A la hora de contar con la mayor lucidez posible, no es buena compañera la sensación de entorno estupefacto y claudicante que tengo en estos momentos. Incrementa los niveles de imprudencia en el decir, soy conciente de ello.
Bien…
Prefiero soportar la pena de haber sido imprudente con dichos y tener que retractarme a su tiempo, que quedarme hoy con esta sensación de impotencia pegada a la piel.
Se prudente me digo…
Y tratando de hacer un esfuerzo por no entrar en la propuesta facilista de comprar tal cual vienen envasadas las noticias como primeras planas en los diarios o subtítulos de “Urgente” en rojo sangre y tonos altisonantes, de los medios mas comerciales.
Me pregunto…
Hasta que niveles estadísticos los índices o tasas de mortalidad, morbilidad, etc., etc. Deberán mostrarnos que estamos en una situación de emergencia nacional a nivel sanitario y social con respecto a la niñez y a la adolescencia.
¿Qué estará haciendo falta que pase, para que alguna instancia gubernamental disponga hacer un llamado al trabajo conjunto, estado y sociedad hacia un cambio de paradigma sobre la relación que hemos establecido los adultos con los jóvenes generaciones?
¿Hasta cuándo sectores que simpatizamos con las políticas de esclarecimiento, búsqueda y enjuiciamiento de responsables de violaciones a los derechos humanos, podemos soportar en actitud acompañante sin sentir complicidad, que un sistema democrático, gobernado por sectores que se dicen progresistas se mantengan insensibles, (en el mejor de los casos) o superados por las circunstancias, (en el peor), frente al continuo y vertiginoso deterioro de las condiciones de existencias de los más vulnerables sin hacer nada más que lo que venimos haciendo a diario, que no es poco pero resulta insuficiente?
Legislativamente nuestra patria ha adherido a Convenios Internacionales de Promoción y Protección de derechos básicos de niños y jóvenes y a pesar de ello, los hechos que nada tienen que ver, sólo con una sensación que transmiten los medios de comunicación, seguimos manteniendo políticas tibias, a “medias tintas” con una situación que ya mostró su emergencia hace varios años.
Existen multiministeriales proyectadas en diferentes provincias, que deben generar políticas.
Tan difícil resulta generar espacios en donde todas las fuerzas progresistas que defienden los derechos de los niños y jóvenes nos pongamos a trabajar a nivel federal en políticas de protección y asistencia a la emergencia en la que están los jóvenes de todos los niveles económicos, por distintos motivos y multiplicidad de causas?
Tan difícil resultará establecer como pauta sino obligatoria, aconsejable, que todas las escuelas abran sus aulas, generen espacios confrontativos y discutan con las organizaciones de la comunidad, alternativas conceptuales, para luego articular prácticas afines, sobre qué y cómo hacer frente a la declinación de las instituciones que históricamente se hacían cargo de los procesos de socialización de los pibes, frente a la caída del estado como agente rector de la convivencia social, frente a la sensación de impunidad e injusticia, (principal causa de violencia y malestar social) frente a la desaparición institucional de la familia, no para la distribución de afectos, pero si para preparar sujetos sociales responsables, hasta que logremos reinstalar sus funciones nuevamente, si históricamente ello fuera posible?
Resultara tan costoso implementar secretarías en todos los municipios que proyecten con suma urgencia y celeridad políticas no clientelistas de inserción y contención de niños y adolescentes en situación de abandono, no solo material sino fundamentalmente de producción simbólico y cultural?.
Es tan difícil comprometer a dirigentes de entidades civiles a una planificación de actividades que pongan en el centro de nuestras miradas que hacen los pibes que no estudian y no trabajan, porque no tienen como hacerlo o porque ya ni siguieren quieren… a partir del paco o lo que sea…?
Tanta desesperanza han dejado en los adultos jóvenes y mayores la experiencia vivida?
La verdad que tendríamos que cambiar la dirección de una frase imperativa que se usa mucho estos últimos años para indicar a los chicos que deben hacer determinada cosa con ganas, con pasión… y de una vez por todas dirigirla en nuestra propia dirección… ”Che… pibes… pónganse las pilas”.
Hasta pronto.
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