Nunca vi una vecina tan amarga como vos
Pablo Lescano y Damas Gratis tocan esta noche en San Pedro. Una comerciante de la zona del boliche donde será el show hizo un “llamado de alerta” y advirtió que puede “ocurrir un desastre”. Polémica, prejuicios y la historia de un artista único que cambió la cumbia en el país y se convirtió en un verdadero referente cultural que trasciende estilos y generaciones al ritmo de su hit “nunca vi un policía / tan amargo como vos”.
-Por Rafael Flaiman –
Un mensaje en el contestador de La Radio llamaba a los comerciantes del centro a “defenderse” y evitar lo que esta noche será una verdadera fiesta en el boliche Ponte Guapo, cuando Damas Gratis, el grupo del padre de la llamada “cumbia villera”, Pablo Lescano, se presente en la ciudad en el marco de la gira por el interior que abarca todo el fin de semana largo y pasará además por San Nicolás, Casilda, Rosario y Carcarañá esa misma noche.
“Este es un llamado de alerta a los comerciantes que están alrededor de Ponte Guapo, porque el miércoles a la noche viene a tocar el grupo Damas Gratis, con todo lo que significa eso: un desastre para todos nosotros los comerciantes”, dijo la señora, indignada.
“Tenemos que unirnos para ver si la Municipalidad se hace responsable de nuestras vidrieras, de nuestro perjuicio, de las cosas que puedan suceder. Que la municipalidad trate de sacar ese grupo a la costanera por lo menos, pero no tenerlos en el centro, con todo el desastre que está pasando y lo que este grupo puede llegar a ocasionar. Alerta a los vecinos y comercios de la zona de Ponte Guapo: viene Damas Gratis”, cerraba, como un personaje de Capusotto.
El prejuicio hacia la cumbia en general y a la villera en particular no es más que parte de una concepción de cultura que, como el Dr. Jorge Bosch, cree que la música que no goza del prestigio de clase de los comisarios del arte es “tam-tam primigenio”.
No importa: ya lo han dicho del jazz, del blues, el rock y, en nuestro país, del tango y el folklore. Si había prejuicio contra los juglares en la Edad Media, cómo no los va a haber sobre la cumbia de Pablo Lescano, el cronista más avezado del conurbano bonaerense, las villas miseria y la vida cotidiana de ese país que muchos sólo miran por televisión en los informes policiales. El mismo que viene a pescar a San Pedro “por la tranquilidad y por el pique”.
La música en la piel
Pablo Lescano tiene tatuado en el pecho “100 por ciento negro cumbiero”. Una declaración de principios que busca derrumbar el prejuicio de “los chetos” que bailan y cantan sus temas pero preferirían “soluciones finales” para los protagonistas de esas historias, gente como él mismo.
Los abuelos del Rey de la Cumbia hablaban guaraní y escuchaban chamamé. Sus tíos vivían pegados al sonido tropical. En ese ambiente musical, en el humilde barrio Carupá de San Fernando, en el Conurbano bonaerense, creció Lescano.
El creador de la llamada “cumbia villera” es un ícono cultural argentino que toca con León Gieco, Andrés Calamaro o Fidel Nadal; que llena el Luna Park; que produce bandas del estilo y que conoce en profundidad instrumentos, equipos, sonidos, efectos y programas de grabación como Pro Tools. Con su keytar Roland en la mano (un sintetizador para ejecutar colgado como si fuera una guitarra), para él todo es posible.
A los 12 años ya tocaba el teclado en un grupo del barrio. Luego formó parte del éxito de Amar Azul, donde empezó a componer y se codeó con experimentados músicos. Algo latía en el corazón de Pablito en las puertas de la crisis que destruyó la ficción menemista del primer mundo.
La movida tropical había explotado y el mainstream creó grupos de laboratorio cuya máxima expresión fue Comanche, rubios pelilargos de dudosa capacidad artística, vestidos con ropas de remembranza medieval cortesana: los nobles de la cumbia. “Todos corte Loco Mía, con lentejuelas”, se ríe el hombre que puso por primera vez sobre el escenario a pibes vestidos como lo hacían a diario: camiseta de fútbol nunca de marca original, jogging y “altas llantas”.
La resistencia cultural en esa época estaba en otro lado: en el punk, en el heavy metal, en el hardcore, géneros borders del rock que apuntaban a contar historias de barrio, de “los pibes”, del gatillo fácil de una policía corrupta que se apoderó de todo, sobre todo en el conurbano bonaerense.
Allí estaba Pablo Lescano. “Yo escuchaba cumbia, pero también 2 Minutos y esas bandas. Iba a bailar y las canciones eran de amor, de romances, no había canciones que relataran lo que se veía todos los días”, le contó el músico a Lalo Mir en el programa Encuentro en el Estudio. Unico exponente del género que pasó por ese canal, tiene el pergamino de haber sido también el único cumbiero que fue tapa de la revista Rolling Stone.
Tenía las ideas en la cabeza y las volcó en un grupo que se puso al hombro como productor: Flor de Piedra. Allí nació el primer tema de lo que el dueño de una compañía discográfica bautizó “cumbia villera”: el famoso “Sos botón”. La temática: un pibe de barrio que dejó la esquina para ser policía “A tus amigos andás arrestando / sos el policía del Comando”, escribió. Tal como el “Ya no sos igual”, el “sos buchón” de los 2 Minutos de Valentín Alsina, que describe a “Carlos”, el amigo que es “cana” y ahora “por la noche patrulla la ciudad / molestando y levantando a los demás”.
No sólo, claro. También habla de drogas, de “afano”, de chicas fáciles, de sexo explícito y en lenguaje tumbero, lunfardo actual de las clases populares.
“Yo no acepto el papel de sociólogo, yo crecí con esto, escuchando música, qué otra cosa voy a tocar”, sostiene Lescano, cuyas letras son un fresco insuperable de una realidad que sólo aparece en los noticieros para señalar con el dedo y jamás para comprender. Lo que la Sociología, la Antropología y los Estudios Culturales de la Comunicación nunca lograron sacar de los ensayos universitarios, Pablo Lescano lo puso en música para todo el país.
Canta que creció “en un rancho, entre humo, cumbia y borrachos” y asegura que “es cierto”. Entonces sí: recuerda a su abuelo formoseño escuchar chamamé y hablar en guaraní, a sus tíos pintores de obra que trabajaban de sol a sol toda la semana para ahogar la injusticia del que los mira mal por pobres y “cabecitas negras” el sábado y el domingo, en asado, vino y baile.
El costo de la fama
“Tenía un vecinito que tenía un acordeón y después le compraron un piano. A él no le gustaba, pero yo me la pasaba en la casa, tocando”, dijo sobre sus comienzos. No pensaba en esos tiempos Pablo Lescano que un día en Dock Sud lo iba a parar la policía porque bajó vestido “de villero” de un auto deportivo importado que compró con el fruto de su éxito.
Como a muchos pibes golpeados por la pobreza, la fama y el dinero lo arrastraron al camino de la adicción. Entre 2004 y 2006 estuvo sumido en la cocaína. Su madre, Norma, y el resto de su familia lograron rescatarlo.
“Por ahí me consumió el personaje”, dijo alguna vez Lescano sobre esos años oscuros. Su bagaje cultural es tal que para graficar esa época dice que estaba “tipo Trainspotting”, una película escocesa del director de culto David Boyle, filmada en 1996, basada en la novela de Irvin Welshe que relata las peripecias de un grupo de amigos que no paran de consumir drogas, con una banda sonora para el recuerdo: Brian Eno, Blur, Elástica, Primal Scream, Iggy Pop, entre otros.
“Me daba cuenta de que me hacía mal, porque tocaba nervioso o quería que el show se terminara. ¿Desde cuándo uno quiere que el show termine?”, le dijo en una nota a la Rolling Stone. Entonces aceptó la internación para recuperarse.
Como el accidente de moto que en el 2000 lo tuvo en cama y en cuya convalecencia nació la idea de fusionar cumbia colombiana clásica, las guitarras de Los Mirlos del Perú que ya usaban Amar Azul o La Nueva Luna y la “sonidera mexicana” (que combina acordeón con sonidos electrónicos), Pablo Lescano se sometió a un impasse para relanzar su arte.
Hoy tiene 35 años, es padre de tres hijos y diez discos, de los cuales editó algunos en el mítico sello de Pelo Aprile, un referente del rock que trabajó en multinacionales y tiene el mérito, por ejemplo, de ser el que convenció a Luis Alberto Spinetta para editar en Sony su disco doble con Los Socios del Desierto, cuando el histórico artista estaba renegado con la industria.
Pablo Lescano y Damas Gratis tocan en San Pedro este miércoles. Como en cada show, tocarán en vivo y con su propio sonido. Al músico, productor y cantautor no le gustan el playback o las medias pistas (cantar en vivo con la música pregrabada). Prefiere lo que el teatrista Jorge Dubatti llama “el convivio”: como el banquete del Dante, que “exige la presencia aurática, de cuerpos presentes” e instala “el acontecimiento espectatorial”, el otro que completa la obra y le da su condición de arte.