¿Cómo fue tu infancia, Daniel Corti?
Juanita Lafalce tiene 12 años. Es alumna del colegio San Francisco de Asís. Un sábado vino a La Opinión y Sin Galera, se quedó toda la mañana y planificó una serie de entrevistas con adultos, para saber sobre su infancia y compararla con la de los chicos de hoy, como ella. Para esta séptima entrega estuvo con el reconocido actor, director y profesor de teatro.
Estuve con Daniel Corti. Él es artista y profesor de teatro. Me recibió contento “y ansioso por tus preguntas”, según me dijo. Lo primero que le pregunté fue su edad. No me quería decir, pero después de mi insistencia respondió: 44.
“Te aburrías de chico?”, consulté. “No recuerdo un momento de aburrimiento. Sí disfrutaba muchísimo las vacaciones de invierno y verano, ir al campo de mis abuelos, andar a caballo, juntar huevos de gallinas, en invierno las carneadas, un montón de acontecimientos que llevo en mi corazón. En la escuela jugábamos mucho al ladrón policía y ese tipo de juegos, así que tampoco recuerdo haberme aburrido”, aseguró.
Le pregunté, entonces, a qué jugabas. “En el campo yo era un loco por transformar todos los espacios en escenarios, entonces de pronto era un cura dando la misa o era un payaso en un circo, jugaba mucho al espectáculo y tenía público que eran los animales, el pasto, los aplausos eran el viento, y a veces agarraba la bicicleta y me iba de tranquera a tranquera, yo sentía que era una persona importante que iba en la limusina y estaban los
distintos animales, las ovejas, las vacas, y demás y cuando yo pasaba entre medio, sentía que era gente que venía y me pedían autógrafos, me saludaban y demás, todo ese tipo de delirio que tenemos los chicos”, me contó
entre risas.
“¿Veías televisión?”, quise saber. “Sí, sí. Veía. No era una de las cosas que más me gustaba hacer, pero veía: Los Tres Chiflados, Las Trillizas de Oro, El chavo del Ocho, El Zorro”, enumeró. “¿Hacías algún deporte?”, consulté. “No. Intenté con básquet, natación, pero ninguno resultó, no soy bueno para los deportes y no me gustan, y de hecho mi madre en una oportunidad me llevó al médico, porque ella consideraba que yo no era normal, me tenían que gustar sí o sí los deportes, y no: a mí me gustaba pintar, las clases de música, cerámica, había una casa vieja, daban clases de cerámica y yo me pasaba horas, disfrutaba mucho del trabajo con la arcilla, para mí era majestuoso”.
Quise saber si a Daniel le hicieron bullying alguna vez. “De niño, no; de adolescente, sí. Por suerte tengo muy lindos recuerdos de mis compañeros, yo esa etapa la asocio mucho no sólo con la familia, que tuve una familia divina, con mucha contención, con mucho amor, pero en cuanto a lo educativo, la directora, el equipo docente, recuerdo muy lindos afectos y también mis compañeros de la escuela primaria, conservo muy lindos cariños, ni hablar de las salidas educativas y las idas a Buenos Aires que eran ’guau’, el ItalPark, me encantaba ir a la montaña rusa, y en séptimo grado, el viaje de egresado, era a Buenos Aires, y a mí, justo cuando se hace el viaje, me tienen que operar del apéndice, así que no tuve mi viaje, eso quedó como pendiente”, me dijo como si todavía extrañara no haber hecho ese viaje.
“¿Hoy en día manejás celular, tablet, computadora?”, le pregunté. “Sí, manejo todo eso. Tablet no manejo porque la vida es como que te va llevando, ahora si vos me das a elegir yo no lo elegiría, pero tiene sus cosas interesantes. Hoy por hoy es valiosísimo a través del Smart ver Netflix, haciendo las pausas que consideres o quieras y no depender de un horario para ver una novela o serie, eso es lo maravilloso que tiene internet hoy día”, me dijo.
“¿Tenés red social o manejás alguna aplicación?”, interrogué. “Tengo Facebook, hoy por hoy es una rutina, ya me aburre un poco, pero en su momento, me ponía muy contento porque me encontraba con personas de años, imagínate en 44 años la cantidad de personas con las que uno generó un vínculo y las que me encantaría poder localizar, pero me he reencontrado con compañeros, así que es muy interesante”, aseguró.
“¿Te cuesta manejar la tecnología?”, pregunté. “Sí, soy un desastre, agarro el teléfono porque estoy en algún acontecimiento y quiero sacar una foto, y me cuesta encontrar la aplicación, después me voy dando como maña,
pero lo básico. A mí cuando me hablan de los gigas, le digo ‘a mi háblame en castellano’”, dijo.
“Me acuerdo que cuando me hablaban de la entrada USB o del pendrive, ‘¡Ay, esto qué es!’, pensaba, y resulta que era un aparatito en el que entraba un montón de música y uno antes tenía los discos, los cassettes, si vos querías ir a la casa de alguien te ibas con 10 longplays que eran grandísimos, o una caja pesada llena de cassettes y hoy por hoy en un cosito chiquito te entran 10 horas de música, y esas cosas me cuesta como interpretarlas entenderlas, pero después que las comprendo y entiendo, chocho”, agregó.
Terminé, como siempre, pidiendo el mensaje para nosotros, los niños, y me dejó uno muy lindo: “Me encantaría que ustedes puedan vivenciar alguna de las cosas que yo he vivenciado, que vos me hiciste recordar hoy, por ejemplo, el contacto físico con el otro, a través del cambio de figuritas, de la payana, el salto a la soga, tantas otras cosas. Yo soy docente, pero se ve mucho el empujarse, el correr sin sentido, el hacer bullying, para mí eso antes no existía, no tengo un recuerdo así”.
“Nosotros esperábamos el recreo para compartir una golosina, volver a construir los valores que no se pueden comparar, el rescatar la felicidad, el no aburrirse, y eso te lo da el hecho de compartir con otro compañero, con otro amigo, todo lo que tuvo las redes sociales de beneficioso para mucho avance y demás, creo que le restó acercamiento a lo personal, creo que le quitó el intercambio de miradas, de afecto, de compartir, que valoren a la familia, que respeten a los mayores, que no pierdan esa inocencia, esa espontaneidad, esa alegría que es la base, después, de ese adulto, y ese adulto después va a hacer un esfuerzo para conectarse todo el tiempo con ese niño que alguna vez fue”, finalizó Daniel Corti.