Ahora en Malvinas hay una tumba que lleva el nombre del sargento Mateo Sbert
Tras la identificación de sus restos, su hijo Maximiliano y una de sus cuatro nietas viajaron a las islas para visitar la tumba del héroe sampedrino en el cementerio de Darwin. Su jefe en la batalla de Top Malo House, José Vercesi, lo recordó en Sin Galera.
La cruz es blanca y tiene unos rosarios que la abrazan. Al pie, unas flores. La placa es negra y, en mayúsculas, tiene un nombre: Mateo Antonio Sbert. El “Turco”. El sargento sampedrino que combatió en Malvinas. El de la salita y la escuela. El de la calle recientemente pavimentada. El héroe que dejó la vida en la batalla de Top Malo House luego de ofrecerse como voluntario para la guerra, a la que llegó el 27 de mayo de 1982, una semana después que los ingleses.
Esa placa, antes, decía “soldado argentino sólo conocido por Dios”. Desde octubre del año pasado, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense lo identificó en el marco del Proyecto Plan Humanitario Malvinas, Sbert es uno de los 112 identificados. Todavía quedan 10 NN en el cementerio de Darwin, donde fue tomada la foto que ilustra esta página.
Las manos que están sobre la cruz son de una de las cuatro nietas de Mateo Sbert. A su izquierda está su padre, también militar, Maximiliano. A su derecha, Mauricio Fernández Funes, el veterano de guerra que dirige la Fundación Criteria, que acompañó a unos 60 familiares para rendir homenaje a los caídos, en sus tumbas, también miembro de la Compañía de Comandos 602.
Dos familiares por cada héroe volaron la madrugada del 13 de marzo a las islas. Era el segundo viaje de estas características desde que comenzó el Plan Proyecto Humanitario Malvinas. Novias, madres, hermanas, padres, hijos, nietas fueron al cementerio con una certeza: ahora saben cuál de esas cruces blancas es ante la que deben llorar.
Los testimonios son similares en cada caso: la experiencia fue sanadora, les dio paz interior, el dolor encontró su cauce.
Médicos, psicólogos y asistentes sociales los acompañaron. Antonia “Tona” Sbert no pudo ir. No se sentía bien de salud. Sabía que su sobrino y una de las hijas irían. Estaba satisfecha con eso. Para ella, su hermano Mateo sigue siendo “el hermano querido que no veré jamás”, como escribió en la carta que los veteranos sampedrinos dejaron en el sitio exacto en el que dejó su vida en combate.
El sábado, esos mismos veteranos se reunieron para acercarse a APA y esperar que el programa Sin Galera terminara, para saludar a José Vercesi, el teniente coronel retirado que era capitán a cargo de la compañía que protagonizó el combate de Top Malo House. Se abrazaron. Vercesi, que había estado una hora al aire repasando aquel combate y hablando de su amigo “el Turco”, los destacó. Ellos celebraron al teniente, su sentido del honor y la responsabilidad.
“Mis muertos”, dice Vercesi cuando tiene que hablar de aquellos que cayeron en combate bajo su mando. Había viajado a San Pedro especialmente para la nota, porque prefirió no hacerlo por teléfono.
El teniente coronel retirado, que todavía a los 68 años continúa haciendo saltos como paracaidista, recordó la noche en la que Maximiliano Sbert golpeó a su puerta. Un joven alto le extendió la mano y le dijo que era teniente primero. Fue a contarle que él también era militar. Vercesi lo alojó en su casa, mantuvo largas charlas con el hijo de Mateo, que ya había ido a Malvinas.
Se habían visto en 1982, cuando el jefe de la compañía en la que murió el sampedrino se ocupó personalmente de darles la noticia a sus familiares. Maximiliano tenía 8 años y era el mayor de tres hermanos, todos con un nombre que empieza con ma, como Mateo: Martín y Marcos, el menor, que falleció el año pasado tras padecer leucemia.
María Gracia, “Chachi”, hija de Vercesi, con formación en antropología, que alguna vez se enojó con su padre porque él siempre sostuvo que volvería a la guerra, luego se casó con Maximiliano, a quien conoció en esos días.
La primera vez que fue a las islas, Maximiliano Sbert estuvo en Top Malo House, donde murió su padre. En esta última visita, fue a su tumba, que ahora tiene nombre y apellido.
Cuando surgió el proyecto humanitario, los veteranos y familiares temían que los restos volvieran al continente. La decisión fue que permanezcan en las islas. “Es una forma de marcar que murieron defendiendo eso”, dijo Vercesi.