Dos factores, un resultado: delincuencia + negligencia judicial = injusticia . Por Carlos Ladowoski, Sargento, legajo Nº 175.418
Tanta tela para cortar, pero es imprescindible comenzar por analizar la actividad llevada a cabo por el Ministerio Publico Fiscal en la instrucción de la causa que me consta, esto también sujeto a la importancia de su rol en la justicia y en la misma sociedad y con ello lo relacionado a la familia Bianchi, dos factores que confluyen y desembocan en un resultado inesperado.
Nos encontramos frente a dos denominadores comunes que vienen azotando duramente a la sociedad; por un lado la delincuencia en su todo y por el otro la negligencia judicial, que desgraciadamente obra de cómplice del primero, ya sea directa o indirectamente. Como resultado de estos dos factores obtenemos la injusticia, la cual deja serias secuelas y hasta produce resultados aberrantes.
En este caso se observa claramente la existencia del primer factor: un grupo familiar conflictivo, la familia Bianchi, públicamente conocido, que ha regido su vida bajo los parámetros de la violencia y el delito en todas sus gamas y que han amedrentado a tantísimos sampedrinos en un sinfín de hechos. Desde hace un tiempo han dominado con su característica de clan a todo un pueblo, que, hasta su llegada, era considerado un paraíso, donde sus vecinos vivían de forma armoniosa, en sus trabajos y vida familiar, acostumbrados a tener sus casas abiertas, lejos de la problemática de las grandes urbes. De pronto, esa situación de paz se transformó en un verdadero infierno donde reinó el miedo, convirtiéndose los vecinos de Doyle en rehenes y víctimas del martirio constante. Esto fue acompañado por la completa desidia de la Justicia y demás autoridades, lo que permitió y potenció el dominio pleno de la familia Bianchi sobre el pueblo, quedando sus habitantes a merced de la delincuencia, circunstancia hoy desestimada por el Ministerio Público Fiscal, argumentando la victimización de la familia Bianchi bajo un absurdo manto de exclusión social. Además, manifiesta públicamente la intolerancia a todo pensamiento y discurso social que sea contrario a la delincuencia, situación que se repite calcadamente en sus distintas intervenciones a lo largo de su función en nuestra ciudad.
Al igual que muchos vecinos, me tocó la desgracia de convertirme en víctima del accionar violento y desmedido de esta familia, como así también de un mal actuar de la Justicia.
Aquí ya nos introducimos en el segundo factor: la negligencia judicial, que es tan grave como el primero. En esta causa se evidencian graves falencias que se traducen en una burda investigación, acusación y, peor aún, un juicio en puerta a una persona inocente. Se remarca la animosidad y prejuicio hacia el uniforme policial donde el Ministerio Público Fiscal basa su argumento o teoría en subjetividades, no observando ni agotando las medidas procesales correspondientes, que son determinantes en toda investigación y que hubiesen evitado de forma legal y racional, de haberse ejecutado durante el extenso goce de tiempo de investigación, el arribo a esta instancia.
Su postura carece de toda objetividad, trabajo y coherencia, apoyándose en declaraciones de los familiares que no tienen asidero alguno, ignorando la prueba científica, que es contundente y que asevera mi verdad, la única verdad. Esta actitud perniciosa me lleva a la mera conclusión de que al Ministerio Público Fiscal parece no interesarle la verdad objetiva, sino simplemente el satisfacer un capricho. No debemos olvidar que nuestra ciudad cuenta con antecedentes de funcionarios judiciales desplazados de sus cargos por cuestiones de mal desempeño.
Este vínculo vicioso entre estos dos factores, delincuencia y el mal obrar de la Justicia o de sectores de la misma, se transformaron en el disparador de una infinidad de hechos de absoluta gravedad y de público conocimiento en nuestro país. Para ser más preciso, en nuestra ciudad tenemos muy fresco el emblemático caso de mi compañero Juan Gabriel Reyna, víctima de la delincuencia y de la negligencia judicial, dejando por su crimen el mal sabor de la injusticia.
Se entiende que la vida de un policía no tiene valor humano para la delincuencia; es más, se lo considera un trofeo, al igual que el hacerse de su armamento. Pero ese valor sí debería ser considerado por la Justicia y la sociedad. Hoy puedo decir que me encuentro con vida gracias a una cuota muy grande de suerte, pero está enquistado en mí el recuerdo imborrable de aquella caricia que me dio la muerte durante esa tarde-noche lluviosa y fría de aquel 1 de noviembre de 2014. Por supuesto que considero que toda vida tiene valor, por tal motivo el fallecimiento de ese joven ha dejado una marca traumática en mí, infortunio desgraciado en el cual no tengo responsabilidad alguna, pero que indudablemente dejó su marca, aun sabiendo que su objetivo y el de su familia era el de arrebatarme la vida.
Como producto final arribamos a un acto de injusticia: nada más ni nada menos que un juicio a una persona que ha sido víctima e inocente y al que se pone en vilo su libertad. Este hecho produce un agravamiento de los detrimentos ya sufridos y secuelas más profundas en mi persona.
Al momento de elegir con vocación esta profesión un tanto altruista, uno se pone en conocimiento de aquellos riesgos que se corren, donde la posibilidad de perder la vida es el principal. En el cumplimiento del deber nos toca despedir compañeros de la manera más trágica y, con dolor desgarrante, los vemos partir, aguardando con esperanza que se haga justicia en sus nombres, y así, aquellos verdaderos policías continuamos día a día portando el uniforme con vocación tratando de dar lo mejor de nosotros a la gente. Siendo aún hoy efectivo de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y ciudadano de esta ciudad, solicito al buen vecino, a las autoridades de gobierno y a las autoridades judiciales que se ponga la lupa sobre el accionar de ciertos funcionarios judiciales que claramente están perjudicando a toda la sociedad de San Pedro, siendo esto aprovechado por la delincuencia, y que situaciones como la que me toco enfrentar no vuelvan a suceder nunca más a nadie. Es prioritario dar el apoyo contundente a aquellos funcionarios judiciales y policiales que batallan incansablemente contr el delito.
La verdad hará justicia.