Ahora no sabe, porque nunca supo
Esta es una historia de muchas historias:
Por fracaso reiterado se ha decidido penar al trabajador y al señor que le da empleo. A este último no se le puede llamar empresario porque ni él mismo lo ha creído. Los títulos en la Universidad del progreso para gente de su edad eran fruticultor, mecánico, representante oficial de marca, distribuidor, agricultor, viverista, acopiador o fabricante, a lo sumo. Si bien ha tenido amigos que han pasado por la facultad y han logrado establecerse, ninguno como él ha venido “doblado con los codos en la curva” para sostener en marcha su negocio.
Se encontró un día siendo jefe o patrón de una ferretería, un taller textil, un galpón de empaque, un galpón de reparación y venta de maquinaria agrícola, una fábrica de dulces o una concesionaria, da igual. Nunca imaginó que llegaría al cargo máximo de su propio emprendimiento.
Anduvo por derecha y por izquierda haciendo trapisondas, vendió una camioneta para cubrir unos cheques porque llevaba dos años de descubierto con el uno a uno; se metió en la moratoria de las cargas sociales de De la Rúa porque “venía jodido”; declaró que había ganado menos cuando Montoya estaba en ARBA; le dijo a la familia que empiece a pedir facturas con IVA a nombre del negocio para darle al contador que “por suerte fue con él a la escuela y lo entiende”; le dijo a los empleados que no llegaba a pagar todo junto el aguinaldo y se fue una semana a Mar de las Pampas que es mucho más caro que Mar del Plata; en fin, aun así, se sentía satisfecho porque sus hijos, mal que mal, sobrevivían. La seguridad se la daba “la casa de los viejos” y el departamento que hizo arriba de la casa. Dos alquileres, son dos alquileres que se suman a la jubilación de él. La señora no la cobra porque es de las que daba Cristina para gente que no tiene nada y además él siempre detestó a los gremialistas fanáticos de Perón que andan con una camioneta igual a la que él tuvo que vender, una último modelo.
Ahora, que la venía remando entusiasmado porque por fin se iba a acabar con setenta años de decadencia, le han venido a decir que no sabe, que nunca supo y que por eso debe dejar de hacer lo que hace. Es la primera vez que alguien lo trata de “empresario” o “titular de PyMe”. Le explican que eso que hizo toda la vida ya no lo puede hacer más. Fracasó. Él, que creyó que había aprendido con más de cinco décadas “en el rubro”. Fracasó.
Es la primera entrevista que da a un periodista en los 55 años que lleva desde que empezó como cadete hasta ahora, que es “gerente”. La primera vez que habla por radio, porque nunca le gustó la fama ni la exposición, porque mucha gente opina sobre su vida y además tiene miedo de que, si dice que tiene muchos empleados, lo asalten porque los ladrones piensan que tiene plata guardada. Lo peor de todo es que muestra una cara que ni su familia conoce: la del cansancio. Dice que está cansado y que le da lo mismo. “Que pase lo que tenga que pasar”. Eso dice. Eso.