CHAU, NÉSTOR – Por Elvio Macchia
Frente al féretro de Néstor Carlos KIRCHNER, cerca de sus acongojados familiares y cientos de miles de personas ajenas a él y que estaban igual, uno instintivamente hace una memoria y balance de su propia vida y surgen miles de interrogantes sobre si nuestro comportamiento ha sido adecuado en tal o cual circunstancia, o con tal o cual persona, si hemos sido justos o injustos, en fin, una interminable sucesión de análisis y contraanálisis. El resultado siempre es provisorio, como un conteo electoral: podremos ser mejor o peor en el futuro salvo que nos empeñemos seriamente en ser buenas personas que, a decir verdad, es una categoría para casi ángeles o santos!
“Siempre se mueren los mismos”, me decía entre dolido y enojado un compañero de militancia. “Nuca los h… de p…. que tanto daño le han hecho al país…”. Bueno quizá haya que apoyarse en la teoría de Marisol, quien explica que los malos de la sociedad deben vivir muchos años para pagar en vida su maldad.
Se nos murió EVA PERON, se nos murió JUAN PERON y ahora KIRCHNER… y a pesar de todo las fuerzas sociales que están de este lado del pueblo, siguen siendo invencibles!!!
Para muestra de este aserto basta ver cómo cientos de miles de personas salieron en caravanas y caravanas interminables a darle su último adiós, a un líder ya indiscutido.
No hay herencias tangibles en política, pero el capital que había construido Néstor fue con la ayuda y decidida colaboración de una persona inteligente, decidida, altamente capacitada y con una “calidad institucional” pocas veces vista, y que se llama CRISTINA FERNANDEZ, nuestra legítima PRESIDENTA.
Por eso cualquier comparación con historias pretéritas, son falsas o (lo que es peor), intencionadas.
No sé si habrá un “comando celestial” como escribieron en el tapial de ROSA militantes kirchneristas, pero sí me interesa para bien y salud de la república que, el modelo elegido de inclusión y dignificación del pueblo, siga enhiesto y vital, sin claudicaciones ni debilidades de ningún tipo. No sirven los hipócritas, ni los temerosos, ni los falsos. A fondo, si se quiere una patria como la que soñaron nuestros próceres