De aventuras y aventureros
Una joven pareja aficionada a la fotografía, trazaron un exótico recorrido en burro con claros objetivos que los aproximó a comunidades guaraníes que habitan en el norte de nuestro país. El objetivo final del viaje, es editar un libro con las imágenes tomadas y las posibles ganancias destinarlas a estas humildes poblaciones.
Manuel Sciarra y Antonia Claret viven en España, él es sampedrino y ella española de la zona de Cataluña. Llevan en sus espaldas una vasta experiencia en viajes y unos cuantos kilómetros recorridos luego de haber unido fronteras en autocaravana por España, Francia y Portugal; gracias a ello un crisol cultural fue floreciendo en cada recorrido, permitiéndoles conocer alternativas y modos de vida diferentes -siempre cámara en mano- sus mejores testimonios se expresan a través de las fotografías.
Con una vida nómada pasan sus días viajando en la casa rodante, mientras tanto van probando suerte laboral en variados destinos, Manuel es instructor de vela y Antonia de kayak, si logran encontrar trabajo de su profesión encantados, de lo contrario, van trabajando en la fruta o en otros empleos para subsistir mientras conocen nuevos destinos.
Ganas y tiempo sobran…
La pareja llegó a Argentina en Noviembre pasado para visitar a la familia sin descartar la idea de realizar alguna aventura a caballo o en burro. Desde que se enteraron de una experiencia en Francia, donde conocieron a una mujer que recorría el país a caballo, les quedó en mente el sueño de vivir alguna experiencia similar en Argentina.
Pasaron una temporada trabajando en Iguazú y allí sintieron que la travesía podía ponerse en marcha.
Manuel, influenciado por el Río Paraná que lo vio crecer mientras deslizaba su barco sobre sus cálidas aguas, ya desde muy pequeño aventuraba con conocer nuevas experiencias viajando. Este deporte le dio la posibilidad de visitar otros países representando al nuestro.
La idea principal de este desafío tuvo que ver con objetivos personales de la pareja, sumada la afición a la fotografía para dejarse cautivar con tanta naturaleza empapados de culturas guaraníes de la región mesopotámica.
“Otro motivo por el cual quiero realizar este viaje es la posibilidad de conocer más en profundidad las tierras de mi país. Y por último, al realizarlo en carro y burro, demostrar que hay otras formas de viajar y disfrutar de la naturaleza, que no modifican el medio ambiente con ruidos y consumiendo combustible” acreditó Manuel en el proyecto original del viaje.
Antonia, su novia, sumó al proyecto su punto de vista personal “Me gusta viajar y conocer la naturaleza de cada lugar al que voy, conocer las diferentes maneras que tiene la gente de vivir y poderme sentir una de ellos”
Cuando vinieron a Argentina y se dieron cuenta que existía la posibilidad de viajar en burro, no dudaron en trazar el recorrido ajustado a su tiempo y ganas.
Rumbo a lo desconocido
El recorrido original agrupaba diferentes provincias de la región mesopotámica, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. Partieron el 18 Marzo desde Iberá y fueron montados en un carro tirado por una burra llamada Morena, verdaderamente su fiel compañera a la que cuidaron como uno más de ellos.
Con casi 1.000 Km. recorridos decidieron finalizar la aventura en Corrientes, dejando en su haber cuarenta días y renunciando a otros tantos para alguna próxima vez, ya que cuando percibieron que el animal sufría algunas leves heridas, detuvieron su marcha y pusieron fin a su itinerario el 27 de Abril, aproximadamente cuando llevaban la mitad del camino recorrido.
Casi en un sondeo antropológico se entremezclaron con las costumbres guaraníes, se impregnaron en sus culturas y conocieron íntimamente su modo de vida. Allí fotografiaron tres comunidades diferentes. Permanentemente capturaron momentos, gestos, con la idea principal de mostrar con imágenes su modo de vida, su cotidianeidad; nada menos que su propia realidad.
Parte de esta aventura apuntó también a la ilusión de publicar un libro que contenga el diario de viaje constituido principalmente por imágenes de estas comunidades. La idea de los chicos -si consiguieran editarlo algo que no es sencillo porque se necesita bastante dinero- es donar las posibles ganancias a los caciques de las comunidades guaraníes.
Fueron guardando y atesorando cada sensación y experiencias vividas durante los cuarenta días que duró la marcha a través de Internet además de en sus propias retinas lugar donde prevalecen los recuerdos más preciados.
Las esperanzas por concretar este recorrido fueron enormes, la aventura dejó una marca personal que llevarán los promotores de esta hazaña, un sueño se concretó sin mayores dificultades encontrando mucha gente hospitalaria a cada paso que alentó a los jóvenes a continuar su marcha.
Para los que somos espectadores, nos resta esperar la edición del libro que será contado en imágenes que valdrán más que mil palabras y nos permitirá tomar conciencia pese a estar sumergidos en pleno siglo XXI y empapados en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados pero muchas comunidades aún existen o subsisten preservando sus formas originales de vivir despojados de todo lo que la mayoría considera imprescindible.