Conflictos interminables en el barrio San Miguel
A fines de la semana pasada, la policía aprehendió a dos de los hermanos Vargas por robo, pero sólo uno quedó detenido. El domingo a la tarde se produjeron más altercados que siguen escandalizando a los vecinos. Dicen que no pueden “vivir más en ese barrio” y que esperan que en cualquier momento se desate otra tragedia como el crimen de Alfredo Arroyo. En total silencio, se habría comenzado a levantar firmas para pedir ayuda.
En la sección Comunicándonos de este medio, se publican dos cartas bajo el título “Vivir con miedo”, que son anónimas porque sus autores aseguran que no pueden identificarse por temor a recibir represalias. Hablan de la desesperación que los embarga desde hace tiempo simplemente por vivir en el barrio de las 150 viviendas, o barrio San Miguel como prefieren denominarlo sintiendo que así se diluye en algo la “mala fama” adquirida durante estos años.
Y la falta de respuesta de todas las autoridades que deberían intervenir. “En el barrio San Miguel no es fácil vivir… Si llamás a la policía, no te dan bolilla, no les importa nada. Parece que nos vamos a tener que armar”, dice un vecino en una intimidante carta.
Siempre en forma anónima, otros habitantes de este lugar que se comunican por teléfono o en persona a este medio, en los últimos días informaron que están tratando de organizarse de alguna manera para que el municipio tome intervención. “Queremos que se vayan, que los saquen del barrio porque acá en cualquier momento va a pasar algo malo, o te matan ellos a vos o vos lo matás a ellos… Tenés que andar como en el oeste, con un revólver en la cintura”, dicen.
Aparentemente, un grupo que no quiere dar su identidad estaría levantando firmas entre quienes consideran buenos vecinos para pedir a las autoridades que los ayuden a echarlos del barrio.
“Algunos se drogan nada más, pero otros que son los principales te roban todo. No podés salir, porque cuando volvés, no tenés nada en tu casa. Nadie quiere hablar porque les tienen miedo, pero mientras tanto tenemos que vivir encerrados y ellos son los dueños del barrio”, explican.
Todos tienen presente el recuerdo del cuerpo de Alfredo Arroyo, que apareció en una de las esquinas del barrio con el rostro destrozado por los golpes.
Hablan de chicos y chicas de “entre 15 a 20 años” que se paran en una esquina, en Cruz Roja y Ruffa, todos los días desde la tarde y hasta la madrugada, y que provocan a la gente con situaciones obscenas y hasta piden “peaje” o roban para comprar vino y pegamento. Pero cuando llaman a la policía, las patrullas tardan en llegar.
Dos Vargas detenidos
El jueves de la semana pasada, en un kiosco ubicado en Bozzano 1770 se produjo un robo que fue esclarecido por la policía. El autor resultó ser Mariano “Poty” Vargas, el mismo chico que hace poco más de un mes fue baleado por otro joven en la casa de su padre, en inmediaciones de la Escuela Nº 11. Vargas, de 21 años, vive actualmente en la casa de su madre en Ruffa y Hermano Indio, en pleno barrio de las 150 viviendas, y allí fue detenido ese día luego de comprobarse que él y un menor de edad habían forzado una de las ventanas del kiosco, del que es propietario Jorge Troche, para sustraer $ 30. El mismo día, su hermano Fernando Ezequiel Vargas, alias “Huevo”, fue trasladado por el personal policial a la comisaría por robar una bicicleta y una garrafa del interior de la propia casa de su madre, Inés del Carmen Cardozo. Los vecinos avisaron en esa oportunidad a la policía que el joven estaba maltratando a la mujer, golpeándola, y que le robaba esos elementos por lo que los efectivos pudieron intervenir a tiempo. Pero como el caso fue caratulado “Tentativa de hurto”, quedó poco después en libertad.
El mismo joven, el domingo a la tarde, fue protagonista de otro hecho que jamás fue reportado por la policía. En este caso, se trató de una riña producida entre “Huevo”, su propio padre y su tío, alrededor de las seis de la tarde de ese día. Los vecinos, volvieron a llamar a la policía pero recién una hora más tarde se presentó un patrullero.
“No sólo se pegan entre ellos, sino que después empiezan a buscar problemas entre los vecinos, casa por casa, gritando e insultando. Es cosa de todos los días”, aseguran quienes viven en las inmediaciones.