En Argentina el fútbol es generador de historias de todo tipo, sobre todo por la pasión de los hinchas. Y en un Boca-River en una final de Copa Libertadores las emociones se potencian hasta niveles insospechados. Para Agustina Gil estar el domingo en La Bombonera fue una bendición, tenía que estar ahí, la fiesta no resistiría su ausencia por el esfuerzo que hizo para conseguir la entrada pero, más aun, para hacer presente a su papá, Carlos, quien falleció hace poco más de un mes y fue quien la asoció y transmitió su amor incondicional por el Xeneize.
“Desde que supe que jugaban, quería estar ahí. Sabía que iba a ser difícil pero me tenía fe que la iba a conseguir”, admitió la joven de 24 años a La Opinión quien, al mismo tiempo, relató cómo fue el calvario para obtener el ticket: “Fue complicado. El jueves estuve pendiente cuando habilitaron las adicionales. A la mañana no pude conseguirla, a la tarde entré, estuve en la fila y conseguí una. Ingresé la tarjeta y no sé qué pasó con el banco que no me la habilitó y se me dio de baja. Me ilusioné y fue como un golpazo. Hablé con gente –continuó- si me podían conseguir una entrada de alguna manera hasta que (Miguel) Cermelli de la peña de Boca me dijo que me iba a mantener al tanto. El sábado no conseguí y no viajé. El domingo me levanté y tenía un mensaje de que me habían conseguido la entrada. Ya eran las 11.00 y empecé a llamar a todo el mundo para ver en qué ir a la cancha”.
Agustina supo a cinco horas del duelo que tenía un lugar y, desde ese momento, su día se volvió especial porque por primera vez desde la ausencia física de su querido y entrañable “Charly”, iba a pisar La Bombonera y en una jornada histórica. “Fue raro porque yo siempre que fui a la cancha fue con él. Desde que me hizo socia que fue de sorpresa para un cumpleaños un 18 de julio, siempre fui con él menos una vez. Es como que algo te falta, es una mezcla de emociones difícil de explicar. Por un lado está la emoción de estar ahí, el partido que era súper importante y por otro lado la sensación de por qué tu papá se perdió esto, porque no estaba ahí para vivirlo conmigo. Era una mezcla de emociones, pero ahí estábamos alentando y feliz de haberlo conseguido” aseguró.
Por último, reconoció que el juego se “disfruta y sufre” porque si bien cuando la gente está “alentando, saltando, gritando y cantando” te contagia, hay momentos que "son más de nerviosismo que otros”. “A Boca lo vi bien aunque en ciertas situaciones por ahí medio dormidos. Hay jugadores que le meten garra, que sienten la camiseta. Le tengo fe y esperemos que ganemos”, cerró con claridad su concepto sobre lo que pasó dentro de la cancha.
Afuera, en la tribuna, Agustina no estuvo sola. Además de la familia sampedrina con la que viajó, en algún rincón del estadio, “Charly” la acompañó. Porque al fin y al cabo, es el gran responsable de su pasión.
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