Ayudis: pobres, discapacitados y engañados
Los trabajadores del Estacionamiento Medido le contaron a La Opinión cómo llegaron a la entidad que presidía Carlos Vitellozi y que ahora tienen a su cargo, con una deuda imposible de pagar y con la incertidumbre de no saber hasta cuándo podrán seguir haciendo la tarea que les da el único ingreso que poseen. Rectificaron con documentación las cifras que habían expuesto la semana pasada.
Con La Opinión en la mano, los 17 trabajadores del Estacionamiento Medido se dieron cuenta que los números que habían ofrecido a este semanario para la nota de la semana pasada era excesiva. Ni el promedio de 10.000 tickets mensuales ni el de 70 por día por cada uno de los miembros –cifras que, analizadas, no coinciden entre sí– guardan relación con las planillas que tienen en su poder y que mostraron a un periodista de este medio, a quien además le contaron sus historias de vida, que ayudan a entender mucho de lo que sucedió, sucede y sucederá en torno al servicio.
En la oficina de Pellegrini al 1200, ubicada en uno de los locales de lo que alguna vez fue el Village Shopping, con sillas de plástico, mate dulce y caras de agotados por situaciones que no esperaban ni comprenden del todo, los trabajadores/miembros de la asociación de ayuda al discapacitado (Ayudis) hablaron de todo lo relacionado con esa ONG desde 2008 a esta parte, mientras aguardan una audiencia que solicitaron al intendente Giovanettoni.
Historias de engaños comunes
Entre los 17 trabajadores de Ayudis hay algunos puntos en común. Los hay con capacidades diferentes (en general se trata de discapacidades físicas) y todos tienen la pobreza como una amenaza constante en sus vidas. La discriminación, por una u otra de las razones, también forma parte de su cotidianeidad en la calle, donde muchos se rebelan y no quieren pagarles. Los une además un punto especial a los efectos del debate en torno al Estacionamiento Medido: todos fueron engañados para hacer ese trabajo, ya que creyeron ser empleados y no son más que “integrantes” de la ONG.
“A mí me hizo entrar una amiga, que habló con Mónica, la que era dueña antes”, dijo una de las chicas que forma parte del grupo desde la época de Adisca (Ayuda al Discapacitado, oh casualidad). “A mí me avisaron y me fui a anotar. Me dijeron que era un trabajo para vender boletas”, contó uno de los jóvenes.
“Yo entré en 2008 por un conocido; andaba buscando laburo, que es muy difícil para alguien como yo, y me dijeron que ahí tomaban gente con capacidades diferentes. Así que me anoté y cuando se fue uno me llamaron”, relató un muchacho con problemas motores que supo trabajar para Ayudis cuando esa organización tomó a su cargo, vía Municipalidad, el cuidado de la plaza Constitución. “Ahí cobraba 500 pesos por mes, que en esa época era más que lo que hacía con el Estacionamiento”, recordó.
Hay frases que se repite en cada historia: “Yo siempre trabajé en negro”; “Nunca firmé un contrato”; “Firmaba un recibo de esos que venden en cualquier librería y se lo quedaban ellos”.
La discriminación laboral también atraviesa la historia de todos ellos. “Yo soy discapacitado, pero estoy seguro que puedo hacer igual o mejor muchos trabajos que alguien que no tiene el mismo problema”, repiten varios.
De la Comisión Directiva de Ayudis saben poco y nada. Sólo pueden nombrar a dos, tres o cuatro personas, algunas con nombre y apellido, como Carlos Vitellozi y Aníbal Fernández, que no es el Jefe de Gabinete de la Nación, ambos también con discapacidad motriz.
Nunca participaron de una asamblea, ni vieron balances o rendiciones de cuentas. Ni siquiera supieron jamás que su condición no era la de “empleados en negro” sino la de “socios”.
Aseguraron también que nunca vieron la plata del alquiler del kiosco del Paseo Público, que Ayudis tercerizó aunque está prohibido; ni las sillas de ruedas que habrían recibido como donación en la ONG; ni el dinero de las rifas que organizaban; tampoco el resultado de las ventas del negocio que había en el local pegado a la oficina, atendido por Vitellozi y su familia y, presuntamente, montado con fondos de la asociación.
Contaron que Vitellozi les cobraba los chalecos refractarios que en invierno supieron hacer camperas con el logo de Ayudis, que también les cobraban a los trabajadores. Incluso aseguran haber pagado remeras que tenían el logo de Uatre y que habían sido donadas por ese sindicato.
Dónde está Vitellozi
“Cuando se armó el lío, Vitellozi desapareció. Ni el convenio tenemos, no sabemos nada”, dijeron los trabajadores y agregaron: “Él mandó una carta documento para decir que renunciaba a la presidencia”.
Cuando se acordaron del expresidente no fue en los mejores términos. “El caradura me llamó en Semana Santa para pedirme plata prestada y quería que la sacara de los fondos que recaudamos”, dijo uno de los que ahora coordina el grupo.
La Opinión logró hablar con el extitular de Ayudis el lunes por la mañana. Fue un diálogo escueto producto de la situación de salud que atraviesa y que lo mantiene en cama, desde donde atendió el llamado telefónico de este semanario.
“Renuncié a la presidencia por problemas de salud, tengo un problema complicado y decidí alejarme por esa situación”, dijo Carlos Vitellozi en ese diálogo.
Sobre Ayudis, señaló: “Nosotros nos quedábamos con un peso (de cada ticket), y con eso nos hicimos cargo de todos los gastos nuestros: los tickets, el alquiler, todo eso; eso es lo que pasó, no hubo aumento y con todo el quilombo que tuvo el
municipio el año pasado fuimos a pérdida y se nos complicó”.
Posibilidades a futuro
Los trabajadores de Ayudis mantuvieron una reunión informal con Raúl Manchone, quien les explicó que el convenio que esperan firmar con la Universidad de La
Plata los contiene, aunque a ellos les sigue generando ciertas dudas.
Por eso pidieron la audiencia con el intendente o el Secretario de Gobierno. Además, quieren explicarles que ellos no pueden pagar la deuda de más 135 mil pesos que mantiene la asociación con el Municipio, cuyo convenio no está vigente.
Al cierre de esta edición analizaban la posibilidad de protestar en las calles del centro para mostrarle a la comunidad que fueron engañados por Vitellozi, que se sienten trabajadores y que quieren mantener la única fuente laboral que poseen y con la que a duras penas sobreviven.
Ni el miserable sueldo calculado
La semana pasada, los trabajadores del Estacionamiento Medido dieron dos cifras respecto a su recaudación, que no coincidían entre sí: 10.000 tickets promedio mensuales, es decir 30.000 pesos, de los cuales 10.000 son para “la oficina” y 20.000 para los trabajadores, por un lado; promedio de venta de 70 boletas por día, cada uno, lo que da 1190 en total, que multiplicado por 20, el promedio que se toma para calcular días laborales, serían unas 23.800 boletas, que en dinero significan 71.400 pesos.
En lo que percibe cada uno de bolsillo a fin de mes, el primer promedio da $ 1176,50 por mes para cada uno y el segundo da 2.800. Sin embargo, los trabajadores dicen que si cobraran esa cifra no estarían “tan mal”, a pesar de que el más alto de esos números es de casi 2.000 pesos menos que el salario mínimo vital y móvil.
Con las planillas de los últimos seis meses en la mano, el promedio es de 700 tickets diarios, casi 15 por cada uno, es decir 30 pesos al día promedio de ingresos por trabajador. Al final del mes, multiplicado por 20, serán apenas 600 pesos.
Ellos aclaran que ese promedio no da cuentas de la realidad de cada uno. Hay quienes venden 70 diarios, otros 40, otros 20 y aseguran que nunca están los 17 en la calle, por diversos motivos. Así las cosas, algunos se llevan a fin de mes alrededor de 1200 pesos, otros los 600 del promedio. De todas maneras, ese, su único ingreso “laboral” no deja de ser miserable para los tiempos que corren.