Con la ley en la mano, clausuran bares y emprendedores culturales buscan alternativas
El sábado clausuraron H&H, dos años después de inaugurar como un boliche sin estar habilitado como tal. La misma noche, un despliegue de inspectores y patrulleros hizo lo propio en el salón de eventos de una cancha de fútbol 5 donde tocaban bandas under, hoy cercadas por las dificultades para tocar en lugares habilitados. Vuelve el debate sobre la necesidad de figuras legales vinculadas a expresiones culturales.
Era ya domingo a la madrugada, aunque para todos se trataba de “la noche del sábado”. Con expresas órdenes del Ejecutivo municipal, Inspección y Policía recorrieron algunos establecimientos nocturnos. El parte informó una clausura, aunque hubo dos. Se desconoce cuántos comercios recorrieron y cuál fue la suerte en cada uno. Con expresión similar, en dos lugares bien distintos los asistentes se preguntaron qué sucedía, si hasta hace poco parecía que estaba “todo bien”.
Los casos son distintos, pero ambos emergentes de una problemática nocturna instalada hace mucho tiempo y complicada por las ordenanzas fiscal e impositiva vigentes, que grava la actividad de la noche con poco espacio para diferenciar entre grandes boliches, pequeños lugares de esparcimiento y salas de impulso cultural/artístico.
Dos años de boliche en un bar
HH Club inauguró, no sin polémicas, en abril de 2014. Desde entonces, funciona como un local nocturno en el que se baila y se bebe, con dos pistas, una de ellas en el denominado “VIP”, donde pasan música electrónica.
El sábado fue clausurado por personal de Inspección y Policía, que en los últimos meses volvieron a ofrecer novedades en sus recorridas nocturnas. A principios de mes, este comercio, ubicado en 25 de Mayo al 900, había sido infraccionado por exceso de volumen, lo que implica que no tenían colocado como corresponde el decibelímetro obligatorio.
En el transcurso de los últimos dos años, ese lugar fue clausurado en varias oportunidades por carecer de habilitación. Cuando la consiguieron, finalmente, fue como “bar”, es decir como un lugar con música funcional a menor volumen que el de las voces humanas y con espacio cubierto por mesas, con capacidad para 150 personas.
Desde entonces y hasta el sábado, cada fin de semana el personal de Inspección parece haber obviado lo evidente: que ahí funcionaba un emprendimiento con características de boliche que cada noche se excedía sobremanera respecto del factor ocupacional. De hecho, el sábado había 400 personas.
Simón Chediak, titular del local, confirmó todo en la red social Facebook, al tiempo que anunció para este fin de semana la mudanza a un lugar que ya habían alquilado con el objetivo de pasar del bar de 25 de Mayo a un histórico edificio bolichero de calle Pellegrini.
“Sufrimos una Clausura preventiva por dos causas reales, estábamos excedidos en Factor Ocupacional y habilitados como Bar. Por esta misma razón, los voy a invitar a todos este 30 de abril a la inauguración.
No son los primeros ni los únicos. Por lo pronto, son los que tras la clausura se hicieron cargo y cambian de lugar. Hay otros a los que no van a visitar, a pesar de que rigen medidas judiciales al respecto. Incluso hay otros que inauguraron hace poco y pagan tasa “sin show”, que vale la mitad”, pero ya tuvieron sus primeros eventos sin que nadie los fuera a visitar
Cierran los bares por donde van
Las dificultades para los músicos en San Pedro, especialmente para los de la cultura Rock, no son novedad en la ciudad. Los escenarios son pocos y en algunos casos eran apuestas de integrantes de bandas que decidieron impulsar un emprendimiento, cansados de sufrir la situación.
Hoy, los espacios están cerrados. El bar que oficiaba de núcleo del under fue clausurado por no contar con el decibelímetro y tampoco puede reabrir porque la ordenanza fiscal no contempla su actividad de espacio cultural independiente. Si quieren recitales, hay que pagar como “pub con show”, 8400 pesos por mes, o como “confiterías bailables y similares”, $ 10.500. “No te cierran los números, nunca”, coinciden varios que tienen el ímpetu de impulsar actividades relacionadas con la música en vivo, porque, hay que decirlo: hay público ávido de ello.
El sábado, dos bandas tocaban en un pequeño salón de eventos ubicado dentro del predio de una cancha de fútbol 5, en Chivilcoy al 1800. Anunciada como “una fiesta privada” en las redes sociales, el show fue suspendido cuando irrumpieron inspectores y policías, que clausuraron el lugar por no contar con habilitación “ni para hacer un asado entre amigos”.
Ya habían sufrido advertencias de clausura por otro local, propiedad de un hombre del Poder Judicial, donde, sin embargo, la misma noche del rock suspendido, había una “fiesta privada” que no fue “advertida” por los funcionarios competentes.
Los ánimos quedaron caldeados en el ambiente rockero, donde llegaron a plantearse dudas acerca de una “persecución” a la movida. Más tarde y más calmos, comenzaron a plantearse alternativas que esperan cristalizar en proyectos, mientras analizan pasos a seguir (ver recuadro).
Las propuestas municipales en los últimos años se reducen a eventos en plazas, ferias y fiestas especiales. Por ejemplo, las dos salas teatrales públicas de la ciudad no tienen música en vivo hace tiempo. Los proyectos que alguna vez se plantearon para impulsar grabaciones y shows en vivo que permitan la autogestión duermen en cajones. El Canaletas Rock pasó de ser un evento anual tras ciclos de tres a cuatro fechas por año.
“Si esto sigue así, la oferta cultural quedará reducida a lo que propongan desde la Dirección de Cultura, y el rock es un movimiento que prefiere hacer las cosas por sí mismo”, dijeron quienes la misma noche de la clausura ya estaban proponiendo alternativas.