Club del Trueque: de 1996 a 2023, el amor propio y la necesidad en el “shopping de los pobres”
Un paquete de azúcar por análisis clínicos, la prestación de un servicio por atención médica. Empanadas, pizzas y tortas hechas por mamá y papá, para que sus hijos tengan "ropa linda". Los recuerdos del trueque que se disparan al compás de la inflación. No había planes sociales, sólo necesidad y amor propio, hasta que entraron los especuladores.
“Si bien ahora entendemos de adultos que los trueques se realizaban por necesidad, para los que crecimos sin lujos era como ir a un shopping. Qué hermosos recuerdos”, comentó un usuario de Facebook en Sin Galera.
En estas primeras semanas de mayo se viralizó que una sampedrina organizó un trueque en su casa y La Opinión recordó viejas tapas y fotografías del archivo que compartió en el programa del sábado. En las noticias del 24 de julio del año 1996, los vecinos cambiaban comida por una camisa.
Hubo casos, como el de una mujer que ofreció su servicio de imprenta para recibir atención médica y Carmen que entregó azúcar, yerba, harina o aceite a cambio de unos análisis clínicos.
Así fueron las cosas cuando arrancó la tímida propuesta de una vecina de la ciudad con un tablón en la puerta de su casa y el regreso de una modalidad milenaria en la que el verbo trocar se popularizó como “truequear”.
Las familias le asestaron un golpe duro al libre mercado y en plena crisis del 2001, cuando los planes sociales sólo se reducían al “Jefes y Jefas”, se reinventaron e ingeniaron para conseguir lo que necesitaban a cambio de algo que dependía del esfuerzo propio.
Tras la lectura de las notas de archivo que evocaban aquellos tiempos nació una propuesta: el sorteo de pastas para 6 personas de El Tete a quien entregara una anécdota de aquel entonces.
“¡Qué recuerdos! Una señora me cambió un paquete de azúcar y gaseosas por una caja llena de ropa impecable para recibir a mi bebé. Me salvó un montón”, dijo Cintia y abrió la participación.
Otra mamá que procuraba el bienestar de su familia recordó: “Si habremos hecho trueques. En ese momento, con mis nenes chiquitos llevaba tortas, pasteles, pan casero y lo cambiaba por ropa para ellos o mercadería. Ayudaba un montón en la casa. Qué lindo sería que vuelva”.
También Karina compartió: “Cuántos recuerdos me trae a mi memoria. Mi mamá ya sabía en qué lados y qué días había reunión de trueques. Era la forma de darnos un gusto de tener algo que no podíamos comprar”.
Erica comentó: “Qué hermoso recuerdo. Conseguí de todo para mi casita, recién empezaba y estaba embarazada de mi primera hija. Era el shopping de nosotros, los pobres”.
Además entre los comentarios enumeraron que llevaban empanadas, tartas, pan casero, dulce, verduras, pizzas, bandejas de pastas y papas fritas, y lo intercambiaban por ropa u otros alimentos.
Algunos opinaron: “Sin que nadie se ofenda, esto fue un época triste y vergonzosa, y ahora vamos por el mismo camino”.
En el caso de Neri, su conclusión fue la siguiente: “En estos días que está tan en boca de todos las colectas de Santi Maratea y recordando esas épocas de los clubes del trueque, queda demostrado que si el argentino se organiza es capaz de sacar adelante hasta la situación más adversa. Lo mejor y peor que tenemos los argentinos somos justamente nosotros mismos. Capaces de votar una y otra vez a los mismos personajes que nos hunden pero también capaces de levantar el país a base de solidaridad y esfuerzo”.
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