Denuncian al dueño de una disco por amenazas y agresiones
Los propietarios de dos conocidos comercios se agredieron entre sí hasta lesionarse. El excremento de una perra habría desatado la disputa.
Un conflicto vecinal entre comerciantes del radio céntrico de la ciudad terminó de la peor manera. La falta de convivencia entre personas que poseen sus comercios uno al lado del otro, es uno de los principales flagelos que afecta a la sociedad y existe un alto porcentaje de denuncias vinculadas a problemas familiares y vecinales.
En este caso, una de las partes decidió hacer pública una situación cuyos motivos se podrían tildar de irrisorios, aunque el nivel de violencia fue tal que terminó con personas heridas, denuncias y presentaciones judiciales.
Todo sucedió como consecuencia del excremento que dejó en la vereda una perra Ovejero Alemán, situación que enfrentó a Fernando y Luciana Picaso, propietarios del local Zona Libre DVD, con Catriel Liljesthröm, dueño de la disco Quillash.
“Habíamos discutidos por la m…. de la perra”, contó Picaso. “Yo tengo al lado un taller de hobbies y la perra siempre se para en la vereda. Un día encara para un lado y defeca allí, otro día sale para el otro lado y defeca allá. En cierta medida es una forma de desquitarme de tantas situaciones que me tocaron soportar a mí. Con un boliche al lado tenemos que soportar los ruidos, los golpes, que te toquen timbre a la madrugada, que vomiten, que rompan vidrios, que me rompan el auto, pasa de todo”, relató.
“El viernes salgo a la puerta y me encuentro con una ‘torta’ impresionante, me pareció raro, pero no dije nada. Al día siguiente estaba trabajando en el taller, la perra sale y defeca en el frente de Quillash. En un momento salgo hacia la pinturería y veo parado en la puerta del boliche al señor Liljesthröm, papá de Catriel, dueño del boliche. Desconfiando de lo que podía pasar, di la vuelta manzana y volví. Efectivamente, este señor había tirado la caca del perro otra vez en mi puerta. Entonces fui, agarré la palita y se la tiré otra vez para su lado. Allí fue cuando salió este hombre nos gritamos un poco, hubo algunos empujones y ya está, yo me vine para mi negocio y él se fue. Para mí, ahí se terminó la historia. Me meto adentro del negocio, mi señora estaba en el archivo y había cuatro clientes”, describió Picaso el particular episodio.
“Llega un móvil, se baja un policía y me pregunta que había pasado. Le cuento y le relato todo lo que pasa. Es más, siempre me estacionan acá enfrente y cada vez que se baja Catriel lo hace en forma sobradora y mirando para acá. ¡Loco… no entiendo nada! Son ellos los que me están jodiendo la vida y todavía llaman un patrullero. ¡Todos los vecinos ya estamos al límite!”, dijo el propietario del videoclub.
Lo acontecido no quedó allí. “Mientras yo le contaba al policía, se acerca Catriel Liljesthröm y empieza a gritarme adentro de mi negocio. El policía intenta tranquilizarlo y yo me voy hacia la puerta para cerrarla porque tenía el negocio con gente. Le digo: ‘Loco, anda a hacer quilombo a tu negocio, este es el mío’, entonces ahí se me acerca y me mete una piña. Cuando lo quiero enfrentar aparece otra vez el padre, me toma desde atrás por el cuello y me tira al piso, allí se suman todos sus amigos, como 30 personas que venían de Quillash. En ese momento, Luciana lo agarra a Catriel para que no me sigan pegando pero éste la empuja y la tira al piso varias veces, y además le aplica un golpe de puño en la cara, le deja el ojo en compota, le rompe la nariz y la amenaza ¡Gravísimo!”, relató el comerciante con respecto a esta increíble historia.
“Cuando se tranquiliza un poco todo, me agarra el policía y me sube al patrullero. Yo no entendía nada, parecía una de las pelis que alquilo yo, además Luciana también se desesperaba porque me veía a mí allí sentado. Pero bueno, el policía me dijo que era para que la situación no pase a mayores”.
“Yo pensé que a pesar de la gravedad de todo y las denuncias quedaba todo ahí. Pero como si esto fuera poco, al día siguiente vino el hermano del dueño, un chico que es médico (el mismo que agredió al Dr. Julio Caraballo en su oficina del Hospital) y realmente pensé que venía a pedir disculpas, que se yo, me pareció que diría que se nos había ido la mano, que nos conocemos de años, pero no. Le pregunté que necesitaba y me contestó ‘¡Qué! ¡No puedo mirar!?’, sí, le dije yo”. Este particular incidente, que enfrenta a dos familias conocidas, dejó a dos personas lesionadas, la señora de Picaso y el señor Liljesthröm, y ahora seguirá su camino por las vías judiciales.
Mientras tanto, el propio Picaso aseguró que llevará esto hasta sus últimas instancias y que gran parte del vecindario está cansado y, si es necesario, “se quemarán gomas en la calle para recobrar la tranquilidad”.