Adiós a Lucho, un peronista de ley
El viernes falleció uno de los hombres que fue símbolo político peronista de la ciudad. Weyler Luchessi nació justicialista, es uno de los primeros diez afiliados y el padre político de muchos referentes que hoy levantan la bandera del partido del que fue candidato a Intendente en 1983.
La semana finalizó de la peor manera para los peronistas sampedrinos. Pasadas las 11.00 de la mañana del viernes 6 de julio, la confirmación de que Weyler “Lucho” Luchessi había fallecido conmocionó a los militantes que alguna vez pasaron por una unidad básica y encontraron a un hombre petiso, con anteojos gruesos y pelo blanco, siempre atento y dispuesto a relatar cómo fue variando la política desde sus comienzos hasta la actualidad.
En la memoria de todos quedará la vitalidad, sus ganas de comunicar y de transmitir el peronismo de generación en generación. Afortunadamente la agrupación Juan Ismael Giménez tuvo la posibilidad de homenajear en vida a quien supo ser el primer candidato a Intendente Justicialista que tuvo San Pedro luego de la dictadura.
Otros, lamentarán no haber tomado la decisión a tiempo de poder disponer de un momento para sentarse y escuchar por última vez a “Lucho”, trasladar su visión única del Kirchnerismo, “La Cámpora”, “La Juan Domingo”, las extrañas alianzas a nivel local y de los radicales que aprendieron rápido a hacer la “V” de la victoria.
Porque Lucho era así, sin tapujos, sin condicionamientos y sin temor a quedar mal con quienes lo acompañaban, defendía sus ideales y no titubeaba en describir de tal o cual manera al político de turno.
Américo “Cacho” Quintana fue uno de los jóvenes que se formó en la tapicería de Lucho junto a “Martín Portillo, Víctor Be, Marta Toscanini, Susana Casas, Oscar Pereyra, Aurelio Mendoza, Julián Sotto, Miguel ‘el gordo’ Moragues, Delafuente y Nelson y Pocholo Vlaeminck”, recordó Quintana. Además por allí también pasaron Daniel Monfasani y Mariano Veiga, entre otros.
El exintendente Julio Pángaro, conmocionado por la triste noticia, lo describió a Weyler como “un padre político”. Destacó que “dio todo lo que tuvo por sus ideales, algo que hoy es muy difícil de lograr” y sintetizó: “El recuerdo va mucho mas allá de lo que podamos decir, porque tenemos que tenerlo siempre presente”.
Sin dudas, por sus 88 años de vida han pasado cientos de historias y decenas de recuerdos. Quizá uno de los que mayor importancia tome sea el de aquel momento en que recuperó el busto de Evita que pasó largo tiempo sumergido en el puerto local “atado con una soga en el cuello”, tal como recordó Quintana, quien agregó: “Después de eso Lucho lo tuvo en su casa no menos de 15 años y luego lo puso en la Unidad Básica”, destacando de esa manera la gran generosidad de quien encontraba en Eva Perón la imagen de una política de raza.
En estos tiempos en que los ciudadanos descreen de la clase política el viejo militante peronista se convierte en la esperanza de quienes quieren volver a creer e insertarse en ella. Weyler Luchessi, “Lucho”, se destacó por ser un “político de laburo”, que vivió y murió con honestidad y humildemente.
El recuerdo del Frente
para la Victoria
El Presidente del bloque y titular del Partido Justicialista Daniel Monfasani, junto con el resto de los Concejales que lo acompañan, elevaron un comunicado en el que hacen llegar sus condolencias a la familia Luchessi, amigos y todas las personas que lo admiraron.
Los ediles recordaron la trayectoria de Weyler, que comenzó como Concejal, fue Presidente del Honorable Cuerpo en la década del 70, fue Congresal Provincial del Partido Justicialista e integrante del Partido Justicialista entre otros cargos.
En el comunicado además expresan: “Fuiste una persona que demostró fortaleza y empeño en sus convicciones, serás merecedor del respeto de tus compañeros pero también de tus adversarios políticos, en un mundo en donde prolifera cada vez más la falsedad y la falta de convicciones sólidas y de comprometerse socialmente”.
Protagonista de la historia
-Lilí Berardi-
Lejos de dejar pasar la vida, Lucho Lucchesi se decidió a protagonizarla. Peronista de Perón, militante como Eva y despojado de rencores cuando la democracia lo invitó a cruzar la vereda de su tapicería para ingresar por primera vez al local de sus eternos rivales, la Unión Cívica Radical, en su comité de Ayacucho 55, para estrecharse en un abrazo con el Bebe Farabollini. Símbolos de aquellos tiempos que vieron parir en esas sonrisas la misma alegría por la libertad recuperada.
Weyler, nombre raro para quienes asomábamos a la política desde la militancia en la Multipartidaria Juvenil y nos adentrábamos en su relato para meternos directamente en el zócalo de esa casa grande que queríamos compartir. Sueños, imágenes, homenajes, la pronta partida de “los compañeros” que se han ido al cielo y lo dejaban sentado en el umbral de Ayacucho y 25 de Mayo, observando atento y sin dejar pasar a nadie distraído. Me resisto a caminar por esa vereda si la ausencia de su silla se agiganta por el derrumbe de las ideas y el triunfo de la confrontación.
Lucho, el peronista que se ofuscó por el desprecio a Papel Prensa porque conocía su historia y fue uno de sus artífices: “En la construcción, Lilí, para la mano de obra de San Pedro”. Esa era su síntesis cuando mostraba documentos y fotos de la epopeya que protagonizó junto a la comisión de industria.
El Lucho, guiñando el ojo: “Yo sé que usted piensa distinto, pero al final los dos tenemos razón. No hay honestidad, Lilí, no hay honestidad”. Esa fue la última charla que compartimos y a “las apuradas”, como siempre.
Implacable e inexorable, el tiempo se lleva protagonistas a otro escenario y sólo la memoria puede evocarlos como mejor le plazca. “Lucho” Luchessi, -como dicen los pibes- UN GROSO.
Imitemos el ejemplo de este varón Peronista
-Ana Monteverde-
En la memoria me quedará la última vez que hablé de política con él y lo disgustado que se sentiría si le cuento cómo pienso hoy. En aquel momento me dijo: “Querida, vos sos de las mías”, apoyó su mano en mi espalda y me felicitó. Era mi segunda elección y en ese momento me sentí orgullosa, el hombre que tantas veces miré con admiración me estaba considerando un par, decía que yo, con apenas 20 años, era tan peronista como él.
Nunca sabré si él cambió de opinión y ahora pensaba como yo, porque nunca frené, nunca me tomé un tiempo más que para saludarlo, en algún momento que me lo cruzaba caminando por la calle.
El paso lento y las ideas siempre vitales. Las ganas de formar a jóvenes para crear una camada de peronistas como la que alguna vez crió en su tapicería y hoy encabezan sus propias agrupaciones y forman nuevos militantes, lejos de los ideales que siempre mantuvo Lucho.