Absolvieron a Milcíades Lencina y la familia Cresta seguirá investigando
El único imputado por el asesinato de la joven de 32 años fue absuelto por el Tribunal, que no halló pruebas suficientes para la condena. Florencia Cresta apareció estrangulada en un descampado en 2013. Una vez más, una causa con instrucción de la Fiscala Ates queda impune.
Alrededor de las 14.00 del lunes, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de San Nicolás dio a conocer el veredicto del juicio por el crimen de Florencia Cresta, la joven de 32 años que apareció estrangulada en un descampado ubicado en inmediaciones del cementerio parque Jardín del Molino el 19 de noviembre de 2013. “Absolución” fue la decisión de los jueces para con el único imputado, Sebastián Milcíades Lencina, apodado “el Gordo”.
Los elementos probatorios reunidos en la causa por la suspendida Fiscala Gabriela Ates no fueron suficientes para que el Tribunal dictara una sentencia condenatoria. Marcelo Manso, que ofició como Fiscal de juicio, había pedido prisión perpetua por homicidio. El Defensor Oficial Alejando Ares, por su parte, la absolución.
La segunda postura fue la que primó. Otra vez, un expediente por homicidio elaborado por Ates queda impune. Como el asesinato del policía Juan Manuel Reyna o el crimen a la salida de un boliche de Leonardo Otto.
Pruebas insuficientes
La causa por el asesinato de Florencia Cresta comenzó con el hallazgo del cuerpo de la joven en ese descampado, detrás del cementerio parque, en una zona donde solía haber “reuniones” nocturnas. Estaba estrangulada, atada de pies y manos, con los pantalones bajos y golpeada.
Las pericias determinaron que fue asesinada unas 48 horas antes de que su cuerpo fuera divisado en ese lugar, donde fue trasladada luego del crimen. La joven había salido de su casa un domingo con intención de llevarles unas cosas a su pareja y a su hermano, que estaban presos en San Nicolás y a quienes había ido a visitar el sábado.
El martes siguiente apareció muerta. Nunca había ido a la terminal. Todo indica que antes se encontró con quienes la mataron. Su cuñada, que tenía que despertarla para tomar el colectivo, no encontró a nadie en su casa, pero sobre la cama estaba la ropa y la comida que llevaría a la Unidad Penal, junto a los documentos y un paquete de cigarrillos abierto.
Desde el otro día del hallazgo del cuerpo, Micíades Lencina fue el único imputado y detenido por el asesinato. En ese momento tenía 20 años. Sindicado como presunto líder de una red de comercialización de drogas, un allanamiento en su casa encontró marihuana cuyo destino habría sido la venta, papeles con anotaciones –entre ellas el número de la víctima– y un
celular con Florencia agendada y mensajes intimidatorios hacia ella, que tenía problemas de adicción a las drogas y hasta hubo quienes señalaron que eso la habría conducido a la
distribución para la red que conduciría Lencina.
Podía haber elementos respecto de la sospecha sobre venta de drogas, pero para acusarlo de un homicidio no había material suficiente. De hecho, todo el expediente se sostuvo a partir de una cadena de testigos de oídas que resultó un verdadero castillo de naipes.
Un testigo A dijo que equis la mató. Otro dijo que A le contó que ese equis le dijo que la había matado. Un tercero dijo que B le contó que A le había dicho que aquel equis era el asesino. Así era la cadena de relatos que involucraba a Milcíades Lencina con el crimen. El testigo original resultó ser un “psicótico, con certificado de discapacidad mental”, revelaron fuentes de la investigación.
Lo que no se entiende, más allá de la mala instrucción de la exfiscala Ates, es por qué el Juzgado de Garantías elevó la causa a juicio con un expediente cuyos elementos probatorios eran tan inconsistentes. “Un disparate detrás de otro”, dijeron fuentes del Ministerio Público Fiscal.
Dos familias involucradas
El asesinato de Florencia Cresta tuvo siempre a dos familias en vilo. Por un lado, Stella Maris, madre de la víctima, y su entorno, que no dejaron nunca en su búsqueda de aportar datos que permitieran saber quién había matado a la joven y por qué. Por el otro, los hermanos de Lencina, que siempre sostuvieron su inocencia.
Una hermana de Milcíades fue a escuchar el veredicto y de allí, con la absolución dictada, salió para Campana a buscarlo a la Unidad Penal en la que estaba detenido.
“Era todo mentira lo que decían la Policía y los fiscales. La Fiscala Ates dijo que él era el asesino, que había matado a Florencia Cresta, y él es inocente, nunca salió de su casa, lo ensuciaron al pedo, porque la señora Ates quería un preso, un detenido por ese crimen, y lo llevó por un mensaje. Hicieron todo así nomás, era un perejil, lo quisieron empapelar”, sostuvo un familiar del enjuiciado.
José Luis Lencina, hermano de Milcíades, relató a La Opinión que en el momento del crimen “vivía asomándose a un portón y se metía para adentro” porque “le tenía miedo a Gabriel Mendoza, porque se habían peleado”. Por ese entonces, todavía “el Gaby” no había sido detenido en un operativo que encabezó personalmente el ahora Comisario General Dante Paolini en una villa de Rosario.
“Estamos contentos porque el juez dio a entender que Milcíades no fue el asesino”, celebró su hermano y aseguró: “Vamos a ayudar a la familia Cresta para que puedan detener a los culpables, vamos a hacer una marcha para ayudarlos”.
Por su parte, entre los Cresta hay decepción. Ante la pregunta acerca de cómo estaba tras conocer el veredicto, Stella Maris respondió a La Opinión: “Mal. Al final, él no era. No sé, había testigos que lo apuntaban, pero todos de oídas. Yo nunca acusé a nadie, esperé que actuara la Justicia”.
La mujer sostuvo que no bajará los brazos. “Yo voy a seguir investigando y veremos”. Prefirió no hablar de marchas, pero informó que la familia Lencina les aportó “otros nombres que pueden ser” y que les dijeron “que escucharon otras cosas y que van a ayudar a investigar”.
“No nos vamos a quedar así, vamos a seguir. Decían que Florencia vendía drogas. Ella consumía, pero vender, no. Si estaba en una miseria total, ni para comer tenía, le habían cortado la luz y yo la ayudaba. Ellos decían que vendía droga, pero nunca le creí. Yo veía cómo vivía”, dijo la madre.