El clan Puccio, contado por un vecino que conoció a uno de ellos en el CASI
Marcelo Facio vivía en Martínez y era dirigente del club de Rugby de San Isidro, cuya sede está a dos cuadras de la casa del horror donde los Puccio mantuvieron cautivas a sus víctimas hasta cobrar el rescate que pedían y luego matarlos. En el CASI conoció a Alejando Puccio, con quien vivió diversas historias y compartió una gira por Sudáfrica. Sus impresiones sobre la familia.
La “Pucciomanía” está instalada: una película taquillera con Guillermo Francella y Peter Lanzini; una serie con un gran elenco (en la que tendrá una participación el sampedrino Bruno Alcón) que se estrena hoy por Telefé; un libro que vende miles y miles de ejemplares; para conjugar entretenimiento y debate histórico político. El clan Puccio, la familia que secuestraba y asesinaba en los años 80, a la salida de la Dictadura y en plena recuperación democrática, es tema de charlas en todos lados. En San Pedro también. Tanto, que La Opinión encontró a un hombre que los conoció de cerca.
Marcelo Facio es oriundo de Martínez, partido de San Isidro. Exjugador de rugby y dirigente del Club Atlético San Isidro (CASI), conoció a los Puccio y compartió varias cosas con Alejandro, el hijo mayor de Arquímedes. En la cocina de su casa en nuestra ciudad, le contó a este semanario esa relación.
El vecino del clan Puccio vino a vivir a esta zona en 2005, cuando se hizo cargo del mítico almacén del paraje Beladrich, que dejó cuando se jubiló en 2011 y decidió mudarse a San Pedro para dedicar sus días al teatro y las actividades culturales que comparte junto a su hijo Marcos, que trabaja en una fábrica local y cada tanto despunta el vicio de radioapasionado con programas de rock, música de la que su hermano Luciano, el “Bochi”, es protagonista destacado como bajista de la reconocida banda Massacre.
Facio y Puccio, el vínculo
Marcelo Facio recuerda que hace 30 años, cuando el 23 de agosto de 1985 cayó el clan Puccio, estaba en el CASI. Asegura que fue “un despelote”. Que desde la puerta de la institución deportiva, ubicada a 200 metros de la casa del horror, donde la familia mantenía encerradas a sus víctimas en un sótano para cobrar rescate en dólares y luego asesinarlos a sangre fría, observaron el operativo policial.
“De golpe y porrazo en la casa de él, que estaba a 200 metros, se vio el quilombo, la policía, y él salió corriendo a ver qué pasaba. Dijo ‘soy el hijo’ y quedó adentro, no salió nunca más”, relató. Habla de Alejandro, el joven rugbier de 24 años involucrado en la banda de secuestradores.
Alejandro Puccio jugaba en el CASI y tenía futuro promisorio como deportista. Incluso, en aquellos años de explosión del deporte y de reconocimiento internacional de Los Pumas, integró el plantel de la selección argentina. En una dependencia de la casona de 25 de Mayo y Martín y Omar tenía un negocio de artículos deportivos náuticos.
“En principio todos nos solidarizamos con Alejandro, los que teníamos contacto permanente con él”, recordó Facio sobre lo que siguió a aquella jornada en la que la Policía y la Justicia dieron con el clan, que en ese momento tenía en el sótano a la empresaria Nélida Bollini de Prado, que había estado 32 días cautiva en la celda que el viejo Arquímedes mandó a construir en el sótano.
“Durante un año lo iban a visitar a la cárcel a diario, se turnaban, estaban todos con él, nadie le dio la espalda, tenía los abogados del CASI. Después no sé, evidentemente no pudo probar nada de que fuera inocente y quedó en cana”, dijo Facio.
En efecto, Alejandro Puccio fue detenido aquel 23 de agosto. A las tres semanas de su detención, cuando tenía que declarar en el Palacio de Justicia, se arrojó del quinto piso del edificio para caer sobre un puesto del vestíbulo de planta baja. Sobrevivió y fue condenado a reclusión perpetua. En 1997 fue beneficiado con el dos por uno y lo liberaron, pero al poco tiempo volvió a la cárcel. En 2008 murió.
Una gira por Sudáfrica
“Ese año en que ellos cayeron yo estaba mucho en el CASI”, recordó Marcelo Facio, quien compartió con el plantel de Primera división que integraba Alejandro Puccio un viaje a Sudáfrica, una de las sedes más importantes del rugby en el mundo.
“Había ido como delegado del club en esa gira a Sudáfrica. Yo jugué al rugby y estaba en la comisión, y fui a acompañar a los jugadores. Uno de ellos era Alejandro, que era un flor de pibe, por eso a mí me dolió mucho todo esto”, aseguró el vecino del clan, que ahora vive en San Pedro.
“Alejandro era un pibe muy sencillo. Vivía, y yo lo conocí bien, de su laburo. Tenía un negocio a dos cuadras del Casi, en la misma casa, era un negocio de cosas de náutica, se rebuscaba la vida”, contó.
Una anécdota de la gira sudafricana apoya la mirada de Facio sobre el hijo del jefe del clan, también acusado y condenado por aquellos crímenes: “En Sudáfrica vio que las tablas de surf valían la mitad que acá y se trajo entre 15 y 20, volvimos todos cada uno con una tabla bajo el brazo, el tipo hacía esas cosas para rebuscárselas, para ganarse el mango. Esa es la imagen que tengo”, señaló.
En aquellos años, el país que luego gobernó Nelson Mandela era repudiado en el plano internacional por la existencia del Apartheid, la segregación de los habitantes negros, mayoría en el país, sojuzgada por la dominación blanca. El CASI hizo la gira deportiva con el nombre “San Isidro 15”, para evitar sanciones. “Había que ir, allá se jugaba el mejor rugby que había. Nosotros fuimos a jugar diez partidos con equipos del interior de Sudáfrica. Se aprendía mucho, Los Pumas ya eran conocidos, había que ir a aprender con los mejores y Sudáfrica lo era”, indicó Facio y agregó que también vivieron “cosas terribles, como lo mal que trataban a los negros, un racismo terrible”.
El CASI de Alejandro Puccio salió campeón una semana después de que lo detuvieran, sin que él pudiera ser partícipe de los festejos de tamaño logro para el club.
Una familia no “muy normal”
La inmensa casona albergaba una familia que, para los ojos de Facio, atravesados por aquella experiencia de dirigente del CASI, a dos cuadras del horror pero sin saber nada hasta que explotó en los diarios, no era “muy normal”. Lo graficó así: “No era de esas que se juntan todos los días a comer”.
Sus dudas, como las de todos luego de las detenciones, siempre recayeron sobre el viejo Arquímedes. La participación de Alejandro, en cambio, es algo que no termina de digerir. No puede creer que ese mismo pibe que se llevaba tan bien con todos en el club haya estado involucrado en crímenes tan horrendos.
“En principio, cuando cayó preso, todos nos solidarizamos con Alejandro, los que teníamos contacto permanente con él. Yo no era amigo, pero nos veíamos siempre en el club. Era un flor de pibe, muy sano y deportista”, rememoró.
Facio recordó que en aquellos días de fines de agosto, la noticia causó un verdadero revuelo en San Isidro. “Nadie sospechaba nada. El viejo era un bicho raro, no lo conocía casi nadie, era muy introvertido. Al principio lo veíamos como un viejito que caminaba por la calle y barría la vereda”, indicó.
“Arquímedes era un viejito que iba a comprar el pan con la bolsita. Yo no lo traté mucho; sí al hijo, que venía al club y era uno más del grupo, y charlaba y nunca ni por las tapas se nos ocurrió, ya te digo que se la rebuscaba y la peleaba con ese negocito, no le sobraba un mango, y los secuestros esos hablaban de una cifra que era una guasada, y el pibe nunca demostró nada, ni autos ni nada, era un tipo común, no vivía mal pero no era una cosa del otro mundo exagerada, y estaba en actividad, no tirado panza arriba haciendo nada”, contó el hombre de Martínez que ahora es un sampedrino más.
Cronología Puccio
El 22 de julio de 1982 secuestraron a Ricardo Manoukian, rugbier del club Pueyrredón, de 24 años. Cobraron un rescate de 250 mil dólares y luego lo asesinaron a balazos.
El 5 de mayo de 1983 secuestraron al ingeniero Eduardo Aulet, jugador del San Isidro Club, de 25 años. Lo asesinaron tras cobrar un rescate de 100 mil dólares. Su cuerpo apareció en 1987.
El 22 de junio de 1984 intentaron secuestrar al empresario Emilio Naum, de 38 años. Se resistió y fue ultimado de un balazo en el pecho.
El 23 de agosto de 1985 la policía irrumpió en el domicilio del clan para rescatar a la empresaria Nélida Bollini de Prado, de 59 años, cautiva desde hacía 32 días en el sótano de la casona.
Arquímedes Puccio murió en 2013 en General Pico, La Pampa, donde en 2008 recibió libertad condicional. Preso, se recibió de abogado.
Alejandro murió en un hospital de Avellaneda en 2008, a los 49, tras estudiar psicología en la cárcel.