Amores galgos
Las carreras de perros son un espectáculo que cuenta con cientos de adeptos en la ciudad, dos canódromos, muchodinero en juego en premios y apuestas ilegales, una ordenanza que pocos conocen y menos aún cumplen. Introducción al mundo de los galgueros, donde los perros cuestan tanto como los vehículos que los transportan, dietas especiales y tratamientos médicos son moneda corriente, los organizadores no son claros con los aportes que se comprometen a hacer a entidades de bien público y alguien hace la vista gorda.
Max Higgins miraba a su alrededor con ojos cansinos. Su moreno cuerpo, flaco pero entrenado, se ofrecía al público. Cientos de personas lo observaban con detenimiento. Muy cerca, otros como él dejaban ver sus atributos y esperaban ser elegidos.
Bayo, Viento, Vagabunda, Quemada, Potosí, Santos Vega, Delirio… son todos nombres de perros de carrera, galgos que, como ese “Max Higgins”, aguardan cada domingo que el público confíe en sus piernas y apueste por ellos. Sus dueños esperan que el dinero invertido en el animal y los cuidados propinados den sus frutos a la hora de “correr la liebre”.
Las carreras de galgos son un espectáculo que muchos consideran deporte y que en los variados lugares donde se realiza está nominado como “actividad recreativa”. Todos los fines de semana, en la ciudad y otros puntos del país, los fanáticos “galgueros” llevan su pasión a los canódoromos que, habilitados o no, ofician de marco para despuntar lo que denominan “un hobby, un divertimento” y al que asisten miles de personas.
En San Pedro funcionan dos “canchas”, como les llaman. Una pertenece al Galgo Club y la otra está en las instalaciones de El Fortín, aunque según el organizador “ellos no tienen nada que ver, nosotros le alquilamos el lugar”. Durante muchos años se realizaron en la cancha de fútbol del Club América, habilitadas por la Ordenanza vigente (ver recuadro) y debieron ser suspendidas por dictamen de Asesoría Letrada Municipal y Policía local a raíz de la problemática suscitada por las apuestas ilegales, en la misma época en que se dictaminó la suspensión de las luchas de mujeres en el barro.
Un Domingo en cada cancha —en cada cánodromo, como se denomina el lugar donde se desarrollan las carreras— y en varias ciudades a la vez, los fanáticos de los perros galgos se reúnen desde temprano, entre amigos y familiares, para comenzar lo que denominan “la fiesta semanal de nuestro hobby”: las competencias de velocidad entre perros de la raza Greyhound.
Los competidores llegan desde diversos puntos del país. La provincia que más aficionados exporta es Santa Fe, donde este “deporte” está prohibido por la legislación vigente y los intentos por sancionar una ley que habilite la actividad no prosperaron.
Domingo de carrera
Al ingresar al canódromo de El Fortín, el espectador se encuentra con la exposición de los premios para las finales de campeonato previstas: un Volskwagen Gol cero kilómetro y dos motos 110 Cc. Más allá, la “rotonda”, un espacio circundado por un corral de madera, donde los galgos son exhibidos al público. Junto a un árbol, dentro de la rotonda, una moto 110 se anuncia como el gran premio de la jornada.
Apoyados en las barandas de la rotonda, cerveza en mano, se amontonan los espectadores que son atraídos por las apuestas que se desarrollan en el lugar. El programa, que fue entregado a cada uno de los que pagó los 15 pesos que cuesta la entrada, anuncia las carreras del día, los perros que compiten, sus dueños y su lugar de origen. Con ese papel en la mano, observan a los animales y eligen a sus favoritos para apostar por ellos una suma de dinero que esperan reproducir con la victoria del galgo apuntado.
El programa destacaba tres carreras: “Final campeonato relámpago”, por $ 1.000; “Carrera revancha” por el mismo monto; y “Final Campeonato C”, por una moto cero kilómetro. En su interior describía unas 15 carreras más.
La aventura dominguera
Los galgueros recorren el país, visitando los distintos canódromos para llevar sus perros entrenados a competir. “Vamos a Córdoba, Mercedes, Bragado, Colón, Neuquén, Mendoza… el más importante es el de Marcos Juárez, es el mejor organizado y el que más convoca; todos queremos llegar a ganar ahí”, explica un competidor de Entre Ríos. Allí, en Marcos Juárez, asisten unas 11.000 personas en las finales y un perro llegó a venderse por 50.000 pesos. Cuentan los asistentes que en esa cancha solía verse a un conocido dirigente gremial ligado al peronismo disidente llegar en helicóptero con sus propios canes de competición.
Un viejo criador de Santa Fe explica la situación en su provincia, donde las carreras son ilegales: “Allá están prohibidas. Lo que pasa es que las Municipalidades no tienen autonomía, entonces hay que esperar una ley provincial. Así que para competir no nos queda otra que viajar”.
Todos los galgueros defienden con pasión el deporte que practican: “Esto es como cualquier otro deporte, es un espectáculo. Uno hace un gran esfuerzo por mantener al perro, entrenarlo, darle de comer, cuidarlo bien para que esté en condiciones para la carrera”, relataron.
“Acá el único que puede hacer dinero es el que organiza”, opinó un criador de Santa Fe. “Nosotros gastamos mucha guita en comprar los cachorros y mantenerlos, cuando vamos a las carreras hay pocas posibilidades de ganar y los premios de las carreras normales no son gran cosa, como sí pasa en las finales, pero a esas no llega cualquiera. Además, tenés que apostar fuerte para levantar algo en los remates, si no, no recuperás nunca lo que invertiste en el perro, y no siempre andás con la moneda para jugarle todo a tu animal, a veces venís a correr para pasar un buen rato el domingo y relajarte del laburo y eso, es como un entretenimiento”, agregó.
“El que organiza puede hacer algo de plata porque calculá que recauda de todos lados: con la entrada, con la cantina, con la inscripción de los perros, con los remates”, consideró otro participante. Las entradas cuestan 15 pesos y suelen entrar entre 300 y 1000 personas, según la carrera. Hay una cantina que ofrece bebidas y comestibles, la inscripción para una carrera ronda los 100 pesos y en una ronda de “remate” a 50 pesos en cinco perros se recauda unos 250 pesos; la ronda puede repetirse varias veces según cuántas apuestas se realizan para una carrera (ver recuadro).
“El galguero de pista soporta la terrible presión de costos muy grandes para poder competir, y las posibilidades de ganar siempre son pocas. El que entra segundo no gana nada, los organizadores se quedan con un gran porcentaje del dinero de los propietarios de los mismos galgos participantes. Si las apuestas fueran legales, el dinero de los premios saldría del público que asiste al espectáculo, como sucede en el Hipódromo, y los premios serian más importantes y también recibirían premios los segundos y los terceros. De esta manera sería más rentable criar galgos de carreras”, expuso un galguero de La Plata.
Los organizadores exponen que sus ingresos no son tantos como parece. “Pensá que acá hay mucha gente laburando, hay autos, motos y plata de premios, hay que mantener la cancha, pagar el alquiler, todo eso te lleva mucha guita, no queda mucho margen”, argumentó uno de ellos.
Cuidados con el perro
Los criadores de perros de carrera son verdaderos fanáticos de la actividad y de los animales. Un cachorro de galgo de cinco meses cuesta entre 2.000 y 3.000 pesos. Los hay de 10.000 y 20.000. Para que esté en condiciones de competir en las carreras deberá esperar por lo menos un año, durante el que será entrenado en espacios abiertos, corriendo tras señuelos que agudizarán el instinto persecutor de presas que caracteriza a la raza.
Para alimentar al atleta canino insumen entre 30 y 45 pesos diarios en carne picada, ya que el kilogramo cuesta entre 10 y 15 pesos y el animal come de dos a tres veces por día. El menú se completa con arroz fino, zanahorias y manzanas ralladas.
Además de la comida, los galgos toman vitaminas para fortalecer sus músculos y estar en condiciones de afrontar el desgaste físico que significa la vida dedicada forzosamente al atletismo. Las vitaminas más comunes son las de los grupos B, A, C y K, a las que hay que agregarles minerales como fósforo, zinc, potasio y calcio, que permiten un crecimiento saludable de huesos y músculos, además de un buen tejido conectivo. Todo ello posibilita una carrera atlética con mínimas lesiones.
En Baradero funciona el Stud “La suerte al salto”, donde vive el famoso “Kaycar Larry”, un galgo estadounidense “hijo de Brett Lee y Greys Elegant”, según contó su dueña, que estaba en San Pedro con dos de sus animales en la carrera del Domingo. “A nosotros nos encanta esto de los galgos; tenemos el stud y vendemos el servicio —como reproductor— de Kaycar Larry, con eso ya se paga todo”, describió. Un servicio cuesta entre 1.500 y 2.000 pesos; esos ingresos permiten sostener la aventura galguera de la familia baraderense: “Si fuera por lo que se gana en las carreras, no se podría mantener”, dijo.
Opiniones encontradas
Hay divergencia de opiniones sobre las carreras de galgos como espectáculo y el uso de los animales como protagonistas. Los galgueros se defienden con el argumento de que el cuidado que le ofrecen a sus perros es extremo: “Cada cuatro horas lo tengo que llevar al baño, me pongo el despertador para llevarlo a la madrugada”, contó un fanático. “Una noche noté que mi perro tenía fiebre. Estábamos en el campo. Pedí un remisse y me recorrí toda la ciudad hasta que encontré un veterinario que me ayudara”, relató otro.
Por otro lado, los propios galgueros se explayan sobre el folklore que existe en torno a las drogas: “Siempre hay. Al perro se lo cuida mucho, pero los que apuestan fuerte quieren ganar, entonces le dan el toque, el enchufe, que se le dice; la pichicata”, explicaron. “Hay perros que se han muerto después de una carrera, de tanto enchufe que le metieron”, confesó otro. “Eso lo hacen algunos, son unos hijos de…”, opinó un criador, abrazado a su galgo. “Mirá si le voy a hacer mal a este, si lo quiero más que a mi mujer”, dijo entre risas.
Algunas asociaciones defensoras de los derechos de los animales realizan diversas actividades en todo el mundo contra las carreras de galgos. “Hay un industria del sufrimiento del animal”, explicó una miembro de una organización protectora de animales de Capital. “Los animales que no sirven más son tirados, muertos, maltratados”, expuso. Un galguero se defendió: “Yo tengo como quince perros que no corren y los tengo en el campo, como mascotas”.
Personajes de las carreras
Hay varios personajes en el universo de los galgos, a cuál más pintoresco. Uno es el relator de los remates. Este se ubica al lado de la pizarra, cerca de la rotonda, y anuncia los precios con los que comenzarán los remates para las apuestas. “Setenta pesitos por 1, 2 y 3”, arranca con el micrófono, parado en un banquito. En determinados momentos se lo escucha decir: “Siete y medio, siete y medio, si no tenemos siete pesitos para jugar vayamos saliendo, para qué vinimos”.
Otro reconocible es el “largador”, un entrenado en la técnica de soltar a los perros a la hora de largar la carrera. “Nosotros lo que hacemos es pautar con los dueños de los perros, ellos nos buscan y nos dicen ‘che, quiero que me largues vos en tal carrera’ y listo, uno ya se reserva, el que me habla primero es al que le largo. Si gana el perro que largué, el dueño me tira algo de plata, si no, no es obligación”, explicó un largador bien posicionado en los “campeonatos de largadores” que se anuncian en los programas. Se dice que no falta el largador que hace trampa y “arregla” con otro competidor distinto al del perro que tiene que largar y lo sostiene unos instantes para que quede rezagado.
Otro personaje del mundo galgo es “el del aparato”, que es el encargado de hacer girar a toda velocidad una bicicleta patas arriba que acciona el mecanismo a través del que la “liebre” —un trapo blanco que envuelve una figura de tamaño similar a ese animal y oficia como señuelo— corre a gran velocidad y es perseguida por los galgos, que la morderían al finalizar la carrera y alcanzarla si no fuera porque todos compiten con bozales para evitar que se lastimen entre ellos. En las carreras hay también camarógrafos y fotógrafos que ofrecen sus servicios. Un video de toda la jornada cuesta unos 40 pesos. Un cuadro de madera con la fotografía del momento elegido puede valer unos 35 y una foto simple unos 5 pesos.
Además, están las fotos que saca el fotochart, un aparato especial que fotografía el momento en que los galgos cruzan la línea, para determinar quién fue el ganador. Un fotochart usado puede costar unos 2.500 pesos mínimo.
Cómo apostar
Las apuestas son ilegales, pero se llevan buena parte de la atención de los concurrentes, tanto de espectadores comunes como de criadores, que suelen apostar por sus propios perros y por otros. Un trabajador del universo de las apuestas elaboró una nota didáctica para apostar a un pequeño o gran galgo: “Vea los canes en la rotonda —que es el corral donde se exhiben tanto los canes como sus dueños y es muy fácil distinguir unos de otros—; elija su perro en base a un juicio racional. Vaya a la zona “remate”, contemple la pizarra con números retráctiles, donde están los nombres de los competidores de la carrera en cuestión, por ejemplo: 1) Señor Fucol; 2) Mandrágora; 3) Tío Blando; 4) Abrumita; 5) Phynanza. Allí anunciarán el monto de la apuesta, que oscila entre los 10 y 100 pesos, según la importancia de la carrera. Cuando nombren al perro de su elección, levante la mano (si el monto de la apuesta está acorde a su bolsillo). Se repetirá el procedimiento con distintos montos. Luego de ofertar por un perro —pongamos por caso que usted eligió al número 3, Tío Blando, por su actitud ganadora o su nombre jovial— pase por boletería, pague y reciba el ticket. Diríjase a la pista y contemple la carrera. Si Tío Blando llega en primer lugar, pase por boletería a cobrar el porcentaje que le corresponde (suele ser entre un 70 y un 90 por ciento del pozo sumado entre las apuestas en la ronda correspondiente). Si su can no lo logra, proceda a llorar en el baño, que hay”.
El marco regulatorio
Las carreras de perros están autorizadas en San Pedro por la Ordenanza 4.755 de 1994, a través de la que se permite “con la modalidad de actividad recreativa las denominadas ‘Carreras de Galgos’, la que deberá ceñirse a las prescripciones y reglamentaciones vigentes de los espectáculos públicos”. Estas prescripciones implican que cada vez que se organice una carrera, la Municipalidad debe autorizarlas. “Tienen que mandar una nota pidiendo el permiso y mandar las entradas para que sean timbradas, de las que deberán aportar un 10 por ciento. También deben presentar documentación sobre el seguro de espectador que contraten”, explicó el Director de Inspección General, Domingo Bronce. Las entradas que La Opinión pagó el Domingo pasado no estaban timbradas, por lo que no participarán del descuento a abonarse en la Municipalidad.
Las Ordenanzas 4.564/91 y 5.339/04 regulan los espectáculos públicos y explicitan que los organizadores de esos eventos deben ser entidades públicas o privadas con personería jurídica. Las que organizan las carreras de galgos son El Fortín y el Galgo Club, ambas asociaciones civiles sin fines de lucro. El caso de El Fortín es puesto en duda, pues los permisos solicitados figuran a su nombre, pero el propio organizador de las carreras en el lugar aseguró que alquila el predio para las competencias. El precio de ese alquiler rondaría los 500 pesos.
Cronista en carrera
La Opinión vivió una jornada en El Fortín. Un cronista visitó las instalaciones donde funciona el canódromo para conocer el mundo de los galgueros desde adentro. A los pocos minutos de instalarse frente a la “rotonda” donde se exponen los animales mientras se realizan las apuestas —cámara en mano, para registrar los acontecimientos—, un empleado de la organización lo increpó: “Quién te dio permiso para grabar”. “No estoy grabando, sino sacando fotos”, contestó el cronista. “Y quién te dio permiso, te pregunté”, exclamó el empleado. “Nadie, esto es un espectáculo público y pagué mi entrada”, respondió el periodista.
Luego, otro empleado pidió a La Opinión que entrara en la “rotonda” para hablar con el organizador. Allí, éste saludó de buenas maneras al cronista y se ofreció para lo que necesitara: “¿A vos te manda la Lili, no? Bueno, preguntá lo que quieras, sacá fotos, acá no hay nada que ocultar, nosotros tenemos todo en regla con la Municipalidad, todo, yo doy la cara, sin problemas”, explicó el organizador.
Al final de la jornada y tras haber dispuesto a un empleado que acompañó buena parte de las entrevistas realizadas a los galgueros, el organizador repitió, con predisposición: “Acá no hay nada que esconder. Hay veinte familias trabajando, somos todos laburantes y no nos llenamos de guita con esto. Yo ando en un colectivo todo destartalado con el que salgo a vender frutas y vivo de eso. Soy fanático de los perros, corro en otras canchas y organizo acá. La gente está preocupada porque están ustedes, me dicen ‘che, se van a terminar las carreras’, y bueno, si se tienen que terminar se terminarán, pero yo doy la cara. Nosotros colaboramos con ANDAR, con la protectora de animales, que vino a hacer una rifa acá en una carrera, no tenemos problemas con nadie”. La puerta hacia el mundo de los galgos fue abierta para este medio tras una serie de llamados telefónicos que una de las organizadoras realizó para quejarse de la suspensión de la competencia pautada para el Domingo anterior, producto de las resoluciones dispuestas por el Comité de Crisis ante la emergencia sanitaria por la Gripe A.
En su llamado indicó que parte de la recaudación se donaba a SADIV. Desde esa organización llamaron sin pérdida de tiempo para informar que nunca habían recibido nada proveniente de las carreras de galgos. Así, la organizadora volvió a llamar para aclarar en el aire de La Radio que se había equivocado de entidad y que debió haber dicho ANDAR. Fernando Bennazar, Presidente de la Comisión de la asociación que funciona en la vieja Asistencia Pública, negó rotundamente los dichos de la mujer: “Nosotros no recibimos nada. Una vez, hará unos dos años, nos dieron unos 90 pesos, pero nada más”, explicó.