El carro de helados de Pototo descansa en “El Sueño del Tano”
Con sus dos flamantes gomas, la pintura original y hasta las cucharitas de madera, reposa el incansable rodado del hombre que sembró sonido de corneta por todos los barrios de San Pedro. Ayudado por su bastón Roberto Iturbe, compartió la sorpresa con La Opinión.
La familia Penduzzu colecciona la historia de la ciudad en su museo. Allí desde viejas radios, motos de todos los tiempos, muñecas con trajes típicos, llaves, propagandas, muebles, vitrinas, monedas, legados de familias y todo lo que puedan atesorar cobra vida cada vez que se los contempla. La vorágine de la retina se descoloca e invita a imaginar dónde, de quién y en qué lugar habitaron esos miles de objetos que acompañan el sentido de aquello que “El Tano” construyó con amor propio para lo ajeno.
Ahora, una sampedrina que evoca una remanida frase de Pototo (“Petisa te voy a meter en el tacho”), se esmeró junto a su marido para rendir homenaje a ese carro con vasijas de metal que llevaba casi siempre dulce de leche, vainilla, limón, frutilla y granizado. Se trata de Delia Calvo y Mario Penduzzu, el menor de los hermanos quien tardó meses en devolverle al triciclo su verdadera imagen.
La paleta original también forma parte del legado y las cucharitas de madera dispuestas entre las tapas completan el escenario que late apenas Pototo se acerca fatigado al carro que pedaleó durante décadas con helados o golosinas.
“Qué hacés acá”, pregunta el heladero apenas baja del auto y comienza con su rutina de relatar momentos complicados de su infancia de abandono y su simpleza de vida. Le cuesta retener el presente y entender que quienes estamos en el lugar sentimos emoción frente a su sola presencia.
“Le iban a hacer un monumento”, recuerda uno de los integrantes de la comitiva pero nunca se concretó pese a que el niño que lo propuso hoy ya es un joven con la decepción de haber entregado hasta el modelo a un municipio que demoró más de la cuenta en cumplir con su promesa.
CELEESTE Y BLANCO
El paso de los años no le impide acercarse a los colores brillantes que ahora exhibe el viejo triciclo. Se sienta en el banco que le proporciona el “Gallego” José Américo Otero y extiende la mano para posarla sobre la madera del frente. En la tapa levantada puede leerse: “POTOTO. Roberto Iturbe. 23 de Febrero de 1926. Legendario vendedor de helados de 1952. Durante 57 años recorrió todos los barrios de la ciudad causando la alegría de grandes y chicos con su reconocida corneta. Vendiendo helados y golosinas en invierno, Pototo no se hizo rico pero los chicos no se quedaban sin un rico helado aunque no tuvieran plata. Gracias Pototo. Hoy tu proverbial carrito descansa en el Museo del Tano provocando una sonrisa nostálgica y miles de anécdotas en cuatro generaciones de sampedrinos”. Tras la lectura dijo “le debo todo a Butti, él me dio el carro y me dijo por qué no vendés helados”. Y remata: “Pero, ¿Quién me ganó vendiendo helados a mí? Ninguno”.
“El Sueño del Tano” está momentáneamente cerrado al público. La salud no está acompañando a su mentor y mantenerlo no es fácil. Sin embargo cada sampedrino que quiera visitarlo puede ingresar y encontrar en el sector del museo el triciclo heladero que ahora restaurado a nuevo tiene domicilio fijo.
Nota: Lilí Berardi agradece a la familia Penduzzu la posibilidad de haber compartido tan emotivo momento.