¿Cómo fue tu infancia, Cecilio Salazar?
Juanita Lafalce tiene 12 años. Es alumna del colegio San Francisco de Asís. Un sábado vino a La Opinión y Sin Galera, se quedó toda la mañana y planificó una serie de entrevistas con adultos, para saber sobre su infancia y compararla con la de los chicos de hoy, como ella. Cuando el intendente visitó Sin Galera, aprovechó para hacerle sus preguntas.
El sábado 04 de agosto nos encontramos en el estudio de Sin Galera con el intendente municipal Cecilio Salazar y Lilí Berardi me dio la oportunidad de poder hacerle unas de mis preguntas en vivo. Así que “¿a qué jugabas de chico?” fue mi primera consulta.
“Con una pelota de trapo y con una ruedita que le ponían un alambre e ibas corriendo”, respondió. Lilí intervino para pedirle que me explicara cómo era eso. El intendente contó: “Había una ruedita redonda a la que uno le hacía como un arco con un alambre y uno, corriendo, la llevaba adelante. Uno se divertía con eso”.
“Después, en el barrio jugábamos con la pelota de trapo, que eso era casi todo nuestro día, hasta que nuestras mamás nos decían ‘siete de la tarde tienen que estar acá’ y teníamos que estar a las siete de la tarde, porque antes era así, las mamás, si no, te daban unos chirlos”, comentó.
Lilí le preguntó si no era triste que la pelota de trapo no rebotara. “No para nada, era la única forma de poder jugar al futbol, se hacía con trapos viejos y demás y los metíamos en una media, bien apretaditos, y empezábamos a dar vuelta la media. Rebotaba poco”, contó Salazar.
“Mi viejo era empleado ferroviario y en la revolución de los militares lo echaron porque era peronista, pero en ese momento que trabajaba en el ferrocarril nos pudo comprar una pelota de goma grande, y esa rebotaba”, agregó el Jefe Comunal sobre el tema del fútbol en el barrio.
Hablar de su padre le trajo a la memoria una anécdota de una travesura suya: “Recuerdo que mi papá tenía un reloj despertador grande, de esos que se dan cuerda, y por curiosidad se lo desarmé todo, imagínate cómo se puso mi viejo”.
Mi cara de sorpresa hizo que en la mesa le pidieran que me explicara mejor. Entonces me contó que antes el psicólogo “era una chancleta” y que su madre “tenía un buen psicólogo”. “Era una chancleta o un cinto colgado, entonces yo me portaba re bien”, me contó. También me dijo que la maestra tenía un puntero y que su miedo era que la maestra le cuente a su madre que se había portado mal, porque ligaba doble.
“¿Hoy en día, cómo te manejas con la tecnología?”, le pregunté. “Trato de adaptarme un poco. En realidad, no sabía ni prender la computadora, no teníamos. Después, cuando estuve en mi trabajo, obligatoriamente tuve que llamar un profesor y fui aprendiendo”, contó.
“Hoy me comunico mucho con la gente a través del celular, tengo una comunicación permanente con la gente, así que mi tecnología es el celular”, aseguró. En la mesa me contaron cómo antes escribían a máquina, que era necesario para conseguir un puesto de trabajo como secretaria y que se tomaban exámenes súper rigurosos.
“¿Qué mensaje nos podría dejar a nosotros, los niños?”, le pedí. “Que estudien mucho, que le hagan caso a su mamá, a su maestra, que las respeten, que respeten a los abuelitos, que se respeten entre ustedes los niños, mi
mamá nos enseñaba siempre que respetemos a los mayores”, recomendó y agregó: “No escuchar las conversaciones de los papás, todas esas cosas que pasaban antes. Yo no me atrevía. Si venía una visita, estar escuchando estaba prohibido”.
“Les diría que sean solidarios, que sean compañeros. Yo vengo de un lugar muy humilde y mi madre nos enseñaba que ayudemos a aquel que necesita algo, que se lo demos. A veces es fácil dar cuando uno tiene mucho, y eso es lo valorable cuando uno tiene poquito”, reflexionó.
“Eso es lo que trato de transmitirles a mis hijos, que se alejen de las cosas malas, de la droga, que es lo peor que le puede pasar a un chico, y por suerte ninguno de mis hijos está involucrado en esas cosas. Eso es lo que le quiero transmitir a estas nuevas generaciones. Tengo mucha fe que el país va a cambiar, porque si no, lamentablemente, no vamos por buen camino, la droga es lo peor que existe hoy para los chicos”, dijo.
Lilí me recordó que me salteé la pregunta acerca de si le hacían bullyng, así que lo consulté al respecto. “No recuerdo, no existían esas cosas. Lo que si me decían ‘Sapito’, porque a mi viejo le decían ‘Sapo’, porque viste que muchas veces el apodo del padre se replica en los hijos, pero no era con mala intención”, respondió y terminamos todos entre risas.