A un año de su muerte, los familiares de Patricia Sagrera buscan saber qué pasó aquel día en Sadiv
La mujer, de 49 años, falleció un mediodía de febrero en el hogar de la institución, cuando almorzaba. La Justicia investiga su muerte, para determinar si ingirió alimentos que no podía comer por su avanzado grado de discapacidad. Documentos, videos y testimonios son los elementos con los que trabaja el Fiscal Manso. “Sólo queremos saber qué pasó”, sostiene su familia.
La Justicia investiga desde hace un año la muerte de Patricia Sagrera, de 49 años, quien padecía síndrome de down con una discapacidad del 95 por ciento y era interna de la Sociedad de Amigos de los Disminuidos Visuales (Sadiv), en cuyo hogar vivía y donde murió un mediodía, mientras almorzaba.
La causa penal que instruye el Fiscal Marcelo Manso es por “averiguación de causales de muerte” y tuvo su origen en la diferencia entre los testimonios del personal de la clínica donde fue llevada de urgencia aquél día y el de la institución respecto al tamaño de los ravioles que almorzaba, puesto que como no podía masticar, había prescripción precisa sobre cómo debía ser su alimentación.
A un año, sus familiares se preguntan “¿qué pasó con Patri?”, aguardan los pasos judiciales y recuerdan a quien, sin lugar a dudas, marcó las vidas de todos ellos, puesto que la atención que merecía su estado la puso en el centro de sus días y templó sus corazones en la paciencia y la comprensión para abordar las relaciones con los otros.
Una mujer distinta
Patricia Sagrera nació con síndrome de down, afectada en un 95 por ciento de su cuerpo. Vivió siempre con su madre y fue una de las primeras asistidas de Sadiv, una de las “fundadoras”. En el año 2008 su mamá murió y quedó como parte de las internas de la institución. Siempre acompañada por sus hermanos, que la visitaban varias veces por semana y la llevaban los domingos a compartir la jornada en familia.
La gestualidad de su rostro, la sonrisa y ciertas acciones mecánicas se transformaron en su única manera de comunicarse con el universo fuera de su mente, territorio insondable para el exterior, con quienes supo relacionarse desde el afecto, el sonido de la voz, la mirada cómplice o acaso severa que escondía algún reto.
Se la podía ver siempre con una radio en la mano, embelesada por las voces y los sonidos que emanaban del mágico aparato por el que un día los locos de la azotea transmitieron Wagner para cambiar el mundo para siempre y transformarlo en la compañía cotidiana de tantos, entre ellos de Patricia.
Sonreír, tirar una silla con gesto de enojo, volcar los baldes con agua a su paso en medio de un pícara mirada eran parte de sus maneras de comunicarse con los otros. Interpretar sus deseos, sus temores o sus estados de ánimo, sin dudas no ha sido tarea fácil para nadie. Aun así, aquellos que lograron construir un vínculo con ella, serían capaces de describir todos y cada uno de sus comportamientos, como si tuvieran el mapa rizomático de su críptica personalidad.
Aquel mediodía fatídico
El lunes 11 de febrero de 2013, feriado de carnaval, Patricia Sagrera estaba en Sadiv, como todos los días. Era mediodía y almorzaba junto a sus compañeros. En la institución, quienes la atendían a diario sabían que ella no masticaba, nunca lo había podido hacer, aunque su evolución en torno a la comida fue muy importante a lo largo de sus casi 50 años. Al nacer, su grado de discapacidad era tal que ni siquiera podía tomar la leche materna, imposibilitada de succionar. Con los años, logró comer por sus propios medios, siempre y cuando la ración le fuera servida en trozos pequeños, que paseaba con gusto por su boca hasta tragar.
Ese mediodía, algo pasó: Patricia se ahogó, fue trasladada a la clínica San Pedro. Ese mediodía murió. Las versiones difieren. Desde la institución, de acuerdo a un acta del 1 de marzo que obra en la causa, sostienen que la asistida “se encontraba comiendo ravioles blancos con queso cortados en trozos pequeños” y que el personal la abordó porque en determinado momento la “notan como ahogada”, tras lo que decidieron llevarla a la clínica “para evitar aguardar la llegada del CEM”.
En el párrafo siguiente del acta, dice que “en ningún momento Patricia manifestó signos o síntomas de ahogo” y que “cuando se la trasladó” hacia el centro de atención sanitaria “salió del Hogar con signos vitales, pero las maniobras de reanimación llevadas a cabo en la clínica no pudieron salvarla y falleció”.
Por su parte, los familiares dejaron asentado en el acta que “los ravioles estaban enteros, siete u ocho, según dichos del médico de la clínica que la asistió y la enfermera”.
Caminos de la causa
La diferencia respecto a si los ravioles estaban enteros o cortados en trozos pequeños derivó en la denuncia penal por parte de la familia Sagrera, que dio lugar al inicio de una causa caratulada “averiguación de causales de muerte”, que instruye el Fiscal Marcelo Manso.
La primera medida tuvo lugar el 21 de abril del año pasado, cuando la Justicia ordenó un allanamiento en el hogar que Sadiv mantiene en Belgrano 655. Allí incautaron “documentos y videos de las cámaras internas de la entidad”, según informó Manso al diario El Imparcial esa semana.
Uno de los videos muestra el momento del hecho. Patricia Sagrera está de espaldas y una mujer, personal de Sadiv, la palmea mientras otras les dan de comer al resto de los asistidos. De repente, todo es caos, apuro, manos sobre las cabezas y llega el traslado. En la punta de la mesa está el plato de ravioles blancos con queso. Dentro, el tenedor o acaso la cuchara con la que la mujer comía. La cabeza del utensilio no se alcanza a divisar, cubierta de comida.
Una de los movimientos más importantes de la causa tiene que ver con la declaración del médico a cargo del servicio de emergencias que atendió a la mujer aquel mediodía en la clínica San Pedro. “Declaró lo mismo que nos dijo a nosotros ese día, que al asistirla le sacaron ravioles enteros”, dijo Cristina, hermana y curadora de Patricia Sagrera.
Un año de incertidumbre
La mujer falleció aquel 11 de febrero y su certificado de defunción fue extendido recién ocho días después. La reunión entre las autoridades de Sadiv y la familia tuvo lugar el 1 de marzo, a las seis y diez de la tarde. Allí expresaron las diferencias que derivaron en la causa penal.
“Queremos dejar en claro que estamos muy dolidos por la pérdida de Patricia, pero que estamos tranquilos que desde Sadiv hicimos todo lo que pudimos, ya que Patricia hacía mucho tiempo que estaba con nosotros”, señalaron las autoridades de la institución en el acta.
Los familiares tienen sus dudas respecto a que las cosas hayan sucedido como se las contaron. Se preguntan si ese día, feriado, estaba todo el personal idóneo necesario, el que conocía la patología y los cuidados que había que prodigarle a Patricia. Se preguntan si acaso no les ocultaron algo y sostienen que hay “quienes saben bien qué pasó ese fatídico día”.
Los hermanos de la fallecida aguardan el juicio. “Sólo queremos saber qué pasó”, repiten. Cristina Sagrera y su esposo, Carlos Biscia, aseguran que siempre habían confiado en Sadiv como institución. “Sólo queríamos que ese día nos dijeran la verdad, pero sentimos que nos ocultaron algo”, aseguraron a La Opinión.
A un año de aquél mediodía, el expediente de la causa sigue reuniendo material. Mientras tanto, lo que alguna vez fue un vínculo entre una institución modelo y una respetada familia sampedrina se rompió. En el medio, una duda que se cierne sobre la trayectoria de unos y que no permite hacer el duelo como corresponde a otros. Para el bien de ambos, la verdad es necesaria.