Adiós a Graziano Penduzzu, un trabajador de sueños
El mentor de El Sueño del Tano falleció el martes 14 de marzo a los 83 años. Italiano de Cerdeña, llegó al país muy joven, junto a su familia. Sus objetivos, basados en el esfuerzo, lo llevaron a ser un reconocido vecino de la ciudad. “Hacía lo que sentía”, describió su hijo Ítalo.
Hijo de Graziana y Pierino. Hermano de Piero, Antonio y Mario. Papá de Ítalo, Julieta y Aldo. Abuelo de Marco, Anabella, Luca, Enzo, Matías, Camila y Valentino. Bisabuelo de Francisco… Graziano Penduzzu, o simplemente “El Tano”, reconocido vecino de San Pedro, falleció el martes 14 de marzo a los 83 años.
El deceso de Graziano Penduzzu tiene contenido simbólico en la historia de los inmigrantes italianos. Mentor de “El Sueño del Tano”, parque escultórico en el que recorre etapas y afectos que marcaron su vida, expresidente de la Sociedad Italiana y pintor de oficio junto a su hermano Piero, pasó sus últimos días internado en el Hospital, donde finalmente dejó físicamente la ciudad.
Su anhelo
Albañil, carpintero o mecánico, “El Tano” se las ingenió para sobrevivir en San Pedro obrando en cualquier disciplina, hasta que comenzó a pintar casas. A los 33 años, todavía soltero, pensó que estaría bueno realizar esculturas y no lo dudó. Su primera gran pieza fue una virgen de su tamaño. A partir de allí, elaboró infinidades de obras de arte. Su orgullo fue poder construir algo similar a la realidad y, con sangre italiana, se animó a darle forma a diferentes objetos.
El Tano diseñó su propio mundo en esculturas que emplazó en el parque que lleva su nombre y ocupa un importante predio sobre las barrancas sampedrinas. El Sueño del Tano surgió cuando en su casa ya no tenía espacio para colocar los trabajos. Mudó su magia al predio con vista al río Paraná y de a poco lo fue iluminando con el trabajo de sus manos, esas que tallaron tanto al Papa Francisco como a Pototo, el célebre heladero fallecido en 2015. No importaba el personaje, sus obras eran motivo de su admiración hacia lo calcado.
“El parque lo soñó e hizo él a su manera. Cuando nosotros le decíamos alguna opinión, él lo seguía haciendo a su manera. En algunas cosas más técnicas sí nos prestaba atención, pero lo otro lo hacía a su gusto. Todos respetamos su voluntad, porque era lo que él quería”, señaló Ítalo, su hijo mayor, quien admitió que siempre se les dificultó ayudar a su padre, porque cada uno tiene su “familia y trabajo” y eso conlleva “mucho tiempo”.
Sin embargo, Ítalo dejó en claro que ahora deberán hacerlo para mantener el parque abierto: “Despacito vamos a ir haciendo algunas cosas para mantenerlo, sin sacarlo de la esencia que él le dio. Queremos manejarlo de la forma más parecida a lo que él quería”.
No todas sus obras están en el parque temático. Hay figuras desparramadas por la ciudad, como la del canillita “Negro” Giménez en el club Náutico y el San Pedro en avenida 3 de Febrero y Salta, entre otras. Además, Penduzzu dejó su sello en Zárate, Arrecifes y el Cerro San Javier, en Tucumán con un monumento a Mercedes Sosa.
Junto a sus raíces
Graziano Penduzzu llegó de muy joven a América, junto a su familia, proveniente de Cerdeña, isla de Italia donde pasó una vida dura. Su padre combatió en tiempos de guerra y una vez finalizada esa etapa oscura se mudaron a Argentina.
Graziano también tuvo una activa participación entre los inmigrantes de su país. Fue un hombre muy ligado a la Sociedad Italiana, entidad que incluso presidió durante varios años. Sin embargo, sus hijos sólo reflejan sus raíces en el nombre y apellido, porque a pesar de los intentos de su padre, se volcaron hacia otras actividades.
“Quería instaurarnos sus principios pero nunca le prestamos atención. Y de grande uno quiere hacer sus cosas”, afirmó Ítalo.
Pero “El Tano” hizo patria desde lejos, porque nunca estuvo interesado en regresar a Cerdeña. En 1999 cuando su historia se conoció en el programa de televisión Sorpresa y Media que se emitía por Canal 13, le costearon un pasaje y estadía y pudo recorrer Italia.
“Fue porque no lo dejaron ni pensar; pero si no, no hubiera ido”, explicó su hijo y sentenció: “Él decía que los recuerdos le iban a hacer mal. Los recuerdos que tenía allá eran todos malos: hambre, guerra, miseria y muchos compañeros de escuela muertos. A él le hizo mal, me lo dijo a mí”.
Se fue Graziano Penduzzu. Humilde, sencillo, orgulloso y dueño de los secretos del oficio de pintor de casas que compartía con su hermano Piero, prefería siempre el abrazo al reproche y el carácter fuerte a la resignación.
Un italiano de pura cepa que dejó su huella muy lejos de su país y, a la vista, un parque único que atrajo cientos de turistas. Pero más relevante es para su familia lo que dejó en ellos, que no se puede ver ni tocar: trabajo, ganas, esfuerzo y sacrificio.
Grazziano fue todo eso y más. La semana pasada dejó de estar físicamente, pero su legado vivirá por siempre en sus predecesores y en su deseado Sueño del Tano.
A MI AMIGO GRAZIANO – Por Antonio Berardi –
Falleció mi amigo y compatriota Graziano Penduzzu, una gran persona, plena de valores personales y recuerdos de su patria.
Su máximo logro fue crear el museo El Sueño del Tano, aquí, en San Pedro, visitado frecuentemente por las colectividades italianas y turistas.
Fue presidente de la Sociedad Italiana varios años y con un grupo de grandes colaboradores la transformó en una entidad cultural de gran proyección social, manteniendo su condición de mutual y de servicios a los numerosos socios de esta ciudad.
Hace unos años un canal de televisión le otorgó como reconocimiento a su tarea un viaje a Cerdeña, su tierra natal.
Su vida fue de mucho dolor y sacrificio, pero su gran espíritu de trabajo, su honestidad, su perseverancia y su humildad le dieron brillo en su paso por el mundo.
El sacerdote despidió sus restos con las oraciones religiosas y en ese momento me estremecí. Brotaron como nunca algunas lágrimas y hasta sentí que, en cierto modo, yo, su amigo, partía con él.
Addio, carissimio amico. Se Dio vuole, ci rivediamo nel altro mondo. Sempre ti ricorderó.