15 años de prisión para Rubén Larrosa y Marcelo Fabián Romero
Ayer al mediodía se conoció la sentencia para los dos imputados en el asalto y posterior crimen del jubilado, de 82 años, que fue asesinado en Marzo de 2002. Los Dres. Aramburu, Ocariz y Fernández sentenciaron al sampedrino Marcelo Fabián Romero y a su cómplice Rubén Larrosa por considerarlos autores materiales del hecho. La esposa de Romero sigue acusando al ex Subcomisario Guillermo Britos, como quien “armó” el hecho, pero los hijos de Uballes ratificaron la labor del policía por considerar que gracias a su trabajo se pudo esclarecer el caso.
Ayer martes se cerró en los Tribunales de San Nicolás, uno de los casos policiales más impactantes ocurridos en la ciudad. El crimen del jubilado Rodolfo Uballes, ultimado en su casa de La Nación 1160 en el año 2002.
Los jueces Dr. Martín Aramburu, Dra. Belén Ocariz y Dra. Laura Fernández condenaron a 15 años de prisión de cumplimiento efectivo a los dos imputados, Rubén Italo Larrosa, oriundo del Gran Buenos Aires y Marcelo Fabián Romero, de San Pedro.
La fiscalía había pedido una pena aún más dura, porque en su alegato el Dr. Vicente Botteri había solicitado 20 años de prisión para los dos acusados por el delito de homicidio en ocasión de robo. Los consideró a ambos autores materiales, porque si bien Romero no estuvo en el lugar de los hechos, se pudo demostrar que estaba en contacto telefónico permanente con ellos. La hipótesis central, es que Romero organizó el asalto y “contrató” a Larrosa y Verón que sigue prófugo, para cometer el hecho.
Tomados de la mano, los hermanos Uballes presenciaron el cierre del juicio y escucharon la sentencia. “Estamos conformes, porque hoy en día los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra. Creemos que se hizo justicia pero al viejo no lo vamos a tener más. Nosotros hicimos lo que pudimos y ojalá esto les sirva a estas personas para recapacitar”, dijo Sonia Uballes, una de las hijas mujeres de la víctima. Ella y su hermano Rodolfo fueron los que estuvieron presentes en el recinto al conocerse el fallo.
Romero evitó mirarlos, y brilló por su ausencia Rubén Larrosa, quien se excusó como lo hizo en las dos primeras jornadas del juicio, el lunes y martes de la pasada semana.
Las llamadas cruzadas
El jueves en el recinto del Tribunal Criminal Nº 1, la fiscalía y la defensa repasaron sus alegatos en el tercer y último día del juicio oral y público.
La parte acusadora, a cargo del Dr. Vicente Botteri y del Dr. Ares, estimó que “Ha quedado demostrado en esta audiencia de causa, que el 12 de Marzo 2002, siendo aproximadamente las 17 horas, Rubén Italo Larrosa y Alfredo Antonio Verón, en cumplimiento de un plan que fuera coordinado y dirigido, incluso en la etapa de ejecución, por Marcelo Fabián Romero, ingresan a la vivienda ubicada en calle Nación con fines de robo. Que durante el desarrollo del robo atan y golpean al morador, Rodolfo Uballes, quien fallece a raíz de las lesiones que le fueron infringidas; que de acuerdo al informe de autopsia presentaba importantes hematomas en la región intra abdominal, múltiples fracturas de arcos costales izquierdos y contusiones múltiples en rostro y cuero cabelludo. Lesiones de carácter vital y atribuibles a violencia ejercida por terceros por golpes contra objeto duro y romo…”
Las pruebas más importantes que tiene la fiscalía, como se había indicado anteriormente, apuntan a los cruces de llamadas entre los tres acusados. Ares, puntero en mano, explicó el recorrido de la investigación en una pizarra. Les dijo a los jueces que el puntapié fue la primera llamada que se hizo al celular de Jorge Beneventana, el dueño de la inmobiliaria que tenía en venta la casa de Uballes. Esa comunicación se estableció desde un telecentro de la Av. Cabildo en la Capital Federal. Y desde allí se hicieron acto seguido, llamadas a la casa de Verón y otra a un celular cuyo titular era Romero.
“Después, en el domicilio de Verón se secuestró el arma robada a la víctima y un arma de fuego que tenía el mismo calibre que la munición encontrada en el lugar del hecho”, apuntó Ares.
El próximo paso fue pedir “un registro de llamadas entrantes y salientes del teléfono de Romero. Y al momento de entrevistar a Verón, espontáneamente dice que su hermano trabajaba con el Sr. Larrosa. En esa forma se relacionan a Verón con Larrosa. Después se allana el domicilio de Larrosa y se encuentra una agenda azul donde figuraba un teléfono de Concepción del Uruguay a nombre de Rubén Larrosa. Además de encontrarse en la misma agenda el teléfono del señor Romero con el nombre de Fabián”.
En este punto, Ares reconoció que la coartada de Romero está puesta en la posibilidad de que Larrosa haya anotado su número celular porque él lo tenía publicado e incluso pegado a una camioneta de su propiedad, cuando se desempeñaba como vendedor. “Rico, el remisero, dice que Larrosa se movilizaba en un Polo verde. La mujer de Romero dice le habían dado el número de su teléfono a una persona que andaba en un Polo verde en San Pedro”, apuntó. Pero lo determinante para la fiscalía, son las “múltiples llamadas cruzadas entre los teléfonos de Romero y Larrosa, en el momento en que se inicia el hecho; como durante todo el desarrollo del suceso”.
Bigotes y automóviles
La defensa de Rubén Larrosa, fue la que presentó el alegato más extenso. Estuvo a cargo de la defensoría oficial de San Nicolás, y esgrimió como principal argumento un pedido de nulidad de las pruebas relacionadas a las llamadas telefónicas por no contar con una debida orden judicial. Pero también de una serie de escuchas que se realizaron a las líneas de teléfono y que son consideradas como “violatorias de derechos constitucionales”.
La coartada de Larrosa, es que ese día él se encontraba trabajando en la remisería en la que era chofer en su localidad, Gral. Pacheco. Manejaba un Renault 19 color bordó según acreditan desde la propietaria de la agencia hasta sus compañeros, y esa mañana realizó varios viajes desde las 8,15 de la mañana. A las 10,30 llevó a una pasajera de nombre Marisa a Capital Federal, y tuvo una larga espera de unas tres horas y media según figura en el registro. Pero esa pasajera nunca pudo ser ubicada para testificar.
La defensa también alega que Larrosa usaba en esa época un tupido bigote. Un detalle que no menciona ninguno de los testigos clave del caso, como la empleada de la inmobiliaria Beneventana que recibió en la casa a los supuestos interesados en la propiedad y que luego asesinaron a la víctima.
“El bigote se lo afeitó en la unidad penal, después de ser detenido a más de un año del hecho”, dijo su defensora.
En cuanto a las escuchas telefónicas, la defensa asegura que “fueron practicadas con posterioridad a la detención de Larrosa”, porque el acusado fue detenido el 12 de Junio de 2003, pero las escuchas se realizaron a partir del 14 de Junio. “Continuaron por mucho tiempo sin motivo, y son de comunicaciones de terceras personas que no estaban sospechadas. La mayoría de las conversaciones son de problemas de pareja, problemas familiares, y del cliente con el abogado”, dijo la letrada defensora.
“No lo contrataría ni de pintor por miedo que me robara”
El Inspector Guillermo Britos fue una de las figuras dentro y fuera del juicio oral y público por el crimen de Uballes. Además de haber sido uno de los testigos clave porque estuvo a cargo de la primera etapa de la investigación del hecho, cuando era titular de la Comisaría, contestó a las acusaciones de la esposa de Fabián Romero, Miriam Núñez. La esposa del imputado dijo que la policía había armado la causa para inculparlo y apuntó directamente a Britos. Dijo que el motivo fue que su esposo “se negó a trabajar” para la policía. “Con Fabián Romero no puedo tener ninguna afinidad, no me gustaría tenerlo de pintor en mi casa porque tendría miedo de que me robara”, dijo Britos visiblemente enojado.
Como último golpe sobre Romero, asestó: “El armó el hecho, trajo la gente para robar como hizo en montones de hechos más aunque lamentablemente nunca se lo pudimos probar. Como por ejemplo, a la gente de Credil que fue asaltada poco antes del hecho de Uballes. No tengo ninguna duda que trajo a esta gente para robarle a Uballes, y él estuvo comunicado durante el hecho.
Esta señora (por Núñez) se tendría que enojar con una sola persona: el idiota que fue a robar con el marido de ella, que habló por teléfono a Beneventana, a Romero y al otro delincuente desde la misma cabina y en el mismo momento. Ni siquiera para robar sirven, si se quiere enojar que lo haga con él, que no saben ni razonar”.
“Mi marido no tiene antecedentes”
La esposa de Rubén Larrosa fue el único familiar del imputado que estuvo presente el jueves, durante la lectura de los alegatos. Adriana Pérez se mantuvo muy cerca de su esposo, que permanecía cabizbajo mientras la fiscalía y la defensa leían sus escritos. La mujer, aunque no quiso ofrecer declaraciones públicas al término de la sesión, dijo que está consultando un abogado particular. “Mi marido era remisero y no tiene ningún antecedente penal”, dijo escuetamente.