Cincuenta y siete mil jornales menos en el último año
La crisis del sector frutihortícola es terminal. En el último año el desmonte fue masivo, los productores no pueden mantener las plantaciones y cada vez más trabajadores rurales pierden sus fuentes de ingreso. Las políticas paliativas no alcanzan y el diagnóstico de la Mesa Multisectorial es lapidario: la estructura productiva sampedrina cambió para siempre.
“Brujas en fila parecen de noche los naranjales”, cantó un poeta correntino para describir el camino nocturno en la zona de la costa del Paraná en el litoral, tan parecida a la sampedrina. El perfume de azahar y el paisaje florido que ofrecían los durazneros tiende a ser un vago recuerdo que las generaciones futuras oirán como letanía de sus abuelos sobre tiempos idos.
El sector frutihortícola ha sido desde la fundación de San Pedro el pilar de la estructura productiva local. Sin embargo, la situación crítica de los últimos años arrastró al desmonte masivo, a la siembra indiscriminada de soja, a los números aterradores que un comunicado de SEDA y Uatre –los gremios que representan a los trabajadores rurales– reveló el fin de semana: 280.000 plantas de cítricos y duraznos (540 hectáreas) fueron arrancadas en el último año y medio; 57.000 jornales menos; 4.500.000 pesos que los trabajadores rurales no cobrarán, que el circuito de consumo local no recibirá.
El trabajador rural cobra 77 pesos de bolsillo por jornal. Eso cuando podía trabajar durante los cuatro meses de cosecha, dos de duraznos y dos de naranjas. En cada uno de esos meses, cumple con unos veinte jornales, lo que le reditúa unos 1.500 pesos por mes, aproximadamente. En los cuatro meses de cosecha suma unos 6.000 pesos, con los que deberá mantenerse durante todo el año si no consigue alguna otra changa. Son 500 pesos por mes, menos que una jubilación mínima, para hombres y mujeres que por lo general están al frente de sus familias. Los miembros de la bolsa de trabajo de Uatre son unos 1.300.
Los de SEDA, el sindicato de los embaladores de frutas, sufren otro tanto. Su jornal promedio asciende a 85 pesos. Sus afiliados a veces trabajan hasta seis meses, porque los galpones de empaque suelen recibir fruta desde otros lugares de producción para ser embalados en San Pedro y transportados desde el puerto local. El promedio da un total de 1.700 pesos por mes durante seis meses; unos 10.200 pesos anuales, que da como resultado un promedio de 850 pesos por cada mes del año. Los trabajadores nucleados en este gremio ascienden a 1.200.
“Es complicado, pero tratamos de rebuscárnoslas; algunos en la construcción, pescando, haciendo changas de todo tipo. El tema es que se trabajaba cuatro meses, pero por lo menos era algo. Ahora ni eso”, dijo un trabajador del sector.
“El futuro es negro. Sin la fruta uno se tiene que poner a pensar que no va a conseguir otro trabajo, porque los que laburamos en el campo no estamos muy preparados para otra cosa y podíamos changar mientras no había cosecha, para ir aguantando, pero todo el año así no vamos a poder”, relató otro jornalero.
El trabajador rural tiene una modalidad de consumo similar al promedio, con la particularidad de que buena parte de su sueldo queda en el circuito localizado de su propio barrio, donde el almacén del vecino es el lugar elegido para las compras cotidianas. “Cuando los muchachos de la fruta no tienen trabajo se siente mucho”, afirmó un comerciante barrial. “Ellos compran todo acá, en el barrio, y son nuestros principales clientes. A medida que la fruta desaparece vamos desapareciendo los comercios chicos también”, lamentó otro almacenero.
Daniel Biscia, Presidente del Centro de Comercio opinó que “uno de los problemas con la fruticultura es no haber previsto los golondrinas que venían en la buena época. En vez de mantener a los de acá, se hizo venir gente para conveniencia de los productores y se llenó de gente en los barrios, el laburo se terminó y toda esa gente se quedó acá. Hay que prever y planificar, lo que no hay es planificación de la ciudad. Con el tema arándanos y demás hubo un furor y se llenó de gente, ahí trabajan 400 ó 500 personas y si no alcanza la de acá, piden afuera, y si los ves cómo viven en sus provincias, se quedan acá, cualquier cosa es mejor, una vez que están acá no se van más. Si vienen del conurbano, ni hablar. Acá si no tenés para comer, te vas a algún monte y volvés con camotes y naranjas. Por eso también hay conflictos de seguridad, porque quedan boyando, se aburren de no hacer nada y surgen esos problemas”.
Lo cierto es que la cuestión es grave. Los productores se quejan por las condiciones económicas, que le impiden mantener competitividad y rentabilidad en la fruta: “Lamentablemente te ves obligado a levantar todo. No hay forma, te empujan a plantar soja o arrendar para los sojeros, pero la naranja y el durazno es para morirse, hoy por hoy si te va mal te arruinas para toda la vida”, relató un productor. “Si consultás a los que hacen desmontes para pedirles un turno te lo dan para dentro de cuatro meses, eso te da una pauta de que el desmonte es irreversible, nadie puede mantener las plantaciones y muchos arrancan todo con el dolor de no haber podido seguir con el sueño de sus padres o sus abuelos”, expresó otro productor.
Los números se desprenden de un diagnóstico que los gremios hicieron junto a los productores nucleados en Caproem y la Secretaría de Producción y Turismo de la Municipalidad.
El diagnóstico es lapidario. La situación del sector es crítica y todos los eslabones de la cadena de producción coincidieron en describir la situación como “terminal”. “La estructura de producción local cambió radicalmente y no tiene retorno”, aseveraron.
Una carta enviada al Gobernador Scioli solicita “una rápida instrumentación de políticas públicas que eviten que la fruticultura retroceda hasta desaparecer y que permitan reparar el enorme daño social que está ocasionando”.
Los subsidios entregados por la Provincia para que los productores paguen jornales no alcanzan a cubrir lo necesario. El Interzafra se paga a cuentagotas y es un paliativo que no puede durar demasiado. Las bolsas de comida para los afiliados que cubre una porción de la emergencia alimentaria llegó en mayo y recién otra vez en agosto, pero es una asistencia momentánea que no podrá suplir los ingresos que, aunque escasos, brindaba la producción frutihortícola, que camina por el sendero del olvido rumbo a la desaparición total.
Poca repercusión del paro
Los productores agropecuarios locales se sumaron a las jornadas de protesta que en todo el país convocó la Mesa de Enlace, en el marco del paro de comercialización de granos y hacienda a nivel nacional.
Unas setenta personas, entre productores, familiares y adherentes, se reunieron en el kilómetro 145 de la Ruta 9 el domingo a las 15.30. Permanecieron allí hasta las 18.00, con banderas y vehículos estacionados a la vera de la autopista, sobre el carril Rosario-Buenos Aires.
El viernes, tras la convocatoria realizada por Sociedad Rural local, Federación Agraria y autoconvocados sampedrinos, los gremios Uatre y Seda, una cooperativa de camioneros y el Centro de Comercio sumaron su adhesión. “No estamos convencidos del modo de protestar, pero sí del reclamo, apoyamos totalmente”, dijeron desde la entidad que nuclea a los comerciantes.
Los dirigentes de la Mesa de Enlace a nivel nacional se mostraron cautos respecto a la continuidad de la medida. Tanto el Presidente de la Sociedad Rural Hugo Biolcatti como el de Federación Agraria Eduardo Buzzi coincidieron en manifestar que “la medida es necesaria aunque poco útil” y que no se extenderá más allá de la semana pautada.
Al cierre de esta edición, una reunión en Seda decidía sobre el horario y la modalidad de la protesta, que continuará hoy al costado de la autopista Buenos Aires – Rosario. La Mesa Multisectorial se reúne hoy con el Ministro de Asuntos Agrarios Emilio Monzó.