Con una nueva denuncia, las víctimas de Pablo Pérez se organizan para ayudar a que otros hablen
Un joven de 22 años que fue abusado por el violador serial cuando tenía 11 decidió denunciar en la Justicia antes de que el delito prescriba. Las víctimas que lograron condenas contra el perverso violador serial se pusieron a disposición de la familia y comenzaron a organizarse para contribuir a que otras personas que hayan sufrido lo mismo se animen a hablar. Aseguran que, en total, podrían ser más de 15 los chicos y chicas que fueron sometidos por Pérez.
Si es cierto que “sólo una cosa no hay: es el olvido”, algo tiene que haber. Debe ser la reparación. No del daño, que para lo que se va a contar en esta página tampoco hay. Pero sí del dolor, de la sensación de culpa, de la de haber sido convertido o convertida en nada. Sí del sometimiento. Reparar es reconstruir. Las víctimas del violador serial Pablo Pérez que ya lograron que fuera condenado trabajan todos los días para ello. El lunes se sumó en Fiscalía una nueva denuncia. Y quieren que sean más. Porque hay más chicos y chicas que no van a olvidar, pero pueden reparar y ayudar a otros a que reparen.
A casi 10 años del caso que permitió detenerlo y encarcelarlo luego de tres juicios con seis víctimas, el único violador serial de la historia delictiva de San Pedro, Pablo Enrique Pérez, volvió a ser noticia.
Primero porque pidió salidas transitorias y la madre de su nueva novia, madre de cuatro nenas, se ofreció como tutora.
Luego porque volvieron a condenarlo y unificaron sus penas en una única sentencia a 21 años que cumplirá en 2031, cuando tenga 52 años de edad.
Desde el sábado, porque deberá enfrentar un nuevo juicio, tras la denuncia de un chico de 22 años que fue víctima de sus perversiones cuando tenía 11 y que ahora, tras haber vivido el doble de días desde esa tarde en que la vida le cambió para siempre, quiere que la reparación espiritual que ya logró sea justicia. Para él y para tantos otros que todavía no se animan.
La semana pasada vio la foto de Pablo Pérez en La Opinión. Charló del tema con su novia y se reunió con sus padres para contarles que esa cara era la de quien en 2007 había abusado de él una siesta, cuando iba para el club. Nunca lo había dicho. Ni siquiera en 2015, cuando ocho años después de la vejación, logró contarle a su familia lo que había sucedido.
“Quiero que el tipo siga en la cárcel y hacer la denuncia”, le dijo al abogado Mauricio Gugger, que lo patrocina en la demanda penal que el lunes fue presentada ante la fiscala Viviana Ramos, la misma que se hizo cargo de las causas contra Pérez cuando Gabriela Ates fue suspendida rumbo a su destitución y que logró la última condena.
La colaboración de quieneslo condenaron
El joven está entero. Dispuesto a no callar. Supo que había una posibilidad de que saliera de la cárcel para venir a San Pedro dos veces por semana y decidió que había que impedirlo. Sus padres llegaron a la redacción de La Opinión para contactarse con “otras víctimas para saber si hay otros chicos” que pasaron por lo mismo.
Desde entonces, están en contacto con al menos dos víctimas de Pablo Pérez que lograron condena y que están dispuestas a hacer todo lo posible para que otros que, como ellas, hayan sido sometidas por el violador serial hablen, denuncien, sepan que es posible la reparación.
“Queremos ver si podemos, todos juntos, hablando, para que si alguien fue víctima de una violación en esos años y la metodología era la de Pablo Pérez nos avise y ver si los casos no denunciados se pueden presentar”, contó una de las dos mujeres que se puso a disposición de la familia que presentó la última denuncia. Su deseo es colaborar, “sobre todo, para sanar la herida de quien quizás no habló nunca”.
Saben que el violador serial tiene un perfil de Facebook y que lo usa seguido. Incluso hasta se supo que quiso contactar a una exnovia. Eso, aseguran, es preocupante. “Más de una nena puede caer en el juego. Hoy, un celular es un arma con este tipo. Hay tantos papás que no controlan conversaciones y él busca siempre nenes menores. Creo que debemos instalar conciencia y mucho cuidado”, señalaron.
Ellas cuentan, entre 2006 y fines de 2008, alrededor de 16 casos de abuso que coincidirían con la modalidad registrada en los hechos por los que fue condenado. También coincide con lo que relató el joven de 22 años que ahora lo denunció.
Saben, claro, que el proceso no es fácil. “Es muy largo, y todo el tiempo te hacen sentir vergüenza”, contaron. Pero creen que, con ayuda, es posible atravesarlo. Y están dispuestas a acompañar.
El crudo relato de una víctima
“Iba a sexto de escuela primaria, se dirigía a un club de la costanera por una calle que lleva a la barranca y una cuadra y media antes, este sujeto estaba en la combi que manejaba. El nene venía en bici, le pide ayuda porque se le había roto algo de la combi: dame una mano, subite y bájame algo”, contó Mauricio Gugger sobre la jornada en la que su representado fue víctima de Pablo Pérez.
“Se sube y no había nada, el nene con la inocencia de 11 años, y esta persona que le dice ‘fijate bien abajo, que tiene que haber algo’. Traba la puerta y lo lleva al fondo de la combi, la que tenía cortinas de terciopelo rojo o bordó, y lo somete sexualmente. El sometimiento fue total, el tipo ejerció una fuerza incontrolable sobre el nene y lo sometió violentamente”, agregó Gugger
“Yo conozco a tu familia, a tus papás y si vos contás algo yo los mato”, le dijo al niño. Como le había dicho a tantas otras víctimas para que el terror no los abandone. Un día, el chico estaba en el auto de sus padres cuando lo vio salir de un negocio y lo reconoció. El miedo se apoderó de él y se escondió bajo el asiento.
El silencio duró ocho años, hasta que pudo decirle a sus padres lo que había sucedido. Cuando la semana pasada les contó quién era, la familia supo que el abusador tenía una trayectoria delictiva inenarrable. También recordaron que era el chofer de la combi que una y otra vez cumplía recorridos de rutina y trasladaba cada fin de semana a centenares de niños a competencias deportivas o viajes organizados por sus escuelas.
Manos blancas, buen perfume y un reloj
Tres detalles que parecen menores pero no lo fueron. Tres mínimos datos que hablaban de un perfil que la sociedad parecía poco dispuesta a tolerar porque “no cumplía” con las características del “típico violador”. Así lo gritaban sus amigos que hasta alguna vez amenazaron a periodistas que cubrían el caso. Pablo Enrique Pérez frecuentaba lugares públicos, tenía un trabajo conocido y sus contactos estaban entre el deporte, los clubes, el cuidado físico y la coquetería. El perfume, el reloj y el color de piel, lo delataron.