, intentó en su desesperación el delincuente cuando amenazó al conductor para intentar también subirse por el lateral izquierdo, hasta que vio a la moto “azul grande” que lo esperaba en la mismísima esquina de la Casa del Niño, frente al edificio del excorreo.
De allí en más, el dolor, la conmoción, la emergencia, los traslados al hospital, la desesperación y cierta negligencia conspiraron para no obtener datos precisos sobre ese hombre clave que cargó en su rodado al asesino para huir con destino desconocido.
Desconocido para la población, pero no para quienes están familiarizados con el mundillo de delatores y especialistas en golpes o atracos que requieren de cierta logística para cometerse.
Cincuenta y cinco horas
La causa que investiga el Fiscal Marcelo Manso tiene varios horizontes. El más agradable para él y para quienes trabajaban contra la urgencia de respuestas que reclamaba la sociedad y especialmente el gobierno, sin dudas, fue mostrar a uno de los delincuentes más famosos de la Argentina capturado por las fuerzas de seguridad y derivado al hospital donde permanecería casi seis días.
“Yo estaba en la habitación de al lado, mi marido no pudo entrar”, reveló una paciente que fue internada el martes de una semana que será difícil de olvidar, sobre todo para el personal del nosocomio, que tuvo que asistir al herido mientras esperaba su traslado a una unidad penal.
“Acá toda la noche fue un ida y vuelta, se escuchaban gritos y venían por el pasillo hasta la pieza de enfrente”, reveló la pareja de una mujer que llegó a la guardia de urgencia minutos antes del ingreso de Branto Ayala y que tuvo que permanecer en recuperación hasta el domingo al mediodía.
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“Este lamentable suceso de la muerte de este muchacho va a destapar una olla que va a largar mucho olor”.
Diego Jeanmarie, abogado patrocinante de Nazareno Branto
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Quienes accedieron a la habitación número ocho para practicarle curaciones, observar su evolución, realizar tareas de limpieza y proporcionar alimentos coinciden en señalar que el comportamiento de “el Zurdo” fue el de “un señor”. “Miraba fijo al techo, no decía una palabra”, ilustran y hasta sugieren que en algún momento logró “aflojar los tornillos” de la cama.
En fin, todas aquellas horas sirvieron para que no quede duda alguna sobre la detención y las prerrogativas con las que cuenta un preso con frondosos antecedentes a la hora de enfrentarse a una declaración a la que se negó y para la que ya cuenta con un abogado que ha comenzado a trabajar sobre los dos puntos más flojos de las pericias: no hay balas ni testigos del momento del asesinato. Podría “embarrar” la cancha y solicitar que se acredite de qué arma salió el disparo que provocó la muerte del agente.
Tal como se señaló, el arma que empuñaba “el Zurdo” todavía no apareció.
“Si yo soy ‘el Zurdo’ Branto, yo no me voy a entregar y voy a llevar para devolver la plata. La dejo y le digo al que me aguantó: ‘Alcanzásela a mi familia’. Por eso no creo que se entregó, lo traicionaron”, señalaron fuentes de la investigación cuando se les consultó sobre la posibilidad de una entrega pactada.
“Dónde quedó la otra parte de la plata y la pistola”, es la pregunta que por ahora tiene una sola respuesta: “En la casa de quien lo aguantó”. A la hora de preguntar por ese domicilio, se señala uno que ya fue blanco de vínculos con una banda de importantes tentáculos en la zona y con mucha cercanía a los secuestros y robos perpetrados en los tiempos de gloria de Branto Ayala. Cuando se mira el mapa de los allanamientos dispuestos para el mismo jueves y el viernes, hay manzanas que parecen haber escapado a la requisa. En una de ellas siempre hay estacionado un auto rojo en la puerta y allí le habrían dado cobijo a “ese hermano, ese compañero fiel, ese más que hermano, porque siempre paró ahí”.
El inconveniente
La foto que recorrió el país con la cara de Nazareno Branto Correa no parece ser un simple desliz. El hijo de “el Zurdo” estuvo preso en el marco de la causa en la que se investigó el asesinato de Juan Carlos Dumbsky, un agente del Servicio Penitenciario que fue fusilado en el minimercado El Torito de la ciudad de Baradero, cuando quiso impedir un robo.
Del mismo modo en que los allanamientos sirvieron para distraer las miradas hacia viviendas cuyos habitantes son el blanco perfecto para cualquier tipo de investigación, la orden de detención sobre Nazareno fue muy práctica, hasta que apareció un dato clave que fue proporcionado en una declaración de una testigo que no pudo reconocer al asesino al que había visto correr frente a sus narices en ninguna de las imágenes que le fueron proporcionadas. Con ese indicio se revisó nuevamente el material fílmico y se advirtió que la persona que huía no era un joven.
El jueves de la semana que pasó y ya sin que pese sobre sus espaldas un pedido de captura, llegó al Hospital Nazareno Branto Correa para someterse a una revisación médica en el Hospital. Su padre estaba en una cama en el otro extremo del edificio y, según el abogado Diego Jeanmarie, su cliente se vio perjudicado por la exposición que tuvo su representado durante varios días e incluso sugirió que intimaría a los medios de comunicación por calumnias e injurias.
Jeanmarie aceptó hablar con los periodistas de este semanario el sábado.
“Yo le digo que lamentablemente en esta causa al fiscal no le falta casi nada, quedan milímetros para tomar un vuelco que, la verdad, va ser inesperado”, dijo tras deslizar un razonamiento que lleva a la hipótesis más plausible.
“Este lamentable suceso de la muerte de este muchacho va a destapar una olla que va a largar mucho olor. Una asociación de personas con diferentes roles… Tras esto hay una organización. Hay una connivencia en determinados factores de diferentes estamentos, en los cuales se facilitaba logística para cometer hechos delictivos con la cual, en un error de inteligencia, ocurre el lamentable hecho que ocurrió y por eso se intenta disuadir, desviar el eje de la investigación a un candidato, sospechoso natural, sobre el que nadie hubiera puesto en duda su participación”, aseveró.
Con ese concepto, el abogado dejó en claro cuál fue el “inconveniente”. No se trataba de un improvisado a la hora de armar un plan para un robo. Necesitaba de protección en San Pedro y habría contado con la complicidad de otro ladrón al que todos califican en la condición de “ratero” y no de “profesional” como Branto. La aparición de los agentes locales fue un “contratiempo, un imprevisto” que no estaba calculado y, por eso, todo terminó tan mal.
La salida de los delincuentes estaba cubierta y protegida, no debía haber ni una gota de sangre. Llevarse el botín con astucia y pericia eran los objetivos hasta que llegaron Nelson Lillo y Laura Lencina.
La entrega
A las múltiples fisuras para el relato de la entrega se sumaron detalles que revelan como mínimo la connivencia entre un “entregador” y los investigadores. Amen del objetivo de capturar a un peligroso delincuente, la puesta en escena no resiste análisis, sobre todo si se toma en cuenta que el Fiscal esa tarde estaba en un lugar con gran concurrencia de público en Baradero.
Cuando la palabra “entrega” llegó al vocabulario periodístico no fueron pocos los que se ofendieron porque pretendían mostrar como trofeo de caza la detención de Branto Ayala. Sin embargo, “la entrega” refería a quien trasladó a “el Zurdo” hasta el camino rural a unos cinco kilómetros de distancia de la calle Lucio Mansilla. Esa persona que para muchos vecinos está identificada y es la misma que actuó como informante en otro resonante caso, fue la que protagonizó las negociaciones y combinó la llegada de un vehículo que se iba a ver sorprendido por una “persecución policial”.
Así de fácil parecía todo hasta que se conocieron los primeros informes oficiales y las piezas del rompecabezas no encajaban. Si caminando no había llegado, porque era imposible; si la persecución y el ruido de algunos disparos habían sido escuchados por vecinos de la zona rural y con la aparición de casi 20.000 pesos de los 56.000 robados, Branto Ayala confió en que su protector no iba a eludir la relación que los une desde hace muchos años cuando compartían anécdotas e historias de calabozo con otro personaje célebre: el Bomba Gallardo, hoy encarcelado junto a su mujer por tráfico y comercialización de drogas y con domicilio en Vuelta de Obligado.
A QUIÉN BUSCAMOS
A casi 14 días del asesinato de Nelson Lillo, los sampedrinos siguen sin saber quién es ni dónde vive quien refugió a Branto Ayala. Tampoco se sabe a quién ni si se busca a quien manejaba la moto que facilitó la huida del delincuente hasta el domicilio en el que le prestaron algunos cuidados a las dos heridas de bala que registraron los médicos de la guardia del hospital el sábado posterior al atraco. Es válido y legítimo preguntar si esa o esas personas cuentan con protección, tienen datos sobre las costumbres y la vida en San Pedro y Baradero. Si son los que proporcionan la logística a los delincuentes de fuste y qué conexiones tienen con las fuerzas de seguridad.
También se aguarda una comunicación oficial concreta, certera, precisa sobre todo lo acontecido incluidos los allanamientos en los que se secuestraron gasas sin usar y pervinox como posibles pruebas de la participación en el plan sin fisuras que trazaron Branto, Morel y sus necesarios cómplices sampedrinos. ¿Los están buscando?
De un banco a un supermercado
La pregunta más frecuente cuando se conoció que Branto Ayala era el responsable del asesinato fue “por qué vino a robar un supermercado”.
“Si el tipo fue a robar a un repartidor es porque está quebrado, fue un manotazo de ahogado, porque ya a los 56 años no está para eso. En vez de quedarse en la casa a disfrutar de la vida, sale a robar; y ya no le da cabida nadie para robar con él. Entonces sale a robar con este Morel. Pablo Morel es un ratero y ‘El Zurdo’ Branto, un profesional; pero ya de vuelta. Seguramente que no vino a matar él, se dio la circunstancia”, dijo un amigo que está muy cerca de los hermanos Nazareno y Sergio Ayala, los hijos de Claudia, la primera mujer del detenido, que está con algunos problemas de salud en Baradero.