Apostar al teatro: “Terapia despareja” llenó la sala Wojtyla por segunda vez
La comedia teatral basada en las experiencias de una pareja que no se pone de acuerdo y en sus sesiones de terapia fue éxito. Entre risas, las anécdotas de convivencia puestas en escena lograron que el público se sienta identificado.
La obra que interpretan Mariano García Tobar y Valeria Romero conquistó una vez más al público sampedrino. El jueves, “Terapia despareja” llenó por segunda vez la sala de teatro independiente de Pellegrini al 378, que este mes celebra un año en funcionamiento.
Las localidades del teatro que gestionan Marina Seery y Pedro Amarillo estaban agotadas, y eso llenó de energía a los protagonistas, que salieron a escena e hicieron reflexionar al público con un mensaje certero: a veces solo se trata de escuchar al otro y, en esa apuesta que es la vida en pareja, las diferencias pueden ser buenas.
“Eli está loca, pero a mí me encanta, si no sería aburrido. Nos complementamos”, dice Martín, uno de los personajes, luego de las varias “sesiones de terapia” que van tejiendo el guion de la pieza teatral.
La intimidad, los gastos, los platos sucios, los partidos con amigos de él, las juntadas con amigas de ella, y los grupos de WhatsApp de cada uno son algunos de los temas de los que hablan en esas sesiones a las que asiste el público.
La comedia teatral ingeniosamente está dividida en dos escenarios imaginarios, la casa y el consultorio, solo compuestos por un sillón blanco en el medio de la escena. En el trascurso de la obra los diálogos son un ir y venir de la pareja, quienes nunca rompen la cuarta pared, incluso cuando están en la sala de terapia.
Martín y Eli miran al frente, ahí donde está ese personaje tácito que es su terapeuta, y resulven sus conflictos matrimoniales provocando risa en los espectadores con el repetitivo “de mujer a mujer” de ella y las caras de confusión que hace él, abriendo grande los ojos.
Este jueves en la sala sampedrina, el público estalló a carcajadas con los fallidos intentos del marido por complacer a su esposa. Hasta se vistió con prendas látex y se animó a usar un arnés para encender la convivencia, aunque ella solo quería “salir a comer”.
Al finalizar cada función, quienes visitan el teatro Wojtyla pueden disfrutar del restaurante donde ofrecen variedad de comidas, postres y bebidas.
El espacio invita a quedarse: tomar un café o una cerveza en el patio de la casona colonial que alberga al centro cultura, mirar el movimiento de calle Pellegrini sentados en el bar con amplios ventanales, o esperar el servicio leyendo una frase literaria que con esmero selecciona Marina para cada mesa.
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