El tesoro poético de La Tosquera
Un proyecto de escritura literaria grupal de la escuela primaria N° 44 del barrio Los Cazadores fue coronado con la publicación artesanal de un libro con poemas de alumnos de 4° año que reúne el paisaje, la cotidianeidad y los sueños de los chicos.
El barrio Los Cazadores, más conocido como La Tosquera, tiene desde ayer un libro de poemas propio. Los alumnos de 4° año de la escuela 44, bajo la coordinación de Viviana Zunino, presentaron “Nuestro Tesoro. Un libro mágico de poesía”.
Se trata de 50 páginas donde la escritura colectiva que soñaron los movimientos poéticos de vanguardia del siglo XX se hizo realidad a partir de la imaginación de los pibes de uno de los sectores más humildes de la ciudad.
El proyecto “La Tosquera toma la palabra” fue coronado con este libro, editado e impreso de manera artesanal, donde el lenguaje poético y el uso de figuras retóricas pintan un paisaje no siempre conocido para el sampedrino medio, retratan una cotidianeidad envuelta en una identidad marcada a fuego, contagian sueños de pibes y pibas con ganas de vivir un mundo mejor y distinto allí, en su patria chica.
Los textos fueron escritos de manera grupal y son, como dice el prólogo, síntesis de vivencias compartidas entre chicos y adultos del barrio con docentes. El juego al aire libre, la observación, la lectura de cuentos, la escucha de canciones, entre otras actividades que conjugaron lo lúdico con lo artístico fueron los disparadores para estos poemas.
“En una sociedad donde todos nos escondemos tras apariencias, ellos han tomado su alma, la miraron frente a frente, la desnudaron con palabras y nos las comparten a corazón abierto”, dice Zunino en la presentación del libro, donde cuenta con sincera admiración la “valentía” de sus niños y niñas poetas.
Como los grandes vates, inventaron palabras, martillaron sinónimos y antónimos, forzaron el lenguaje para encontrar la figura que buscaban, el adjetivo preciso, el ritmo ajustado
“Puedo estar todo el día / mirándola así… / me gusta su sonido / sé que viene / y lo agarro a chuzazos / toco el agua que corre con mi mano”, dice el poema que abre el libro y recuerda, sin dudarlo, al Juan L. Ortiz de “Fui al río”.
Están el sol, que sale ahí, en La Tosquera; los caballos con los que se juega y se trabaja; los guigues con los que se navega el riacho; el barro; los grillos que musicalizan la noche; el mate y las tortas fritas; la lluvia y la creciente que acecha; los amigos y los hermanos; la sensación de vacío en la panza; las vacas y los peces; los perros galgos; la cumbia, la milonga, el rock y el chamamé…
Uno de los últimos poemas contiene dos versos de una belleza única, dignos de ser recitados, repetidos, recordados, reafirmados: “Me alimento de poesía”, dice uno; “Soy un pichón humano jugando a soñar”, el otro.