Condenaron a la banda del Bomba Gallardo: las escuchas telefónicas que permitieron detenerlos
La Justicia Federal condenó por "tráfico de drogas con fines de comercialización" a los seis integrantes de la banda del matrimonio residente en Vuelta de Obligado. La investigación comenzó tres años antes de la detención. Filmaciones y seguimiento con personal de Inteligencia fueron parte del proceso. Las escuchas telefónicas fueron fundamentales para desbaratar la banda.
La Opinión reveló este miércoles la decisión de la Justicia Federal de condenar por “tráfico de drogas para comercialización” a la banda de Juan Carlos “Bomba” Gallardo, integrada por su esposa, Laura Quinteros; Oscar Galeano, con quien intercambiaba 10 kilos de marihuana a la hora de la detención; y los sampedrinos Leonardo “Brea” Fernández y Carolina “Carola” Austin, sindicados como vendedores.
La investigación comenzó en 2014 a raíz de una denuncia anónima en la Fiscalía tematizada de Patricio Múgica Díaz, que investiga las causas relacionadas con la venta de drogas en la zona. La sospecha, siempre, fue que hubo un “buchón” al que la banda no pudo controlar.
Filmaciones, largas noches de observación en el río para esperar los presuntos cargamentos de droga que llegaban por el río, las idas y vueltas por el camino a Vuelta de Obligado, las apariciones en comercios de la zona con maletines cargados de billetes.
Para la investigación, la Justicia ordenó intervenir decenas de líneas telefónicas. Fueron miles y miles de horas de grabación cuyos diálogos permitieron establecer con precisión que, en efecto, el denunciante anónimo tenía razón: había una banda que comercializaba drogas en la zona y los cabecillas eran el matrimonio Gallardo, “Bomba” y Laura Quinteros, con base en Vuelta de Obligado.
En agosto de 2016, el grupo Albatros de Prefectura encabezó un operativo que sitió el paraje histórico. No se recordaba un operativo similar. Hubo tres viviendas allanadas. Una de ellas fue la del matrimonio Gallardo. Pero algo falló.
Esa noche, los agentes de la Justicia federal, de traje y con carpetas llenas de documentación, la combi con los albatros, los efectivos de operativos antiterroristas y antidrogas que estaban pertrechados, con armas largas y rostros cubiertos se fueron con las manos vacías.
En la costa había tres personas “despanzando pescados” lo que llamó la atención a los lugareños, por el sitio, por la hora, por la falta de “pique”. La zona, desde la barranca, estaba totalmente iluminada. Las luces provenían del patio de “La Bianca”, la finca del “Bomba” Gallardo, emplazada en terrenos en litigio con la Fundación Obligado.
Cinco meses después, en las escuchas telefónicas apareció el acuerdo entre Gallardo y Galeano para encontrarse en la zona del puente Zárate – Brazo Largo para el intercambio de drogas por dinero.
El operativo, que se precipitó para evitar que, como en agosto, todo fallara, se produjo aquel 2 de febrero de 2017 y permitió detener a los integrantes de la banda ahora condenada a 6, 5 y 4 años de prisión, según las responsabilidades.
En marzo de 2017, La Opinión accedió a las 4500 páginas que tenía la causa hasta ese momento y publicó en exclusiva el contenido de las escuchas telefónicas que permitieron a la Justicia sostener la acusación por venta de drogas contra la banda del “Bomba” Gallardo.
Hay conversaciones donde hacen referencia a la falta de “producto”. El código es “está faltando el apio”. El interlocutor de Gallardo le dice que “sí, está faltando” y que “la hoja está muy cara”. El problema, le informa, es “el tema del clima”.
Gallardo tiene “un par de producto” para “hacer negocio” y lo destaca ante la consulta del otro sobre si es bueno: “Una barbaridad, una barbaridad”.
La sospecha de que Gallardo recibía la droga por el río también está alimentada por lo que dicen las escuchas. “Me arruinaste, amigo. Está todo mojado eso”, se quejó un comprador. “Bomba” lo reconoció. Le ofreció cambiarlo o hacerle “una quita” en la próxima entrega. El cliente, evidentemente habitual, aceptó.
Laura Quinteros, esposa de Gallardo, supo tener miedo y hasta le dijo a su yerno que quería “denunciar” a su marido. En otra grabación le cuenta a su empleada doméstica que estaba preocupada, que no había podido dormir porque vio “una camioneta similar a la de la Brigada”. Sospechaba que cuando salía de noche en vehículo, con la única compañía de un perro, la seguían. Era cierto. Había personal contratado por la AFI para hacerlo.
En otro tramo él cuenta quye venía un “camión entero” al que le hacía “falta el pase”. El riesgo era importante. Pero ella también participaba de la comercialización. En una de las charlas hace referencia a un cliente que “tiene toda la plata” y que iba a llegar a las 7.00. Pero faltaba “mercadería”, pro lo visto: “¿Qué pasa, qué le vas a dar? ¿Bagullos? ¿Qué vas a hacer?”, pregunta ella. “Y dale, si querés, diez más, Laura”, responde él.
Esas grabaciones también permitieron sostener la acusación para condenarlos por el delito de “tráfico de drogas para su comercialización”, por el que recibieron cuatro años de pena cada uno, que ya cumplieron en arresto domiciliario.
“No precisás nada de acá”, pregunta Bomba a Brea Fernández en una charla “Tráigame un poco de eso”, responde el sampedrino. En otra, es directo:
“Carola” Austin, que era instructora de Hockey para niñas en el club Paraná, en algunas escuchas le advierte a Fernández que “no diga cosas por acá”. Es que “Brea” parecía ser el menos cuidados en las charlas telefónicas.
Por ejemplo, a un tal Alejandro que le pregunta por “Carlitos”, el Bomba, le responde sin tapujos que se fue a “hacer un mandado, a comprar una bolsa de droga”. En una charla con un rosarino, Fernández recibe una oferta por una “buena onda, linda, a 150 el pelpa” que también podía adquirir “por bolsa”.
Austin habla mucho con Gallardo. De comprar y vender. De conseguir, de tener “una mano”, del “trámite de las flores”, de “cuánto quiere” tal, de “ramos” de “un solo coso”, de “un poco más de la medida”. “Tenés que verla, tenés que verla, te vas a querer morir”, dice en una charla que para la Justicia sólo puede hablar de cocaína.
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