El abuso sexual acecha tras la puerta
El caso de una familia víctima de un abusador que sigue en libertad por artilugios de su defensa. Las conductas perversas se expresan en todas las clases sociales y sus consecuencias resultan imborrables para las víctimas.
Ni el caso ni sus protagonistas serán develados. Esa es una gran ventaja para el abusador. Cuando se trata de niños y comunidades reducidas, la responsabilidad periodística y la Justicia deben proteger a las víctimas de una mayor estigmatización que la que ya han sufrido.
Aunque las pruebas abunden, los relatos sean repugnantes y los peritajes no arrojen dudas, sólo se puede castigar socialmente a quien en uso de su situación de poder somete a niñas a sus prácticas sexuales. En San Pedro, el índice varía de acuerdo a las denuncias y los denunciantes. Aunque en algunos casos, se haya transformado en una dulce venganza de personas despechadas, la estadística suma más silencios que gritos según sea el grupo de pertenencia de la víctima.
“¿Para que la voy a seguir?” se preguntan quienes pueden afrontar un tratamiento o pagar a un abogado. Saben que tarde o temprano tendrán que vivir y revivir una y otra vez el episodio que lo ha sumido en el oscuro mundo de los delitos aberrantes.
“Lo mato”, es la contratara del caso anterior. Justicia por mano propia, parece ser la única salvación ante las absurdas demoras que suelen tener los procesos judiciales o los estudios jurídicos que hacen de las impugnaciones o recusaciones, un negocio que no hace más que alentar las conductas de quien ya comienza a convencerse de que sus perversas conductas sexuales, pueden resistir algunos umbrales de tolerancia.
En este caso, el abusador está en libertad desde el primer día y sus víctimas han tenido que declarar en más de una oportunidad, siendo sometidas a reiteradas pruebas por exigencia de los abogados defensores del abusador.
Nos puede suceder
El caso que se ha ventilado en la Justicia y que hoy alimenta la indignación de los allegados a una familia que ve cómo la impunidad le gana la carrera a la lógica, es más que asombroso.
Un joven “políticamente correcto”, entabla relación con un grupo familiar compuesto por cuatro hijos y el matrimonio. Gana su confianza, estrecha su vínculo con uno de los miembros y “pasa a ser de la familia”.
“Hasta la llave le dí a este hijo de puta”, dice hoy resignado un miembro de la familia cuando ve cómo se demora la Justicia, mientras el mismo sujeto comienza a irrumpir en otro grupo familiar con la misma modalidad.
“Yo no sé si avisarle a esa familia lo que nos pasó a nosotros” dice con lágrimas en los ojos, mientras relata con prolija precisión el infierno que le ha tocado vivir.
Era tanta la confianza depositada en este sujeto que hoy no supera los 30 años que resultaba inadmisible para las víctimas emitir alguna señal de alerta que las apartara de tan terrible presente.
Una niña de apenas 5 años y otra de 9, se cuidaban entre ellas de no hacer comentarios ante los reiterados abusos a los que eran sometidas por este sujeto.
La causa que lleva como carátula XX sobre “abuso sexual con sometimiento gravemente ultrajante para las víctimas” indica que no caben dudas sobre las conductas del abusador que no sólo tenía estudios y un trabajo respetable, sino que además goza de buen concepto en el ámbito social donde se desenvuelve. “…En su forma de ser y comportarse se encuentra orientado en tiempo y espacio. Humor distímico, reticente al diálogo su actitud es huidiza y desafiante. Su relato es desafectivizado, disfunciones en la empatía. Hostilidad manifiesta”… Más adelante, los peritos concluyen… “consideran que presenta un cuadro psicopatológico compatible con el Trastorno de la Personalidad. Tiene capacidad para comprender la criminalidad de sus actos y dirigir sus acciones”. Con ese lenguaje se encubre que el hombre tenía por costumbre acercarse a su víctima de cinco años para introducirle sus dedos en la vagina o para tomar de rehén a la de 9, y manosearla hasta el cansancio convenciéndola de que todo se trataba de un juego.
A punto tal dominaba al grupo de las víctimas que en la descripción lo dibujaban como “respetuoso, trabajador y muy colaborador en las actividades hogareñas que hasta conocía las claves de la alarma”.
“Las dos menores desde sus 5 y 9 años, se acostumbraron a la presencia del denunciado en su casa ejerciendo una verdadera fascinación en los adultos, constituyéndose en un personaje agradable, simpático, servicial y atento con todos”.
Por fruto de la casualidad una de las niñas, sufrió una crisis tras observar una película y con ello abrió la puerta del horror. La perito que tuvo a su cargo la evaluación citó entre sus fundamentos, un texto del Psiquiatra y escritor, Jorge Barduy que dice… “es un adulto que pertenece a su círculo social y por lo tanto es conocido por la familia…”, “… para conquistar a los niños utilizan el cariño, la persuasión, la mentira o la presión psicológica. A diferencia de los abusadores sexuales que utilizan la violencia física, éstos se aprovechan de su posición de poder y de la confianza que “se ganan” de los padres, para crear un clima de familiaridad con ellos y las probables víctimas a quienes de una manera solapada y engañosa inducen a sus actividades sexuales…”. “El hecho de que el pedófilo abusador presente a su víctima sus comportamientos como formas naturales de relación adulto-niño y que se haga aceptar como miembro de su familia, aumenta la confusión de ésta y le impide denunciar lo que ocurre con rapidez, y cuando lo hace, se encuentra sumergido en la culpa y la vergüenza”.
Las víctimas
“Yo nunca iba a contar lo que me hacía, quién me iba a creer…” dice la mayor de las niñas. “Cuenta que XX la tocaba por debajo de la ropa, la abrazaba y la apoyaba de atrás. Quería besarla, se metía todo el tiempo en la habitación, se le tiraba encima, la apretaba y la manoseaba; en otra oportunidad entró al baño mientras se estaba duchando. El le pedía que lo tocara”.
La más chiquita siente dificultades para expresarse, pero de todos modos dice que “la tocaba por arriba y abajo, haciendo referencia a los pechos y la vagina, siempre por debajo de la ropa. Que era costumbre que entrara en su habitación y se acostara con ella, mientras la acariciaba y la besaba”.
En todos los tests, donde las niñas eran invitadas a dibujar, los protagonistas aparecían sin manos.
La situación que se prolongó por más de tres años, llevó a las niñas a tratamientos individuales y a múltiples actividades poco propias de personas de su edad.
El colmo de los colmos, se produjo cuando el padre del abusador intentó un acuerdo económico con el progenitor de las niñas para que “retirara la denuncia”.
Hoy por hoy
Este caso, que llama la atención por los artilugios que ha utilizado el estudio jurídico que patrocina al pedófilo, tiene una particularidad. El abusador jamás estuvo preso. Una oportuna eximición de prisión presentada ante el Juez de Garantías le permite hasta el día de hoy circular tranquilamente por cualquier rincón de la ciudad, pese a que es un secreto a voces su situación.
No sólo camina libremente, sino que la alarma llega cuando quien fue su denunciante lo ve ingresar a un hogar de similares características al suyo y teme por la suerte de esa familia que ahora pasa por la misma etapa que ellos vivieron cuando conocieron al “correcto” joven.
Su pesadilla hoy pasa por evitar que siga perpetrando conductas perversas, más allá de entender que el daño letal que produjo en su grupo familiar hoy sea parte de una rutina que impulsa a recuperar la paz y la tranquilidad para todos, superando el dolor poco a poco y la sensación de culpa que se genera en los adultos cuando estas conductas se dan ante sus propias narices y no pueden advertirlas.
Ahora, está en manos de la Fiscalía volver a elevar a juicio las actuaciones ya que una sucesiva cataratas de maniobras disuasorias postergaron la primera audiencia. En algún momento, se pensó en lograr un “juicio abreviado”, algo que le permitiría dejar de cumplir algunos años de prisión efectiva.
Todo depende de la voluntad que tengan los jueces cuando reciban una vez más el pedido de juicio, aunque para ello sea imprescindible aclarar que hasta el momento nadie ha tomado medida alguna para restringir la peligrosidad de este individuo.
La pregunta de todos es: ¿Quién es? La respuesta de este medio debe ser: “lamentablemente no podemos decirlo”. Lo que sí, se puede reflexionar es el grado de credibilidad que los adultos le damos a nuestros niños o la atención que les prestamos cuando vemos que cambian severamente de conducta. Está científicamente comprobado que quienes cometen delitos de índole sexual tienen escasas probabilidades de recuperación. La sociedad sólo puede defenderse con la Justicia y los abogados que defienden a estos delincuentes, deberán analizar con mucha atención antes de tomar el caso, para no perpetuar el sufrimiento de las familias.