Cuatro años después, víctima de abuso se animó a contar en público lo sucedido
Guadalupe Ramírez denunció que la violaron. La causa penal fue archivada y ella misma, años después, denunció a la Fiscala Ates por mal desempeño. Ahora, a casi cuatro años del día en que su vida cambió para siempre, decidió ponerle nombre y apellido a su historia.
En febrero del año pasado Guadalupe Ramírez llegó a La Opinión tras denunciar que el joven a quien había acusado por abuso sexual la intimidaba en su trabajo. Acababa de enterarse que la causa penal por lo que le había pasado había sido archivada en la Justicia, porque la Jueza entendió que en el ex
pediente instruido por la Fiscala Gabriela Ates no había elementos para configurar el delito.
Guadalupe llegó a la redacción de este medio con su madre. Entre llanto, temblor y el amargo sabor del recuerdo del vejamen sufrido. Lo relató ante un periodista con lujo de detalles. El escalofriante relato fue publicado sin su nombre. La nota permitió acelerar el trámite para dictar el fallo que estableció un perímetro de exclusión para el denunciado, que iba a burlarse de ella tras quedar sobreseído.
Contarlo ante un desconocido animó a “Guada”. El 3 de junio del año pasado llevaba una pancarta en la marcha Ni Una Menos. Luego, consultó a un abogado y denunció a Gabriela Ates por mal desempeño de sus funciones. La acusó de no hacer lo que debía para probar que ella había sido violada.
El lunes por la noche, decidió compartir públicamente su historia con nombre y apellido. Lo hizo en su muro de Facebook. Y contó todo. Su condición de lesbiana, su relación con las drogas y el alcohol, su rebeldía adolescente, y lo que le pasó esa noche, en la que dijo muchas veces que no.
El relato de Guadalupe
El hecho sucedió el 27 de abril de 2013. Guada tenía 16 años. Hacía un mes que había asumido que le gustaban las chicas. “Era imposible estar con un chico”, contó. Esa noche fue a un cumpleaños a la sede de un sindicato. Bebió alcohol. Tomó vino con gaseosa de una botella de plástico cortada en la que le pareció ver restos de pastillas.
El joven a quien denunció por abuso tenía entonces 18 años.Se conocían. Él había querido tener algo con ella, que lo rechazó. “Llegó un momento, en que yo estaba perdida, pero estaba re contra divertida, ¿Quién iba a frenarme?”, recordó.
La invitó a fumar marihuana y accedió. Pensó que sería afuera del sindicato, pero la llevaron en moto a un lugar que nunca pudo definir si era el Boulevard o acaso el Registro Civil. También accedió. “Quería probar”, contó. Había otro muchacho.
“Yo iba atrás, disfrutando del primer porro de mi vida, qué feliz estaba aquella pelotuda”, rememoró. Se le cayó el celular. Prendieron otro “porro”. Comenzó a sentirse mal. La marihuana había hecho efecto.
“Los árboles caminaban solos, mi boca, mi boca no la sentía. Mi garganta era una lija, tenía sed, y se lo repetí reiteradas veces”, dice en el texto. El otro se fue. Ella y el luego denunciado caminaron. “Él me tenía entre sus brazos porque yo me caía, y me decía que camine bien. Recuerdo que las luces de los autos me encandilaban, los árboles habían cobrado vida, escuchaba la voz de mi mamá que decía ‘Hija, mamina, no salgas hoy, quedate acá’; y yo: ‘Ay má, deja de joder’”.
El relato se torna explícito: “No sé si me violó antes o después de irnos del lugar, no lo recuerdo. Solo sé, que, en un momento determinado, él estaba besando mi cuello, me susurraba con esa boca asquerosa, mientras la hebilla de mi cinto caía en el piso, y yo, asustada, aterrada, recordando las palabras de mi mamá, le pedía que me lleve con mi mamá, que tenía sed, que quería estar en mi casa. Él me respondía, que era un ‘cachito’. Ahí me di cuenta lo que me estaba pasando”.
Sin fuerzas para sacárselo de encima, Guadalupe escuchaba que él le decía “¿Por qué no me diste bola, lesbiana?”, mientras se movía arriba suyo. “Mi corazón latía tan fuerte que pensé que me moría, y por partes me reía, estaba muy drogada. Se dio el gusto de terminarme dentro, me subió el boxer, el pantalón, prendió mi cinturón y salimos. Caminaba de rodillas prácticamente”.
No puede precisar cómo, pero sabe que llegó a su casa con él de acompañante. “Retirándose, le dice a mi mamá que me había encontrado tirada en la calle y que decidió acompañarme a mi casa, comobuen muchacho que era. Y mi mamá le agradeció, le agradeció al tipo que acababa de violarme”.
Fue al baño. Sentía ardor. Su madre fue a verla y le contó. De ahí, al Hospital; luego a la Comisaría; a la Fiscalía; a una abogada a la que no pudieron contratar por carecer de recursos; a la instrucción de Ates, fallida, que derivó en el archivo de la causa.
El juicio será para Ates
Guadalupe Ramírez contó su caso en primera persona. El joven al que denunció fue sobreseído y, ya se sabe, no se puede juzgar dos veces a una persona por el mismo delito. Por eso la denuncia contra Ates, en busca de que lo que le pasó a ella en el proceso judicial no le suceda a nadie más.
La causa, para Guada, fue otro “infierno”. Ensu relato cuenta que sintió que la “boludearon” y que, por alguna razón, “se tapó absolutamente todo”
“Lo de la ‘Justicia’ que no fue justa, es tan largo como esto. Lo contaré aparte”, dijo en el texto, en el que aseguró que familiares del joven fueron el año pasado a su lugar de trabajo a intimidarla, como él había hecho antes.
Su madre, Moira, la acompaña. También quiere hablar. Le quiere contar a todos por lo que tuvo que pasar como madre de una víctima de abuso. Sobre todo, quiere hacer saber todas las cosas que desconocía y que no supo hacer en ese momento.
Guadalupe dio un paso enorme para recuperar su vida, cuatro años después de aquella noche que la marcó para siempre. Su relato termina así: “No te tengo miedo, ya no”.