El mes de enero ha sido una pesadilla, todos los fines de semana hubo enfrentamientos, llamados de emergencia y sonido de piedrazos, disparos y hasta bombas molotov caseras. Las localizaciones y los apellidos son dos: Liniers y Quiroga o Mateo Sbert y Liniers.

Sólo hubo un poco de paz, cuando un integrante de una de las familias estuvo detenido tras dejar heridas a dos personas. Una de esas noches en la primer semana de enero, hasta los bomberos tuvieron que retornar al cuartel porque fueron recibidos con una lluvia de piedrazos aún cuando dentro de una vivienda habían arrojado una botella con nafta y prendieron fuego. Hay un video que lo documenta. En ese caso los apellidos eran otros pero la situación la misma: imposible vivir así.

De hecho y aunque no se trata de los mismos protagonistas pero sí del tipo de hecho, la madre de Jonathan Luna, se presentó en La Opinión para relatar que su hijo tenía heridas de arma blanca cuando fue trasladado a la Comisaría y que ella sabe que todo lo que pasa obedece a que quieren quedarse con su casa y su terreno. Apuntó al consumo y a la venta de drogas como raíz de todos los problemas y relató cómo se turnan para dormir tanto ella como su nieto. Días después desde la otra familia llegaron para relatar una versión diferente. Lo cierto es que decenas de niños conviven a diario con los conflicto, toman como referentes a los “líderes” y tal vez concluyan en que ese es el único escenario de sus vidas.

“Otro fin de semana rehenes de los Luna y de los Cabrera en la zona de Mateo Sbert y Liniers. No se que están esperando para actuar. Quizás actuemos los vecinos o haya otro muerto como Vanesa Martínez”, dice el mensaje desesperado de una persona que vive en la zona azotada por este conflicto.

Este mensaje que llegó el sábado por la noche, tras varias horas de enfrentamiento y con un video que fue grabado tras un tapial, apunta como tantos otros a un caso que fue “disciplinador”: el asesinato de Vanesa Martínez, una mujer que murió tras recibir un disparo mientras tendía la ropa en el patio de su casa,

Los llamados a la policía y a este medio comenzaron en horas de la tarde y se extendieron hasta la madrugada. En todas las oportunidades fueron los móviles para intentar disuadir. Ni por parte de la familia Luna ni desde la familia Cabrera radicaron denuncia alguna, entonces siguieron cada vez que se retiraba el patrullero.

También ingresaron al 911 llamados anónimos y a la llegada del personal nadie quiso señalar lo que sucedía.