“Carta a quien decide caminar”, el texto de un profesor para los estudiantes del Fines
Patricio "Poli" Rosales fue docente en el plan Fines San Pedro de personas que decidieron terminar el secundario a través de ese programa. En un texto que difundió y del que solicitó publicación a La Opinión celebró la experiencia. "Las historias que ustedes traen en sus hombros dan pie a la posibilidad de crear saberes colectivos que nos quiten el cansancio y nos dejen imaginar, pensar, dudar, y sobretodo, crear", dijo a los estudiantes.
Por Patricio "Poli" Rosales
Hay algo que se hace imperioso en este mundo violento y aturdido: el esfuerzo por comprenderlo. El placer de jugar a descifrarlo, a darlo vuelta, a interpretarlo y re-interpretarlo; a pensarlo y re-pensarlo; a transgredirlo, convencidos de que toda realidad que nos oprima y silencie puede, y debe, ser transformada.
Las historias de quienes decidieron empezar a caminar confirman la vocación humana de juntarse a construir conocimiento. Fue la escuela la que tuvo que atender la demanda de garantizar un derecho inalienable; la que tuvo que acomodar sus tiempos para reafirmar la idea de que siempre hay tiempo para ser entre otros. No hay edad ni arrugas capaces de apagar el sueño de intentarlo. No debería existir el más mínimo impedimento para garantizar el acceso a la educación y la posibilidad de terminar la escuela. Un derecho que sólo se convierte en política indiscutida cuando se hace carne en las historias de sus protagonistas.
Pero es que a veces se nos hace costumbre resignarnos a la costumbre de no ser. De no tomar la palabra; de no ir un poquito más allá en la curiosidad del pensamiento, hoy que vivimos en sociedades cada vez más mediatizadas por discursos impuestos.
Siempre habrá una invitación a nunca cuestionar nada; a naturalizar la falta de oportunidades, la desigualdad, la violencia; a buscar enemigos donde sólo hay víctimas, y a hacerse amigos de quiénes sólo buscan abollar las ideas. A ser menos que la publicidad, y sobre todo, a creer que no tenemos tiempo. A medir el tiempo como si ya no hubiese más tiempo.
Es que hoy existen enormes y poderosísimos mecanismos de domesticación. La sobrecarga informativa que nos desinforma, y la cultura de aceptar que lo está es lo único posible parecen querer ganar terreno, permanentemente.
Por eso la escuela de adultos se vuelve imprescindible. Porque las historias que ustedes traen en sus hombros dan pie a la posibilidad de crear saberes colectivos que nos quiten el cansancio y nos dejen imaginar, pensar, dudar, y sobretodo, crear…
Será que juntarse a estudiar, a compartir un rato entre compañeros y compañeras signifique ese noble esfuerzo de seguir caminando. Asumir el compromiso de ir a la escuela cansadas y cansados porque se trabaja mucho, porque se paga poco o porque no hay laburo… será que ese pequeño gesto de dignidad no hace enormes.
Será que nos invita a construir un tiempo diferente. Uno que ya no falte porque no busca relojes ni calendarios. Un tiempo colectivo que ya no tiene demoras. Que enseña y aprende; que nos ayuda a pensar, a confiar en nosotras y nosotros, a construir un pensamiento crítico para torcer el mundo en tantos sueños sean necesarios.
Hoy que para muchos se cierra un enorme capítulo, sigamos caminando que ya estuvimos demasiado quietos.
Feliz egreso y buen camino…