Aunque estaba advertida, una abuela fue engañada y le robaron $ 70 mil
Con 86 años, Delia fue estafada el viernes pasado por inescrupulosos que se hicieron pasar por el nieto y le pidieron el dinero. Incluso fueron dos veces a su casa, porque en una segunda comunicación ella dijo que tenía más dinero. Las sospechas en relación a quiénes poseen datos para robarles a los ancianos y la conexión entre muchos casos.
Las estafas telefónicas a jubilados se convirtieron en una modalidad delictiva habitual, que crece a pesar de las constantes advertencias. El último caso registrado en San Pedro tuvo como víctima a una mujer de 86 años que conocía este tipo de engaños y en cuya familia ya habían sufrido un hecho similar.
Sucedió el viernes, cuando Delia, domiciliada en pleno centro de la ciudad, le entregó 70 mil pesos a un desconocido luego de que un joven se hiciera pasar por su nieto y la convenciera de entregar el dinero para “cambiarlo en el banco”.
Incluso fueron dos veces a su casa, porque en primera instancia ella les había entregado 50 mil pesos, lo que le contó al joven que la engañaba por teléfono, quien le pidió que le diera todo lo que tenía al “amigo de papá”, que volvió a su vivienda. “Dejame 3.000 para manejarme”, le pidió Delia a quien le estaba robando. Se los dejó, le dio un beso y se fue.
El engaño que convenció a Delia
Eran las 10.00 de la mañana cuando le sonó el teléfono. “Hola, abuela”, dijeron del otro lado. Delia pensó que era su nieto Luciano, que estudia en Rosario, y lo llamó por su nombre. El delincuente prosiguió: “Sí, abuela es que estoy resfriado”, le dijo y tosió.
Algo no le cerraba: “Tenía todo para decir ‘vos no sos Luciano’, pero viste que parece que hay algo…”, recordó. A su hermana, que vive en Quilmes, la habían engañado así, por eso sospechaba. No sabía si llamar a su hija, la madre de Luciano. Finalmente no cortó la comunicación y escuchó razones.
La conversación con el presunto nieto giró en torno al resfriado. Ella le recordó que no se había puesto “el pañuelito de gasa en el cuello” y él lo lamentaba, mientras fingía que hablaba con su madre, como si estuviera a su lado.
“Uy, abuela, hay un lío. Vos sabés que una íntima amiga de mami que trabaja en el banco me dice que hay que ir a cambiar la plata que no sirve más”, le dijo el joven, finalmente.
Delia estaba “como hipnotizada”. No atinó a preguntar qué banco y recordó la estafa a su hermana. “Hijos de puta, eso es lo que le hicieron a la tía Negra, a la tía de Quilmes, son todas mentiras”, le gritó.
“No, la llamaron a mamá, y ahora están mamá y papá en el banco. Abu, no me cortes que yo te voy contando”, la convenció el delincuente.
Aunque ya no desconfiaba del presunto nieto, Delia no quería saber nada con el banco, donde le habían quedado sus ahorros cautivos por el “corralito”, durante el gobierno de De la Rúa. “Yo no la cambio a la plata”, le decía, pero él insitía: “Abu, se te desvaloriza”.
Le preguntó si tenía dólares y ella le recordó que el dinero que supo ahorrar en esa moneda se lo había regalado a sus nietos, incluido Luciano. “Contá la plata, contala bien, así le aviso a papi cuánto tenés”, le pidieron del otro lado del teléfono.
“Facundo” se llevó toda la plata
“Va a ir un amigo de papá que se llama Facundo González, es buenísimo, va a ir en un auto blindado, va a buscar la plata que tenés para llevársela a papá que está en el banco y así la cambian”, le dijo el delincuente.
El muchacho, flaco, moreno, joven, afeitado y bien vestido, de buenos modales, llegó a su casa y se fue con 50 mil pesos, tras darle un beso a Delia. El otro seguía al teléfono. “Le diste todo?”, preguntó. “Le di 50.000 y me guardé 23.000 en la pata de la mesa”, le respondió ella. “¡No, abuela! ¡Dale todo! Yo lo llamo al amigo de papá, le digo que vuelva, y vos le das lo que queda”, se exasperó el presunto nieto.
“Facundo” regresó, ayudó a Delia a dar vuelta la mesa, sacó la plata y se la llevó. Hablaba poco, pero antes de irse y luego de dejarle los 3 mil pesos que ella le pidió para no quedarse sin dinero, le dijo: “Yo lo hago para ayudar”. La volvió a besar y se fue.
Había ahorrado “por las dudas”
Delia vive en el centro. Madre y abuela de hijos y nietos que crecieron, se maneja sola. Es jubilada y tiene una familia generosa, que la atiende. “Yo no soy gastadora”, dijo respecto de su capacidad de ahorro. “Capaz que tengo ropa de años, y me dura”, graficó.
Había logrado ahorrar esos 70 mil pesos, preocupada por su salud. “Hace siete años me quebré, todavía me estoy recuperando. Una muchacha me ayudó cinco meses. Ese ahorrito era para que si me volvía a pasar algo, las chicas, mis hijas no se pusieran en gastos”, comentó.
Cuando el tal “Facundo” se fue, llamó a su hija. Estaba angustiada y temía haber sido engañada. “¿Ya llegaste del banco?”, preguntó. “¿Qué banco?”, le dijo Nancy. “Luciano me dijo que estaban en el banco”, respondió Delia. “No me digas, mamá, que te estafaron”, se desesperó su hija, que tantas veces había conversado con su madre sobre el tema, para evitar que le sucediera.
“Si veo las cámaras, yo lo reconozco”, sostuvo Delia, que recibió a la Policía Científica en su casa, tras hacer la denuncia, y al otro día fue “a la casa donde vivía Chocho Rodriguez”, que es la sede de Fiscalía. Entre tanto, tomó mates. “Viste que el mate te entretiene”, dijo, todavía nerviosa.