A 6 años del asesinato de Nicolás Castillo, el fiscal Manso archivó la causa y el crimen queda impune
La Justicia agotó todas las instancias que tuvo a su alcance para intentar esclarecer el caso y el homicidio del joven de 20 años quedó sin resolver. La víctima fue buscada durante más de un mes y apareció el 16 de febrero de 2014 en un bañado en Río Tala.
Uno de los casos policiales más impactantes de los últimos años fue el asesinato de Nicolás Castillo en Río Tala. Como se presumía, quedará impune: la causa fue archivada y deja en el camino un sinfín de preguntas que quizás nunca tendrán respuestas.
El fiscal Marcelo Manso aseguró a La Opinión que ya agotó todas las herramientas legales que tuvo a su alcance para resolver el caso, pero no alcanzó. Finalmente decidió cerrar la causa sin que haya un solo responsable tras las rejas.
A lo largo de la instrucción aparecieron varias pistas como para esclarecer el caso. Aunque siempre que se estuvo cerca, apareció algo que frenó o torció el curso de la investigación.
Evidentemente hubo personas a las que no les convenía que se supiera la verdad. Entonces, surgieron diferentes versiones y datos nunca comprobados. El fiscal Manso ordenó que todo se investigue. Pero no alcanzó y tuvo que archivar la causa.
Nicolás Castillo fue visto por última vez el 12 de enero de 2015 en Río Tala. Tres días después fue radicada la denuncia. A partir de allí, comenzó una secuencia de operativos de búsqueda sin resultados hasta más de un mes desde su desparición.
Se lo buscó en el río Arrecifes mediante un operativo pocas veces visto. Se rastrilló la zona rural de Gobernador Castro, el basural de la localidad y varias taperas con viejas casonas abandonadas. Hubo operativos sobre la ruta 191 en cercanías de Villa Sarita. Rastrillaron varios establecimientos abandonados a la vera de la ruta 1001 y hasta en el riacho San Pedro después de que una persona asegurara que vio flotando un cuerpo adentro de una bolsa.
A todos estos operativos se sumaban los que a diario se desarrollaban en Río Tala. En distintas propiedades se levantaron todo tipos de pruebas pero ninguna alcanzaba para imputar a alguna persona y menos aún para hallar a Nicolás Castillo.
El fiscal Marcelo Manso, quien heredó el caso que en sus inicios fue instruido por la fiscala Gabriela Ates, se hizo cargo de la causa cuando ya habían transcurrido 15 días y algunos puntos a discutir ya estaban quebrantados y eran insuficientes para analizarlos como correspondía.
El cuerpo del joven fue hallado el 16 de febrero cuando un grupo de pescadores pasaron ocasionalmente a orillas del río Arrecifes y sobre un bañado, donde el agua había bajado, se divisó el cuerpo en estado de descomposición. Tenía poca ropa, estaba boca arriba como si lo hubieran estaqueado e incinerado. Las pericias establecieron que Castillo presentaba un fuerte golpe en la nuca.
A medida que fue pasando el tiempo todas las pistas se fueron nucleando en el entorno de Nicolás Castillo y existieron varios detalles que fueron examinados con puntillosidad.
La sangre hallada en el patio de la vivienda familiar en Río Tala, otras manchas en la suela de un calzado o los rastros detectados en el baúl del auto Ford Falcon gris de la familia, el mismo rodado que fue reportado por las cámaras de seguridad de una empresa ubicada sobre la vieja ruta 9, donde se observa el paso del vehículo en sentido al río Arrecifes, días después de la desaparición del joven. Todos indicios que no fueron suficientes para transformarse en elementos probatorios que permitieran sostener acusaciones.
Aunque la investigación siempre estuvo bien orientada, no alcanzó para resolver el entramado que se interpuso en el camino, voluntaria o involuntariamente, quedando en el imaginario de la gente que se trató de un delito relacionado a un ajuste de cuentas, robo, despecho y hasta sobrevoló la idea de algún episodio intrafamiliar.
Tras seis años, sin posibilidades de resolver el laberinto planteado por la causa, el fiscal Manso decidió archivar el expediente. Una resolución que, después de todo, favoreció al autor material del asesinato, el responsable de un “crimen perfecto”.
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