Día de la Madre: Dionisia y sus 16 hijos, alrededor de 50 nietos y decenas de bisnietos
Oriunda de Corrientes, donde nacieron sus hijos, a comienzos de la década del 80 se mudó a San Pedro. Del campo y el yerbal al trabajo doméstico, su vida fue de incansable labor para que nunca falte nada en la mesa. Hoy tiene 78 años y, a pesar de la pandemia, cuida sus plantas, charla con sus hijos, aconseja a sus nietos y consiente a los bisnietos. Su historia es una de esas que vale la pena contar para celebrar este domingo a todas las madres.
Dionisía Ríos tiene 78 años. Vive en calle Maestro Reyna, frente al siempre en construcción hotel Azahar Spa. Es esa señora que en las fotos de Google Street View está en la vereda sentada en una "silleta", como llaman en Corrientes, su provincia natal, a ese tipo de reposeras. Es la protagonista de esta historia que La Opinión eligió contar para celebrar, en su nombre, el Día de la Madre y de la Familia.
Y vaya si Dionisia construyó una familia: tuvo 16 hijos, tiene alrededor de 50 nietos y decenas de bisnietos. Cada uno es parte de este relato, que no es más que un regalo para ella que se le ocurrió a uno de sus hijos: que un día sea protagonista de una nota. Salir en los diarios, en las crónicas sociales como esta, la de una mujer que con su esfuerzo cotidiano hizo y hace a este pueblo, del que es parte hace 40 años.
Dionisia en la puerta de su casa, en 2013, cuando pasó Google Street View.
En algún lugar de la calurosa frontera entre Corrientes y Misiones, cerca de Apóstoles, acaso dentro de los límites del pueblo de Colonia Liebig, ese enclave alemán cuna del cooperativismo emplazado dentro del departamento de Ituzaingó, en la zona rural, nació Dionisia Ríos en 1942.
Conoció de chica las labores del campo, como ordeñar vacas o arriarlas a un corral. También montar a caballo, cuidar las gallinas. Acaso allí, jugando en las orillas del arroyo Chimiray, haya sentido el llamado de la virgen de Itatí, ya que es católica devota.
A los 14 años ya estaba enamorada, se había casado y dio a luz a su primera hija, Ramona. Con su esposo, Toribio Arrúa, se mudaron del campo a la ciudad de Gobernador Virasoro. Ambos trabajaban en el yerbal y el tesal para Taragüí, la famosa marca del Grupo Las Marías.
En un rancho de adobe y paja comenzaron a tejer sus sueños. Con el tiempo, lograron comprar un terreno y construir una casa de material. Los hijos comenzaron a llegar y Dionisia dejó las labores de tarefera para dedicarse de lleno a la crianza y al sostenimiento del hogar, donde la partera del barrio, Mary, los ayudaba a nacer. Con excepción de alguno de los últimos, los dio a luz a todos en parto natural.
Para 1980 ya había tenido 16 hijos, ocho varones y ocho mujeres. Una de las niñas falleció a raíz de una meningitis que en aquellas épocas y en el nordeste del país era difícil de detectar a tiempo. Entrada esa década, Dionisía Ríos vino a vivir a San Pedro.
Ya tenía hijos grandes y tres de ellas estaban en la provincia de Buenos Aires. Una en la zona del AMBA y otras dos en San Pedro, donde además Dionisia tenía un hermano. Todos habían dejado Corrientes en busca de una vida mejor.
La ruptura del matrimonio con Toribio la obligó, también, a buscar nuevos horizontes. Así llegó a esta ciudad, donde todavía reside, tras construir la numerosa familia que la destaca como una gran madre, abuela y bisabuela.
Insertarse en San Pedro no fue fácil. Los chicos tuvieron que dejar el colegio Victoria, el establecimiento educativo exclusivo para los hijos de los empleados de Taragüí, ubicado en el predio de la Fundación Victoria Jean Navajas, sobre la Ruta Nacional 14.
La casa propia ya no estaba y lejos de Virasoro había que alquilar. Conseguir trabajo y más o menos bien remunerado nunca fue fácil. Pero Dionisia siempre se la rebuscó.
Comenzó a trabajar como empleada doméstica. De una casa a otra, todo el día, para que nada falte en el hogar, donde ahora era el único sosten para los ocho hijos que tenía bajo su cargo. Cada uno de ellos aprendió los quehaceres de la casa para colaborar. Al lavarropas —semiautomático, claro— lo conoció de grande y todavía se le resiste.
Con Rubén, el hijo impulsor de este relato familiar.
Lejos de la familia, en una cultura distinta dentro del mismo país, con el sabor amargo del desarraigo, Dionisia y sus hijos se fueron haciendo parte del paisaje sampedrino. Para la familia, es un ejemplo de vida. Mentora de la convivencia y la armonía entre 15 hermanos, es la que unifica a los Arrúa y su descendencia.
Hace unos años lograron reunirse los 15 para celebrarla. Ya no estaba vivo Toribio, porque también podría haber sido parte de ese reencuentro. Aunque se separaron en los 80 y ella se mudó a San Pedro, siempre mantuvieron buena relación. En Corrientes había quedado el mayor de los varones, que ya había formado familia, por lo que se veían cada tanto. En 2004, Toribio enfermó de cáncer y ella no dudó en contribuir para su recuperación. Desde la separación, ninguno de los dos volvió a formar pareja.
A Corrientes Dionisia suele ir en verano, todos los años. A visitar a sus hermanas y a sus sobrinos. A respirar el aire que la vio nacer. Durante el año, ya jubilada, se dedica a escuchar música, mirar televisión y a cuidar sus plantas, las que forman parte del jardín que los visitantes del denominado "Paseo Víctor Fera" pueden disfrutar en calle Maestro Reyna camino a la barranca.
Dionisia, termo naranja en mano en la puerta de su casa, el día de la inauguración del paseo Víctor Fera.
En pandemia, es difícil reunirse. Ahora, con mejor clima y distanciamiento, Dionisia suele recibir alguna que otra visita en el frente de su casa, en el jardín donde están las plantas a las que hace brotar con apenas tocarlas. "Tiene una cosa mágica", dicen sus hijos.
Dionisia es una mujer con mucha vida. Tiene cinco stent y resiste. Fue una mujer sufrida y su gran fortaleza es la que la la hace vivir. "Es una mujer increíble", aseguran quienes la conocen. Es una mujer de carácter, intachable, severa pero amable. Puntual e intituitiva, de esas que "tienen ese no sé qué que te miran y ya te conocen".
Le gusta estar en su casa y disfrutar de la familia. Antes de las restricciones del aislamiento, su casa era un lugar donde siempre pasaba mucha gente. Las nietas la visitaban siempre, ahora en pandemia es más difícil, pero con distanciamiento se puede y ella se adapta, con la misma naturalidad con la que trata a las bisnietas jóvenes y adolescentes, porque también está dispuesta a aprender.
Dionisia con los bisnietos más pequeños.
"En el día de ella decirle que la queremos, que las respetamos y que somos agradecidos de que haya logrado esto con nosotros. Queremos decirle que lo mejor que nos pasó en la vida es ella. Este homenaje es en vida. Estamos, vamos a estar para ella. Hay muchas cosas en la familia: buenas, malas, logros, incertidumbres, pero en el Día de la Madre queremos decirle gracias, porque somos lo que somos gracias a ella, y se lo merece", dijo Rubén, su hijo, el impulsor de este relato.
De menor a mayor, Diego, Ernesto, Omar, Mónica, Blanca, Roberto, Rubén, José, Germán, Irma, María, Doris, Mario, Zulma y Ramona son los 15 hijos de Dionisia con los que posa en la foto familiar que ilustra esta nota.
"La herencia más grande que mamá nos inculcó, lo que todos heredamos de ella, es el respeto por nosotros y por los demás", dijeron. En ella, La Opinión saluda a todas las madres en su día.