El Caserito: vivir entre balas y amenazas
Constantes amenazas y reiterados enfrentamientos armados terminaron con la paciencia de un grupo de vecinos que denunció a los presuntos responsables de reiterados hechos de violencia. El último ocurrió el feriado del 2 de abril, cuando un joven fue baleado en sus piernas. Armas, drogas, tiroteos y amenazas, forman parte de los expedientes que circulan por las oficinas de la Fiscalía Nº 7.
Creíamos que seguían los festejos por el partido de River, pero no, estaban baleando una casa”, relató una vecina del barrio El Caserito, que llegó hasta La Opinión, tal vez pidiendo ayuda, esa ayuda que aún no encontró por parte del estado local ni de la justicia.
Hablar de “El Caserito” como un “barrio conflictivo” es estigmatizante. Es generalizar sobre el accionar de apenas un grupo de delincuentes que asola las calles –a quienes no actúan en complicidad con ellos- y que usan a los más jóvenes, “los protegen”, a cambio de ciertos “servicios”. Sí, los protegen. ¿De qué?, quizá de ellos mismos.
La situación no es nueva, y no es la primera vez que se denuncia. Ya hay “jefe” o “comanda” en el barrio, y tiene quien haga el trabajo sucio, aunque la disputa por el control de la zona siga latente.
Denunciar con temor
Para los vecinos costó, y mucho, llegar hasta las oficinas de calle Mitre, cruzar las puertas de la Fiscalía y sentarse frente a los funcionarios judiciales. Contar “todo”, fue un desahogo que duró poco, porque pronto los invadió el temor a represalias si la justicia no actúa con rapidez.
Es lindero el peligro, y lo saben. Pero la vida de sus hijos, amigos y vecinos, que no están involucrados, es más importante.
La fotografía aportada a la causa (ver foto) da cuentas de la impunidad que tienen estos delincuentes para moverse por las calles del barrio. Uno camina con actitud amenazante, armado, mientras otro oculta otra pistola en la cintura, según el relato de quienes capturaron la imagen.
Todo ocurrió en medio de la calma y bajo las amenazantes nubes del feriado del 2 de abril, cerca de las 13.00. Un joven estaba sentado en la vereda de su casa, sobre calle Bozzano, cuando otros tres sujetos llegaron en motocicleta, extrajeron armas de fuego y uno de ellos caminó hacia él. Inmediatamente el joven desarmado comenzó a correr y varias detonaciones se escucharon a sus espaldas, dos disparos alcanzaron sus piernas.
Un vecino que circulaba por el lugar fue alcanzado por el herido, quien subió sobre su moto y éste lo trasladó hasta el Hospital. Las heridas fueron leves, según el criterio judicial, considerando que no produjeron lesiones que demandaran una recuperación mayor a los 30 días. Recibió el alta médica a las pocas horas, y abandonó el nosocomio, con la amenaza “de matar al gato ese”, que lo baleó.
Así se vive en un barrio signado por la violencia. Nada de hacer denuncias, nada de apelar a la intervención de la justicia, las “cosas” se arreglan a las trompadas o a los tiros, “a lo guapo” y “para mostrar quien manda”.
Las denuncias
Son varias y apuntan a lo mismo: drogas, armas, y pibes “para controlar al barrio”. Adolescentes, y no tanto, todos siguen a la misma persona. “El que era el capo, ahora está preso, quedó el hermano”, indicaron los mismos vecinos a este semanario.
Ante la fiscal señalaron dónde se guarda la droga, dónde ocultan las armas, quiénes se encargan de “limpiar” las escenas de los ataques –lamentablemente los más chicos, apenas niños, que terminan tomándolo como un juego- y quiénes son “las mulas”, y por qué lo hacen. “Son pibes, que, reciben droga y seguridad a cambio de hacer esto para ellos”, aseguraron.
Ahora será la justicia la que deba responder con el mismo coraje que tomaron los atemorizados vecinos, que luego de meses, quizás años, se atrevieron a iniciar la búsqueda de la paz para el lugar donde esperan, puedan criar y educar a sus hijos.