“Conociendo San Pedro”: la carta de un ocasional visitante que vivió momentos de zozobra en la calle Rojas
Dos amigos ingresaron a la ciudad para retirar un recado. Debían llegar a la calle Rojas al 1300, a un domicilio que nunca encontraron. Vivieron una pequeña odisea y fueron testigos de un incidente vial que los llevó a narrar las peripecias que vivieron en un destino promocionado por personalidades famosas.
La siguiente es la nota remitida a la redacción de La Opinión por Carlos Guerreros, quien describe las vivencias en ocasión de transitar por calle Rojas y ser testigo de un accidente en el un automóvil cayó al profundo zanjón que acompaña el recorrido por algunas cuadras. Su testimonio fue documentado con fotografías:
“Corría el sábado 17 de abril cuando con un amigote estábamos volviendo de un campamento deportivo en Córdoba, y viajando por la Ruta 9 hacia Buenos Aires, otro amigo nos contactó por WhatsApp para ver si podíamos entrar en San Pedro para retirar algo en su nombre.
Yo contento por conocer, de cuerpo presente, esa ciudad emblemática que Fernando Bravo, Mónica y César, Lalo Mir, todos personajes de mundo hicieron famosa. Era tarde, estaba oscuro y también llovía un poco, pero igualmente suponía que me podía disponer a ser sorprendido por la ciudad, así que claro que ahí fuimos expectantes.
La ruta de acceso nos llamó un poco la atención porque era oscura, estaba rota en muchos sitios, muy angosta, sin demarcar, con muy poca visibilidad, autos a velocidad y yo que no conocía… ¡Uf! Me puso muy inseguro.
Necesitaba mucha concentración para lidiar con la lluvia que caía y algunos pisteros, que seguramente eran lugareños. Más adelante, donde se veían más luces, sorprendía a lo lejos como un autito pegaba saltos como una cabra hasta que yo mismo tuve que experimentarlo y darme cuenta que era un paso a (des)nivel por la cantidad de saltos en una calzada con tremendos lomos, que no eran ‘despaciadores’, sino un paso a nivel destrozado.
Increíble, me imagino que por allí tiene que pasar todo el tráfico que va a visitar alegremente “el precioso San Pedro”. ¡¿Sería siempre con ese recibimiento?!
Nuestro destino era en las afueras, sobre calle Ricardo Rojas, que la tomamos en avenida Sarmiento. Siendo que llovía, descubrimos que, por suerte, para nosotros resultó ser asfaltada. Si bien iluminada, estaba oscuro, con una calzada fuera de regla por lo angosta que apenas permitía la mano y contramano.
La concentración en el manejo nos desviaba de ver la altura a la que debíamos ir y al final llegamos hasta donde concluyó el asfalto. Así que a dar la vuelta y recorrerla nuevamente.
En algún momento mi compañero me dice: “Pará Carlos que me cruzo a esa casa y miro el número”. Por inseguridad de una banquina llovida, viendo que no había tráfico paré sobre la calzada, y mi amigo se bajó.
Allí comienza el verdadero cuento. Al comienzo me sorprendí que no lo vi más a Juan, no cruzó la calle por delante, pero tampoco lo vi por detrás de nuestro furgoncito, y mucho menos lo vi cruzar a la casa que estaba iluminada, lo que era su intención.
Pasaron los minutos y me inquieté porque no lo veía por ningún lado. Al final yo también me bajé y miré para todos lados y mi amigo en plena lluvia no estaba. Me fijé del otro lado del vehículo y ahí estaba Juancho, metido en medio de un zanjón lleno de barro con el agua hasta el pecho tratando de salir de allí.
Fue una bizarra mezcla de horror/calamidad y humor negro, es decir de tremendas puteadas y risas. No era fácil auxiliarlo sin caerme yo mismo también dentro.
El olor era nauseabundo, mezclando podredumbre y osamenta, y solo gracias a su juventud logramos que saliera de allí, no sin haberlo intentado de diferentes maneras.
Increíble que a centímetros de la calzada y sin protección, o aviso alguno, había tremendo zajón. Es una calle muy angosta, que apenas permite el paso de dos autos.
No sé si llega a los cinco metros, y a escasos centímetros del asfalto semejante barbarie sin aviso. ¡Y eso en el famoso San Pedro!

Estábamos a la altura de Ricardo Rojas, más o menos al 1300, y nunca encontramos el domicilio al que quisimos ir. Ante esa realidad cambió radicalmente nuestra prioridad.
Mientras metimos esa mugrosa ropa en una bolsa, nos preparamos algo caliente y tomábamos consciencia de la situación, pensábamos en lo tremendo que debería ser caerse ahí sin que alguien lo notara.
Por suerte, en nuestro furgoncito teníamos todo el equipaje de campamento para poder cambiar la ropa, secarnos, calentar agua, despotricar en altísimo grado por la desgraciada aventura y renunciar a nuestra intención.
Necesitamos un muy largo rato para volvernos a la normalidad con el café que nos preparamos. Ya no nos interesó el domicilio, teníamos bastante.
Nadie pasó, no nos encontramos con persona alguna, seguía lloviendo y al final, renunciando conocer más de San Pedro, iniciamos nuestro retorno. Solo queríamos volvernos a casa y al carajo con San Pedro.
Volvimos a ponernos en marcha, otra vez esa maldita calle Ricardo Rojas rumbo a Sarmiento. Pero a los pocos metros, habrán sido dos cuadras más adelante, la calle estaba cerrada porque unos autos estaban parados allí y algo sucedía.
Nos bajamos a ver y gran sorpresa... Esta vez había sido un auto entero metido en el mismo zanjón en el que había caído Juan, donde todo el auto estaba enchufado de costado. ¡No lo podíamos creer! ¡Qué barbaridad! ¿Y eso en la bella San Pedro, donde conviven tantos personajes culturosos? ¿No aprendieron nada del mundo moderno?
Nos quedamos compartiendo el tremendo momento con los damnificados, que muy bien podíamos entender que milagrosamente no habían sufrido daños personales, como dicen los periodistas, más allá del emocional.
Obviamente, ya habían llamado a la ambulancia, la que nunca apareció, y a los bomberos, los que tampoco aparecieron. Pero sí apareció una patrulla, que habían llamado, la que tomó datos y también se fue, argumentando que el auxilio o un rescate era tema de la Municipalidad, justamente la que nunca atendió un llamado.
Aparecieron algunos vecinos todos dispuestos a ayudar y aprovisionar con abrigos y bebidas calientes, mientras seguía la lluvia. Una de las personas que se acercó llamó a un conocido que trabaja en la Municipalidad, a su número privado, que ‘gauchosamente’ sí apareció para dar una mano, pero que tampoco podía solucionar nada.
Finalmente, el damnificado, una mujer de armas tomar, logró comunicarse con una grúa de Baradero que apareció a los 20 minutos, que muy eficientemente enganchó el auto y lo pudo poner a salvo. Una grúa en San Pedro no fue posible encontrar, contratar. ¿Acaso no hay un servicio de auxilio ciudadano para casos de emergencia en San Pedro?
Puede interesarte
Como pasamos más de dos horas con la gente allí, con las que compartíamos el mismo lamento, esta vez sí tuvimos la lucidez y tiempo para sacar algunas fotos que adjunto como testimonio. Según pudimos conversar con la vecina inmediata, resulta que ella ya había vivido ese tipo de escenas varias veces y que sus reclamos ante la Municipalidad tenían como respuesta que era obligación de ella, como frentista, cerrar esa zanja. ¡Cuan barbarismo! ¡Pobre mujer, que ahora tiene que llevar sobre sus espaldas la responsabilidad de todos esos accidentes! Parece que San Pedro tiene leyes propias que superan el Código Romano. ¡Mi irónica admiración por eso!
Resumiendo, mi ansiada visita fue por cierto muy interesante, pero realmente para el olvido. Me duele sobremanera pensar así, pero la calamitosa (doble) experiencia que hicimos no me deja muchas ilusiones de cambiar mi parecer.
¿Puede ser que en un municipio que contiene determinada cultura puedan suceder semejantes hechos? ¿Sin auxilio alguno, sin responsable alguno? ¿Puede que logre al menos alguna respuesta a esta carta? Yo supongo que, expuesto mi relato por sus medios, que descubrí hurgando en la web, logre que alguien se disponga a contestar. Pero más de ello, a ponerse la camiseta y responder con hechos, con seguridad, con responsabilidad, con auxilio real para los ciudadanos del pueblo y también para cada visitante de San Pedro, cuando es una ciudad que pretende hacer del turismo una fuente de ingresos.
Y que se traduzca en una manera digna de representar a San Pedro en el cielo, ¿o acaso no se tiene consciencia del nombre bajo el cual se anida ese poblado?
Muchas gracias por su atención”.
Carlos Guerreros
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión