Es una flor con la que todos nos relacionamos en algún momento de la vida …o de la muerte.
Por eso protagoniza muchas historias.
Una, ligada casi a la superstición, proviene de la Universidad de Oxford en Inglaterra.
Durante la época de exámenes los estudiantes llevan claveles blancos para la primera materia, rosados para las intermedias y rojos para el final. Esta costumbre tuvo su origen cuando se usaban tinteros: se sumergía un clavel blanco en tinta roja para el primer examen, con los días los pétalos iban tornándose rosados, hasta quedar completamente rojos una semana después coincidiendo con la última evaluación.
Otra, lo vincula nada menos que con un golpe de estado.
La Revolución de los Claveles es el nombre del levantamiento del 25 de abril de 1974 en Portugal, que finalizó con una dictadura de 48 años. Durante la madrugada, una florista regresaba a casa cuando un soldado le pidió un cigarrillo. Ella sólo pudo ofrecerle un clavel que él puso en la punta de su fusil. Sus compañeros repitieron el gesto con claveles que les alcanzaban los vecinos de toda Lisboa, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas.
Pero su propia historia, la de su cultivo, se remonta a los antiguos griegos y romanos. En esos tiempos los claveles eran predominantemente rosados. Con los siglos y los cruzamientos se llegó a la amplia paleta de colores disponible hoy: rojos, rosados, jaspeados, amarillos, blancos, púrpuras y hasta verdes. Sí, cultivares verdes son muy valorados en los países que celebran la festividad de San Patricio.
La popularidad de esta flor no disminuye y hoy ocupa los primeros lugares entre los cultivos ornamentales a nivel mundial, siendo Colombia su principal productor.