Cuando un grupo de vecinos y prestadores del paraje histórico anunció que pondrían manos a la obra para sacar los yuyos y el barro de las canaletas de drenaje del agua del monumento nacional a la Soberanía, preparando el sector para la llegada de numerosos visitantes durante el fin de semana de seis días, también se marcó la necesidad de realizar el mismo trabajo en la playa pública.

La breve creciente pasada dejó restos de camalotes, ramas y suciedad que arruinan el paisaje natural, unos por la propia naturaleza y otros por la mano del humano que desecha sus residuos al agua como si esto no tuviera consecuencias.

En una recorrida por el lugar, durante la tarde del sábado, La Opinión registró imágenes y pudo verificar que en ese lugar nunca se realizó tarea alguna.

Sólo con un pequeño tractor y un rastrillo podrían haber desechado los restos putrefactos de camalotes, ramas incrustadas en la arena y botellas y bolsas esparcidas por el lugar, que además podrían producir algún accidente entre los concurrentes.

La bajante dejó al descubierto la falta de arena en el sector permitido para bañarse delimmitado por las boyas, donde un grupo de chicos disfrutaba del agua en una tarde calurosa, pero entre el barro.

Sin ningún tipo de control por parte del personal municipal, hubo gente que llegó a metros de la reserva natural y bajo los arboles, encendió su fueguito para hacer el asadito del sábado, cuando esto está totalmente prohibido.

Las promesas que no cumplen, como reza el dicho popular, siempre serán deudas. Y esta es una deuda permanente con el pueblo, donde una mitad espera con expectativa la llegada de visitantes y la otra, parece no ver el estado de abandono en el que se encuentra el paraje de la batalla reconocida como ícono de nuestra soberanía.

Reserva Natural