2019: Un año para seguir de timbreo
La primera edición impresa del año de La Opinión lleva en su página dos la columna editorial de Lilí Berardi. Hoy la compartimos en la edición digital para renovar el compromiso de un periodismo de pocos amigos y muchas convicciones.
-Por Lilí Berardi
Con una mano tocaban el timbre y con la otra sostenían la postal de la década de la corrupción “del gobierno anterior”. La misma postal reciclada de los 90 en Anillaco y muy parecida a las que seguramente usarán los que en 2023 pretendan culpar a la gestión precedente de todas las desgracias que lluevan sobre la Argentina. Las esperanzas de encontrar un sosiego para el saqueo se diluyeron cuando se supo que el despilfarro, la timba y la “juerga” (Coronel Cañones, dixit) seguirían sin control, incluso birlándole la billetera al pobre tío que vivió de su trabajo mientras el sobrino dilapidaba. En boca de quien esto escribe y con el pedido de disculpas por el procaz lenguaje, los tíos son los PELÓNOMOS (pelotudos autónomos) y TRABALUDOS (trabajadores boludos). Aquellos que por conservar lo que emprendieron son capaces hasta de fundirse con tal de no entregarse. Los que se compran un auto, viajan una o dos semanas de vacaciones, tienen una obra social o prepaga, mandan a sus hijos a aprender idioma o danza, son socios de un club, les gusta estrenar zapatos para el cumpleaños, regar con vino un asado, en fin; los que se sonrojan cuando se dan esos grandes lujos que pagan en cuotas o con la tarjeta que suma puntos para canjear por licuadoras. Así hemos visto caer a productores, fruticultores, comerciantes, distribuidores, representantes, chacareros, trabajadores, despedidos y emprendedores que según los que ganan en todos los modelos e ideologías no supieron manejarse, reconvertirse, mutar de inversiones o dejar a tiempo su actividad. Es decir; los acusados, culpables, inútiles y poco inteligentes que cometen el delito de ocuparse de su subsistencia y la de sus familias. Los que se ganaron su presente o lo heredaron de aquellos que forjaron un capital y hoy están muertos o jubilados con la mínima. No fueron ni son vagos. Por el contrario son insistentes, testarudos, obstinados. Tan autónomos como para no tener padrinos y tan trabajadores como para no darse cuenta que la vida se va mientras transcurren esos arriesgadas aventuras que emprenden por voluntad propia. Son los que constituyen ese 35 por ciento que paga, sostiene, tolera, resiste y lucha porque pensaron que alguna vez se iba a terminar el hambre y la pobreza. Ahora la tienen clara, entendieron que el negocio es que crezcan el hambre y la pobreza porque ya no hay margen para la duda.
Está prohibido indignarse porque antes o ahora “usted los eligió” para que se hagan cargo; precisamente de “usted” y es “usted” quien no quiere hacerse cargo de sus decisiones. Usted ahora se la banca. No queremos escucharle ni un chistido. Usted no tiene derecho a quejarse porque siempre votó para ganarle al otro que estaba. Usted es imperdonable. Por eso usted debe saber que puede esperar el 2019 esclarecido. Aquí le advertimos y nos advertimos sobre algunas cuestiones básicas. Pase lo que pase, lo probable es que 2020 llegue con esta o “la otra” gestión. Ojo, puede ser peor si un neo Bolsonaro irrumpe en el escenario y volvemos con la cantinela de lo insólito. Usted tendrá la culpa de todo lo que pase si sigue con esa costumbre de no decir nada cada vez que beca concejales, diputados, senadores sin conocerlos y al solo fin de que sean ellos quienes le enseñen cómo tiene que hacer usted para sobrevivir. Trate de leer el prospecto antes de tomarlos. Sepa que hay muchos que sienten satisfacción enrostrándole que todo va mal por la macrisis o por lo que robó la chorra; son los que colaboran con la distracción permanente porque lo cierto es que la chorra no está presa y la macrisis la tendrá que pagar durante décadas a cuanto usurero haya prestado el dinero para seguir con la fiesta. Nación, provincia y municipio juegan con las mismas cartas y ventajas a la hora de proponer lo que no harán y silenciar aquello que saben que van a hacer y no quieren que nadie se entere. Pero bueno, usted les cree porque el deporte es creer. Los calificativos puede repartirlos en partes iguales entre el modelo nacional y popular y las espléndidas imágenes de los neoliberales que sonríen aún para anunciar el regreso del sarampión o la lepra. A usted mismo pueden decirle con mucha gracia que la inseguridad es una sensación o que va a esta mejor porque se lo merece y sí, se puede.
Es menester de la prensa desenmascarar los recursos con los que el poder sojuzga a los ciudadanos aun en tiempos de redes y prolíficas falsedades digitales. A la profesión de periodistas se ha agregado ahora la obligación de moderar la ira social que se desata sin límites en el mundo de las nubes de contenidos que se nutren de los desperdicios de las cloacas para pontificar, juzgar y condenar sin más límites que el del propio pensamiento o convicción sin detenerse a evaluar su procedencia. Y de ello también usted parece ser el principal responsable puesto que cada tanto nos pregunta o pone en duda si es cierto lo que publicamos en una versión impresa que agoniza al ritmo del papel de diario. Con todo derecho usted duda de nosotros, porque entre nosotros también hay crápulas y filibusteros. Usted debe saberlo. Está claro que queda poco lugar para el intelecto, el discernimiento o la idea. Lo que no es posible es seguir navegando sobre esa marea de mentiras que nos abruma a diario y contribuye a un timbreo que aturde aún cuando se hace silencio. Usted puede no podrá evitar que le toquen llamen a su puerta pero sí que le mientan. La hipocresía siempre es el motor del desparpajo con el que se castiga una y otra vez a la población que no puede digerir que el hambre y la pobreza que ahora sí mide el INDEC, estén en desmadrado crecimiento y sin freno a corto plazo. Medirlo o no medirlo es una cuestión menor cuando se asiste al sepulcro de nuevas generaciones.
Usted lo lamenta, pero no puede hacer más de lo que hace. Usted es solidario, lo sabemos.
En síntesis “los ustedes”, hemos saldado las cuentas.
Y… como dice la Gobernadora, “no somos todos lo mismo”.
Por suerte.