Don Flores: Adiós a un hombre del río
El Viernes en Ramos Mejía, falleció quien quizás haya sido uno de los hombres más conocidos y queridos de la zona de islas: “Don Carlos Flores”. Isleño de nacimiento, y conocedor de los más intrincados secretos del Paraná, conversó con “La Opinión” algún tiempo antes de su fallecimiento. Por aquellos días, la sapiencia de Don Flores conducía en su prolija, inmaculada y excesivamente pulcra lancha a los voluntarios que viajaron a las islas a intentar apagar los incendios. Aquí la historia de un hombre que nació, vivió y quiso morir en el agua.
Algunos le llaman suerte, los más retorcidos casualidad o causalidad; otros preferimos el destino para aquellos instantes que la vida nos depara sin siquiera haberlos programado.
La isla se quema, el humo ingresa sin permiso a los pulmones de los más chicos y los medios nacionales juegan una carrera para encontrar el mismísimo foco aunque para ello haga falta exponer al cronista gráfico a un viaje extremadamente extraño.
“Queremos dormir una noche allá”, dijo Gonzalo Sánchez, el Jefe de “Sociedad” del diario Crítica. Su mayor deseo: permanecer una noche junto a una familia amenazada por el fuego en algún rincón de las Islas Lechiguanas.
No era fácil por esos días navegar hasta la casa de los Cardozo. Allí estaban los niños -de una joven embarazada que había decidido refugiarse en San Pedro por consejo médico, junto a su abuela.
“Es el rancho de mi hijo, pero que vengan serán atendidos” respondió Nélida, ante la consulta de La Opinión.
Y así fue… apenas los periodistas de Crítica de la Argentina pisaron suelo sampedrino, se encontraron con la certeza de pernoctar en territorio entrerriano.
Quiso el destino que nuestro timonel, fuese el más experimentado y propietario de la lancha de pasajeros: Don Flores.
Nadie sabía que la travesía sería el principio de un operativo comandado por civiles y que el improvisado grupo de pasajeros era tan heterogéneo como divertido. Desde un estilista de la Fundación Fray Luis Bolaños de Baradero, a un voluntario de la Cruz Roja, formaban parte de esa tripulación que terminaría bien entrada la noche, regresando por pura intuición del timonel y con la sola luz de una linterna.
Sólo Don Flores supo aquella noche de las peripecias que hicieron que se plantara el motor y que el humo se hiciera tan denso como para preguntarse una y otra vez si teníamos puestos los salvavidas.
Flores al agua
Camisa blanca, pañuelo al cuello, bigotes bien recortados. Ese es el hombre que meses atrás, comenzó a disparar su historia sin saber que la muerte lo esperaba a bordo de la patética cama de un Hospital en La Plata.
“Soy más conocido que la mugre yo acá, ja, ja, ja…” dice mientras acepta el primer mate, en un Domingo del mes de Mayo.
“Yo soy isleño, soy nacido en Gualeguay, me crié en las islas Lechiguanas en la parte Ibicuy. Siempre hice trabajo de islas, después cuando vine un poco más grande tramité la libreta para trabajar por el río, siempre en la isla”.
Desde muy chico trabajó a destajo, cargando maderas en las barcazas e improvisando juegos a los que hoy se los denomina “explotación”.
Llegó a San Pedro después del 83, y sostiene que ya eran pocos los medios de traslado que quedaban tras aquella fatídica inundación de 1984.
“Antes venía la lancha cargada una vez por semana, ya no hay gente, antes la gente vivía mucho de la caza, los almaceneros por ejemplo traían las provisiones, vivía mucha gente pero ahora no hay nada… y están los que cuidan ganado y las empresas que algunas están llevando haciendas o están haciendo algunos laburos”. Mira al piso como tratando de levantar recuerdos y murmura “Gente de isla queda poca, son gente que va… la gente nueva que hay, la mayoría son gente de la ciudad o gente que viene de los campos de afuera.
Al preguntarle a qué se dedica y por qué hoy maneja una lancha de paseo dice “La isla es buena cuando no hay inundaciones. Yo tenía unas vaquitas antes y las vendí y compré una lanchita de paseo. Venía la creciente y arrasaba con todo y así sucesivamente…”
Don Carlos Flores tiene una lancha de pasajeros propia, sumamente modesta, pero absolutamente apta para los recorridos turísticos. Durante la semana, se dedica exclusivamente al trabajo de transportar a los prácticos en el puerto local. Pasa sus días en una embarcación que sirve a los capitanes de los buques para amarrar o zarpar sin problemas.
El precio de la honestidad
La isla lo vió nacer. Allí vivió con sus padres rodeado de naturaleza en estado puro. “Estaban mis padres y ahí teníamos sauce americano. Empecé trabajando, llevando chicos al colegio, yo manejaba la lancha colectivo, yendo para Los Laureles o Talavera, siempre laburé por ahí. Le manejé a Díaz, a Grandientti, a López, a casi todos les manejé, le puedo nombrar hasta el remanso que tiene el Talavera, el Paraná, el Guazú, Victoria”. Tardo como una hora a “La vuelta del Sur”, tengo capacidad para 25 personas, yo no les cobro mucho, les cobro $ 15 a cada uno”.
Llega el momento de hablar de su labor en Lechiguanas, su mejor edad y la mayor acción estuvo marcada por la década del 70. “En Lechiguanas trabajé cuando empezó la empresa, a la gente esa la conocí a toda, era buena gente… se llamaba Kimron (sic.), Reynal, Mr. Pic (sic) era buena persona, pero hablaba poco el idioma… pero buena gente”. Los años de aquella aventura de los polders, las bombas y las válvulas exclusas que hoy se exhiben como cadáveres de una pujanza que no volverá, terminaron tristemente para los centenares de obreros que veían en el proyecto Lechiguanas el gran polo de desarrollo para sus familias.
Don Flores no se separó del lugar, más de una década después “y cuando se enteraron de que estaba en San Pedro, me tomaron de vuelta. Manejaba la barcaza grande esa de Lechiguanas y manejaba la lancha. Me fui con Gualtieri, siempre por buenas referencias. Los conozco a todos cuando ellos venían en el yate con los jefes. Ellos dicen que la compraron y hasta ahora la tienen, todos los movimientos que hacían con la barcaza, las plantaciones, forestaciones todos pertenecían a lo mismo de Gualtieri. ¿Para qué era?, no sé. Si me pongo a contarle capaz que los descubro en las cosas que nos han mandado ellos. Trajeron plantas en la época que las plantas no brotan, trajeron miles, eh?… y la estaca se plantaba. Siempre la parte fina tiene que ir para arriba, habían puesto plantas una para acá y otra para allá…”, se ríe a carcajadas mientras recuerda haciendo gestos, eso fue en el 93 o 94. “El yate ese lo tenían para figurar, parece que habían sacado un crédito muy grande en el banco, no se cuánto era y entonces éstos traían de la forma que fuera y traían, y plantaban, entonces un día yo les digo: perdóneme y me hizo seña que cerrara la boca…” –otra vez las risas al unísono- “pero habían puesto plantas mal plantandas…”
Con respecto a sus compañeros de la nueva empresa de Gualtieri, evoca: “De aquí había mucha gente, pero la mayoría la traían de Ibicuy, algunos de Gualeguay, conmigo, tal es así que me quedaron debiendo unas moneditas. Yo les conozco todas las familias, porque los traía de puerto del Tigre, en el yate. Son 3 hermanos, uno Salvador, otro Victorio, los conozco a todos la señora, los hijos. Como persona me trataron bien y por ahí sabe venir para pedirme alguna opinión de alguna embarcación”, Sostiene que Salvador es el que frecuenta más la isla. “En ese entonces me quedaron debiendo $ 14.000 (época del uno a uno) y yo por ser honesto, porque yo estaba embarcado en el barco de ellos, no reclamé”.
Cuenta que su hijo, también trabajó para Gualtieri. Le debían tres años de jornales cuando la relación se rompió. “Me quería comer el pibe mío y me dijo no te desembarques prendete de ahí, no le entregués el barco y como no me gustan los problemas, lo devolví. Con esa plata que me debian yo me podía comprar una lanchita como la que tenía. Después entró el presidente este, el lerdo, cómo es?… De la Rúa parece que les embargó todo a ellos y ahí quedo todo parado, vió?…”
Don Flores, pudo haberse quedado con alguna embarcación, pero prefirió a su tranquila conciencia, sin saber que la empresa para la que trabajaba había sido la autora de uno de los más grandes fraudes al Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Humo sobre el agua
“La tierra de la isla es lo mejor que hay, todo se va desarmando de la misma planta y eso es bueno”.
Cuando evoca el viaje rodeado de periodistas ávidos por obtener sus fotos en medio del humo, comienza a establecer su hipótesis: “Y, estas son las cosas que a veces se quema lo de arriba y se empieza a quemar lo de abajo y es tanto lo que hay que por más que llueva no se apaga. Eso prende solo. La mayoría agarró para San Pedro, Mazaruca, Gualeguay y Zárate y todo eso empezó a salir a la zona y a la vista está, que no hay mucha gente de isla”.
“Ese fuego que se forma ahora es por los grandes pajonales que hay y cuando viene la creciente, por ejemplo los pajares se secan todos; ahí quedan pedazos del embalsado de un metro de alto y se sigue quemando, aunque caiga una lluvia medio livianona, por debajo sigue quemando, son los esterales… imagínese los juncos, pajales que se secan año a año, se va formando una tela”… afirma Don Flores sin barruntar que está contradiciendo a la mismísima Presidenta de la Nación y a su Secretaria de Medio Ambiente.
Completa, “No, no combustible no se usa, el viento lo lleva de isla a isla, a veces es a la fuerza…”
Indica que hay dos épocas para quemar y preparar las tierras en las islas, pero todo cambia…
“Cambiaron los dueños y ahora hay gente más capacitada con mucho más dinero, entonces se producen estas cosas, porque antes la gente andaba más de cazador y alguno que tenía 100 o 200 vaquitas, y era poco lo que se quemaba, hay mucha hacienda. Menciona a dos grandes empresarios, pidiendo que no demos sus nombres, como los “popes de la transformación de los suelos”.
Cuando se le menciona a Passaglia su rostro cambia notablemente “Sí, tiene todo y plantó también soja, porque yo estuve 2 años manejando el barco del Hotel Howard Johnson, pero tenía soja plantada” -dice con admiración y agrega- “soja, maíz desde arriba del barco se ve, vio? También tenía acá frente a la Vuelta de Obligado, ha comprado muchísimo ese hombre. Tal es así, le comento -total le voy a contar la verdad-, ahora andaba por comprar un campito en la isla, un cacho de isla que tenemos nosotros allá; tal es así que me llamó antes de ayer el abogado, por eso yo estaba escuchando que Ud. decía que estaba medio prófugo, hoy tenía que ir a firmar yo a Ibicuy, y me llamó el abogado de La Plata antes de ayer, ayer a la madrugada que íbamos a dejar que el Sr. Passaglia tenía un problema. (Cuando se realizó esta nota, Passaglia había quedado detenido).
Es que cuando Don Flores explicó la brillante operación inmobiliaria que el empresario cerealero tenía pensada en una estratégica zona de Ibicuy, se le dijo que si bien el dinero que iban a percibir para la familia podía ser importante, la estafa territorial parecía descomunal. Las 280 hectáreas que figuraban a nombre de la madre de Don Flores, están totalmente rodeadas por campos sin dueño, algo que le permitiría a la empresa quedarse con casi mil hectáreas pagando un absurdo monto y ganando un nuevo puente directo al continente pero a la altura de Ibicuy. Hasta hoy, este medio no pudo confirmar si la operación finalmente se concretó.
Vinieron por las islas
Flores reconoce que también las costumbres han cambiado, “Y bueno exactamente porque ahora está esta gente, la gente que tiene. Antes la gente estaba así nomás como las islas eran entonces, cualquiera que iba se hacía su casa, tenía hacienda, tenía colmena, pero ahora estos que tienen un mango los están sacando, están comprando, es como le digo en donde estábamos nosotros le digo del campo este, ahí todo alrededor todo así. Bueno me parece que era medio baratón lo que los querían ofrecer a mis hermanos, las hectáreas que hay eran 280, creo que eran $ 100,000, hay muchos que se están aprovechando, si, si , si ahí nos criamos nosotros, está casi todo vendido, por ejemplo lo que quedaba porque como era mi mamá la dueña , era de mi abuela y entonces mi mamá murió hace poco entonces quedaba eso, eeeeh… está quien dice Ud., esta bien enfrente del puerto Ibicuy pero siempre sobre las islas del Paraná, a la orilla del Paraná, esta dentro del arroyo Vizcaino, viene a ser entre el km. 216 y 220 mas o menos. Porque a ver si éstos quieren agarrar medio baratón, como éstos tienen fuerza, pueden. Antigüedad no tienen, son todos nuevos, claro eso me puse a pensar cuando Usted me comentó esto recién, capaz que ellos compran lo que teníamos nosotros ahí y se agarran todo, porque de ahí hasta allá quedan un montón de hectáreas porque linda con el pasaje Talavera y el Pavón, el Río Ibicuy la isla de ahí sigue todo para abajo, son varias hectáreas”.
“Ahora le digo una cosa que las islas no son caras, bueno ahora sí porque las tienen todas ellos y aparte que las van a trabajar, les va hacer rentable después.
Volviendo a su más estrecha vinculación con Salvador Gualtieri al que dice apreciar más que a los otros, no solo destaca una cuestión de parentesco con funcionarios importantes sino que apunta, “…porque Gualtieri Salvador me contaba que el se crió muy sin nada, que no tenía nada porque conmigo hemos estado, días, noches hemos andado juntos, yo he trabajado con ellos, a mi me trataban bien, pero me contaban como se habían criado, que la mamá le daba a veces comida de pescado, el vendía papas vendía todas esas cosas así, se me hace que me contaba la verdades por eso que yo conozco amigos de ellos que se criado juntos y me han dicho, cómo si Salvador no tenía nada, gente que él me los ha nombrado y me nombra los mismos. El nació por el lado de La Plata, yo tengo la dirección, los números de teléfono. Ellos más era eso la obra que hacen de construcción, todas las maquinarias esas después se dedicaron a esto, pero se dedicaron a esto porque pidieron ese crédito y salió eso y bueno les pareció negocio a ellos. Bueno eso hacían figurar con las plantaciones. Varias barcazas trajimos con plantas, la Lechiguana Guazú y tiene 120 toneladas, Ud. le mete plantas pero a montones, miles y miles… si ud. busca donde plantaron las plantas Gualtieri no encuentra ni una”.
Permiso para contar
El rostro de Don Flores comienza a trasuntar preocupación. No sabe si la prensa le jugará una mala pasada ante su inocente pero locuaz declaración. El archivo y la grabación aguardaban un momento propicio, pero nadie imaginó que el timonel de tormentas, se encontraba a pocos meses de despedirse de la vida.
“A mí me da lo mismo, ¿vio?, total si yo no he dicho ninguna mentira, lo que yo le cuento es toda una verdad, es verdad póngalo que yo le conté toda una verdad, total yo enemigos no tengo, lo que he contado es una verdad, para que le voy a venir a mentir a Ud. o decir cosas que no son.
Flores sí, “Don”, no
“Me llamo Carlos Alberto, a mí acá me nombran Carlos o Flores, Flores nomás, todos me conocen por Flores, “Don Flores” me dicen todos, justo la embarcación tienen el nombre de Don Flores- rie- todos me nombran así y digo no don, no.
La profesión mía sería patrón de embarcaciones, yo siempre anduve, la mayoría de la gente acá me conoce. Y tengo 60 …-se rie-, se fue a la miércoles la edad, no?…- se rie- y eso que yo he pasado mala vida eh…, yo he hecho trabajos. Mire, en madera a veces no podía caminar de cansancio, sí hasta a veces pasé ganas de comer; hambre. Porque uno trabajaba cargando barcos de madera, ahora trabajo un poco más aliviado, me manejo en lo mío y tengo este trabajo, me pagan, yo los cobro a los viajes. No estoy empleado mensual, estoy en negro pero tendría que aclararlo eso. Yo trabajo en las lanchas que los dueños son los prácticos.
Por ejemplo anoche vino el barco, vino el práctico y nosotros lo llevamos al barco frutero, y de ahí bajamos el otro, embarcamos el que viene.
Yo dependo de los prácticos, soy peón de los prácticos, le manejo el barquito de ellos. Acá no hay muchos que tengan libreta para conducir, yo estaba trabajando en el barco del hotel, pero como este barco del hotel se manejaba tan despapelado, le dije un día mire así no quiero seguir, porque yo tenía un compromiso bárbaro porque ellos tienen como tener una embarcación. Yo manejaba y me hacía responsable de todo, un día al jefe le dije, mira demasiado hace para andarles el barco así, tienen que tener certificado de matrícula y todas las cosas esas y el barco andaba trucho.
Yo que soy un pobre ratón, tengo todas las cosas habilitadas en la embarcación mía, tengo todas las inspecciones, todo.
Vivo acá en la Máximo Millán, tengo mi ranchito ahí porque no tengo una casa como la gente, no me ha dado el esqueleto, no me ha dado la fuerza.
Es una manzana fiscal me parece, pero dijeron que no nos iban a sacar ahí, yo andaba buscando otro lugar, pero no hay y lo demás es todo caro y aparte no tengo mucho – se rie-.
Pero en la isla, sí, si, si, esos pájaros… el fuego mata los pájaros, toda la fauna, se termina todo, ya se vienen terminando todas estas cosas por ejemplo Ud. ve en tierra firme nomás, una por los químicos, liebres ya casi no hay, perdices ya casi no hay, nutrias no existen más, está bien nutrias, comadrejas, pero eso no existe más nada tampoco, antes había caranchos, chimangos de todo, ahora es muy rara la vez que ve un carancho, un chimango, cuises alborotados en la isla, no hay más cuises todo se ha ido, es como que se va todo terminando, yo le digo porque yo me crié con nutrias, la gente que vivía de la caza era impresionante, la lancha eran 2 o 3 por semana, mi hermano venía del Tigre y se llevaban bolsadas de cuero.
Todo es como que se viene terminando, hasta el clima cambió, que en épocas de hacer calor, hace frío, y en épocas de hacer frío, hace calor.
Tengo 3 hijos, 30 tiene el más grande que anoche estuve hablando con él por el tema del fuego, el otro tiene 27 y la hija 24. Mi mujer 54 y trabaja en casas de familia. Es bueno laburar, yo estoy medio cansado pero, yo en casa no paro, ayer me fui a arreglar la lancha, se me rompió el motor y tuve que hacerlo todo nuevo, a mi me gusta el trabajo del río, le digo la verdad el río me gusta a mi me sacan de ahí y me mandan a lo mejor que sea del campo o del pueblo y yo no duro.
No tengo ningún aporte y no me voy a jubilar yo, podría haber hecho los aportes pero me compré la lanchita y con eso, cuando no trabaje más se la doy a los pibes que trabajen y me dan de comer ellos”.
Don Flores, se despidió con risas, imaginando el momento de su jubilación.
El Ciernes 3 de Octubre, en el Hospital San Juan de Dios, falleció a consecuencia de una grave complicación cardíaca. “Se estaba recuperando bien de la operación” dijo su hija Norma, pero después cuando empezó a no sentir las piernas pidió un arma. Se quería matar. No resistió y se murió”. Mientras velaban sus restos en Ibicuy, murmuraban que el momento de su despedida se produjo mucho antes: sobre el barco, junto a su compañero de tareas y navegando para buscar a un práctico. Cuando se sintió descompuesto, le pidió un vaso con agua que no pudo aprisionar en sus manos. Regresaron de inmediato al puerto y desde allí a las sábanas de las camillas. No era su hábitat natural.
Los remansos y las todavía humeantes costas, esperan el inconfundible traqueteo del motor de la lancha que por destino nos tocó abordar a los periodistas que tuvimos la suerte de sentir el aire en la cara, navegando por territorios arrasados por la mano del hombre y la codicia.
Don Flores, descanse en paz, no le gustará para nada lo que se verá en pocos años.
“No estén pasando mala sangre, me mandan cuchillo y vuelvo”, dijo antes de entrar al quirófano.