Clase 1: Acerca de “la historia”
Eduardo Van der Kooy: “tuvieron que inventar un relato…”.
Julio Blanck: “Sí, la historia oficial…”.
Causa por lo menos asombro la pobreza conceptual de dos de las principales figuras del Grupo Clarín, quienes con la intención de desautorizar la decisión del Gobierno Nacional de enviar al Congreso un proyecto de ley que declare de interés público la producción de papel de diarios y delegar en manos de la Justicia la tarea de revisión de los probables crímenes que se produjeron en la venta de Papel Prensa en 1977 hablen de “invento” como si fuese sinónimo de “mentira”.
Por el destacado lugar que ocupan (periodistas que deben informar a la población) ellos debieran saber que toda historia es recién tal con el relato que la cuenta, la historia es necesariamente una “invención” porque no puede dejar de ser una construcción narrativa, una literatura que legisla sus propios códigos de operación y verosimilitud. Esa invención de preguntarse por el pasado -por lo ido, por lo que se ausentó para siempre- es el riguroso armado de una constelación de indicios, de argumentos, de datos reunidos, cada vez que por primera vez, por alguna escritura abrirá entonces la historia. Y alumbrará una historia dónde todavía no hay nada.
La invención no es una especie de “complot” o desvirtuación contra una supuesta memoria científica, objetiva, neutral, que nos está esperando intacta y pura allá en el pasado como una ruina a fotografiar o un objeto de museo a visitar. La historia oficial es la historia de los dueños del poder (¿alguien todavía cree que el poder reside en los Estados Nacionales en un mundo globalizado y manejado por las grandes corporaciones empresariales?), aquellos que se refugian en la historia, creyéndola muerta, quieta, para negar el presente, que se mueve y cambia; y también para conjurar el futuro. La historia oficial nos enseña la historia para que nos resignemos, conciencias vaciadas, al presente: no para hacer la historia, que ya está hecha, sino para aceptarla. Hay que revisar la historia de Papel Prensa porque hay que conversar con la historia, preguntarle de qué diversos barros fue nacida, de qué actos de violaciones viene.
Clase N° 2: Acerca de la democracia
Mariano Grondona: “Kirchner, como Chávez, tiene una concepción “bélica” de la política. De acuerdo con esta hipótesis, el ex presidente no percibe a cada uno de los conflictos que él mismo genera como acontecimientos aislados sino como batallas de una única “guerra”: la del poder. Lesionando por completo la democracia…”.
Antes que nada, el lector merece un pedido de disculpas. Interrogarnos sobre los alcances y los límites de nuestro tiempo democrático analizando el discurso de alguien que sistemáticamente la ha horadado a través de sus editoriales parece un contrasentido, pero no lo es. Resulta que las palabras escritas por Grondona son, en estos tiempos, intercambiables con las de Morales Solá (¿cómo olvidar que fue el escriba de Bussi en “La Gaceta de Tucumán” en épocas dictatoriales?), Marcos Aguinis, J. J. Sebreli, Carlos Pagni, entre otros. La visión que defienden reduce la democracia a “calidad institucional”, “división de poderes”, “seguridad jurídica”, “respeto a la propiedad privada”, etc.
Sin duda que sin estos juegos institucionales la democracia se desvanece, se pierde en el aire, pero también se transforma en un lugar vacío si queda atrapada en estos aspectos puramente formales, dejando de lado por “anacrónico” el “litigio por la igualdad”, es decir, el conflicto que surge entre los incontables de la historia, los desposeídos de todos los bienes (materiales y simbólicos) y quienes, hablando de democracia, suelen quedarse con toda la riqueza socialmente producida. La democracia es la forma de lo diverso, el ámbito formal y material por el que circulan las voces y los cuerpos de la pluralidad. El problema es mitologizar la dimensión “institucional y legal” de la democracia, arrojando al tacho de los desperdicios la lucha por la igualdad, como si fuese un deslizamiento hacia el peligro “populista”, la nueva “bestia negra” que reemplaza al antiguo “demonio comunista”.
En América Latina la época signada por la recuperación de la democracia no supuso el avance de la equidad ni la justicia redistributiva; por el contrario, lo que creció exponencialmente entre los años 80 y 90 fue la desigualdad y la concentración de la riqueza transformando al continente sudamericano en el más desigual del planeta. Lo llamativo es que en el preciso momento en que en varios países de la región buscan acortar distancia entre la dimensión formal de la democracia y las deudas sociales impagas hacia las grandes mayorías populares, se alzan las voces de alerta de los defensores del establishment y despliegan un arsenal retórico nutrido con los más soeces y ultrajantes vocablos tales como “fascismo”, “totalitarismo”, “Estado terrorista”, “autoritarismo”, “censura”, etc. Sus descripciones de los gobiernos de Chavez, Ortega, Evo, Correa, Kirchner o Lugo son intercambiables con las que se podía hacer, en otro contexto, con los regímenes del fascismo histórico.
Algunas preguntas sobrevuelan como moscas en mi cabeza. ¿No acrecienta la democracia el proyecto de ley que declara la producción y la distribución del papel como un “bien social”? Ellos denuncian al “matón” Moreno para no hablar del tema de fondo.
¿No implica un aumento de la democracia la ampliación de derechos civiles que significó la ley de matrimonio igualitario? Ellos se ponen en biologistas y denuncian ir en contra de la “naturaleza” (cuac).
¿No representa un gesto profundamente democrático la derogación de las leyes de la impunidad y la reapertura de los juicios por crímenes de lesa humanidad? Ellos hablan del vengativo Néstor y su odio a los militares, empresarios, periodistas, etc. y proponen una reconciliación sin memoria, ni verdad, ni justicia.
¿No es un avance democrático la ley de servicios audiovisuales? Resulta llamativo que a los sampedrinos no los moleste la “libertad” de elegir entre Cablevisión Multicanal, Cablevisión Multicanal y Cablevisión Multicanal como únicas posibilidades para acceder al cable.
¿No amplía la democracia el proyecto de ley que reclama la participación de los trabajadores en las exponenciales ganancias de las empresas de más de 300 empleados? Aquí denuncian las violaciones a la propiedad privada y reclaman “seguridad jurídica” para que los que más tienen tengan más y más y más.
Mientras la democracia está amenazada, las instituciones prostituidas y la memoria mentida vilmente por las nuevas “bestias negras”, la última trinchera que nos queda para defender la libertad lleva el nombre del señor Magnetto y del Grupo Clarín. Mmmmm….
Juan Cruz Blanco, E-mail: [email protected]