Crecen las sospechas sobre un segundo responsable en la muerte de Alfredo Arroyo
La fiscalía estaría en conocimiento pero por el momento sólo cuenta con la versión de un testigo menor de edad, que incriminó a Leandro Sabino de 18 años, el único detenido por el crimen. Mientras la mayoría de los vecinos del barrio San Miguel elige el silencio, movilizados por el miedo, versiones reservadas hablan de un intento de violación frustrado que explicaría por qué la víctima se hallaba desnuda. También hablan de códigos “tumberos” y la defensa de “territorios” propios que habrían desencadenado la brutal golpiza, y que explican la violencia constante a la que está sometido ese barrio.
El crimen de Alfredo Adrián Arroyo de 33 años, no está esclarecido aún a pesar de que una persona se encuentra detenida y sindicada como el autor de la brutal golpiza que terminó con su vida el viernes de la semana pasada.
Ni la fiscalía ni la policía adelantan una hipótesis que se está manejando desde el principio del crimen y que habla de la existencia de otro agresor que esa noche estuvo con la víctima y con el detenido, Leandro Javier Sabino de 18 años. Esa tercera persona, habría tenido una participación activa en el homicidio e incluso habría sido su voz la que escucharon algunos vecinos diciendo “Hay que matarlo”, en referencia a Arroyo. Estas versiones, solapadas y anónimas por el gran temor que todo el barrio San Miguel siente, también indican que la pelea comenzó en la esquina de Ruffa y Manuel Iglesias donde Arroyo, Sabino y el tercero en cuestión, tomaban vino. Al rato comenzaron los gritos, y los golpes. Arroyo habría quedado tirado en el lugar, cuando los otros comenzaron a sacarle la ropa quizá con intención de violarlo, pero luego lo arrastraron hasta la otra esquina y ahí continuaron pegándole.
La indignación de los vecinos sigue en aumento porque el tercero en cuestión sigue libre, y a la vista de todos los habitantes, bebiendo alcohol y consumiendo estupefacientes, según algunos testimonios. “Hoy fue Arroyo, mañana podemos ser cualquiera de nosotros”, opinan en voz baja. Pero la decisión general sigue siendo la de guardar silencio al menos frente a la justicia. Un código de supervivencia para un barrio de nuestra ciudad que parece haber sido extraído de los peores cuentos policiales de la historia.
Zapatillas colgadas y códigos “tumberos”
En las 150 viviendas, los códigos entre bandas y pandillas son conocidos casi por todos pero compartidos por pocos. Y mucho podrían tener que ver con el homicidio de Alfredo Arroyo.
Un primer indicio lo dieron por ejemplo, las zapatillas que en la mañana del crimen aparecían colgadas en uno de los cables de luz de la esquina de Javier Rivero y Ruffa. Significan ni más ni menos, una esquina de reunión de delincuentes en la que no pueden parar quienes no pertenezcan al grupo (pueden incluso señalar un sector determinado para la venta de drogas). Marcan un territorio y señalan, justamente, que nadie puede violar el lugar; por eso se sospecha que quizá el enfrentamiento con Arroyo esté relacionado a su ubicación en esa zona de la ciudad.
Incluso en este sentido, se descarta que en realidad los agresores hayan intentado violar a la víctima. Para el fiscal Vanni, el hecho de que el cuerpo apareciera desnudo podría responder por un lado a un intento de robo –que quedaría descartado porque la ropa fue arrojada luego sobre un techo-, ó bien al hecho de que Arroyo haya decidido desnudarse por sus medios por encontrarse drogado. Sin embargo, quienes conocen los códigos de estas bandas, saben que también significa “desnudar al ladrón, o robarle la ropa al ladrón”. En definitiva, sería una forma de humillar al agredido, indicándole “vos sos caco, pero yo soy más caco que vos porque te robo hasta la ropa”.
“Los códigos sociales entre estos jóvenes implican un razonamiento y una lógica distinta a la nuestra, no es extraño que no lo podamos comprender”, explicó un profesional conocedor de este lenguaje tan especial.
La mencionada banda a la que pertenecería tanto Sabino como el tercer involucrado, está formada por varios menores de edad que aterrorizan al vecindario porque circulan armados, toman drogas y beben alcohol. La tarde anterior al crimen, varios vecinos escucharon disparos y vieron cómo estos chicos se corrían unos a otros, portando escopetas recortadas. “El otro día robaron en una casa, la desvalijaron y se llevaron hasta las puertas placa, que usaron para hacer una fogata en la calle. Pero la policía pasaba por la otra esquina…”, explicó una vecina que, como tantos otros habitantes desean marcharse. “Es una constante impunidad, pero qué podemos hacer? Sabemos que son menores, entran y salen de la Comisaría”, dicen.
Un único testigo
Hasta el momento, tal cual lo confirmó el fiscal que entiende en la causa, el Dr. Hugo Vanni, sólo una persona menor de edad declaró como testigo aportando los detalles de lo ocurrido esa noche. El mismo apuntó a Sabino como único responsable del hecho. Dijo simplemente, que ese joven y Arroyo habían estado bebiendo juntos y aspirando pegamento, pero en un momento comenzaron a discutir. “Vos sos gato”, “No, vos sos más gato”, serían la expresiones que utilizaban ambos para agredirse verbalmente porque el término significa ser homosexual.
A partir de la declaración de este joven, la policía llevó a cabo el allanamiento en el domicilio de Sargento Selada al 1900, donde vive Sabino con su madre, su padrastro y un hermano. Así se logró detener al que por el momento es el único imputado, y secuestrar las ropas que usó el agresor que presentaban manchas de sangre. Una vecina que fue testigo de la llegada de la policía, dijo que esa mañana, Sabino salió descalzo de su casa para subirse a la patrulla y que los agentes sacaron “un balde con agua donde estaban metidas las zapatillas” en remojo, un detalle importante porque las mismas presentaban también sangre de la víctima en abundancia, dado que le aplicaron diversos puntapiés en la cabeza. El sábado, Sabino fue llevado a la fiscalía pero se negó a prestar declaración y por eso se desconoce su versión de los hechos. Hace tan sólo diez días cumplió su mayoría de edad, y su largo prontuario es conocido sobre todo por la policía, porque había sido detenido en varias oportunidades por robo y disturbios aunque siempre recuperó la libertad por ser menor de edad.
También Arroyo contaba con antecedentes policiales por robo, pero no tenían una relación directa entre sí. Una persona que dijo ser allegada a él, explicó que el joven se desempeñaba como albañil y que “nunca tenía problemas con nadie”. Reconoció que solía beber mucho y que es padre de dos niños de 4 y 3 años, aunque actualmente vivía con su madre y sus seis hermanos. “Terminó el secundario en la nocturna con un sacrificio grandísimo. Quería a su mujer y sus hijos. Tenía muchos problemas de trabajo, y siempre estaba enloquecido por sus hijos, quería darles todo. El último día que lo vi, el martes, pasó para contarme que había conseguido una changuita y un trabajo más grande para pintar toda una casa para los primeros días de septiembre”.
Muerto a los golpes
La autopsia realizada por el Dr. José Dubini, indica que Arroyo había bebido alcohol esa noche, y que falleció a causa de un edema cerebral producido por los fuertes golpes recibidos en su cráneo. El cadáver presentaba sólo fractura en el rostro, con un hundimiento entre el reborde de la órbita superior y el maxilar superior, que podría haber sido provocado por un feroz pisotón porque se descarta que se haya utilizado otro elemento contundente. Otros detalles, cómo la ingesta de alimentos y el uso de estupefacientes, recién podrán ser confirmados con las pericias. Algunas cuestiones todavía resultan inexplicables, como por ejemplo, el hecho de que la ropa de Arroyo, hallada en el techo de una casa, no tenía manchas de sangre y esto indicaría que al menos los golpes más violentos fueron asestados después de desnudarlo. También por la forma en que cayó la sangre por su rostro, hacia los costados del mismo, parecería que la mayoría de los golpes los recibió cuando ya estaba caído en el piso, y resultan significativas las manchas en la pared de la vivienda cercana adonde fue encontrado y algunas lesiones puntiformes en el cráneo que indicarían que además golpearon su cabeza contra el muro.
La duda que nadie ha podido contestar, es por qué se arrojaron tantos nombres falsos sobre la víctima, y por qué demoró tanto la familia –que por el momento no quiso hacer comentarios- en presentarse en la morgue a identificar el cuerpo a pesar del tiempo transcurrido desde el crimen.