Tras detener el remate, Imprec sigue operando con nuevos inversores
Un empresario sampedrino accedió a invertir el dinero necesario para frenar el remate, por lo que la fábrica seguirá funcionando. Tenían una deuda con el Banco Integrado Departamental, que llegó a una sentencia de ejecución. Una historia de tres socios, diez trabajadores y la sindicatura de una quiebra que paga monedas pero remata bienes. Las gestiones de Uocra y la intervención de los funcionarios.
Este martes, en lugar de haber un remate en San Nicolás para ejecutar la deuda que la empresa Imprec S. A. tiene con el ex Banco Integrado Departamental (BID), lo que hay es el ingreso de un nuevo inversor que accedió a poner el dinero necesario para que esta planta de diez empleados y décadas de historia en la ciudad, siga funcionando.
El viernes, tras negociaciones hechas a contrarreloj, el Secretario General de la Uocra local, Horacio Azzoni, anunció a los trabajadores que las gestiones habían llegado a buen puerto y que estaba en condiciones de decir que el remate había sido frenado merced a la participación de un empresario sampedrino que decidió apostar por la fábrica.
Ante Fernando Enghelmayer, titular del Juzgado Civil N° 6 de San Nicolás, el sampedrino que tiene inversiones relacionadas a la actividad de Imprec “entregó un cheque certificado e hizo la propuesta de los 600 mil pesos”, dijo Azzoni, en referencia a la base del remate para saldar la deuda de la empresa con el ex BID.
“Se ha llegado a término con este grupo de empresarios que quiere hacerse cargo de la empresa”, les dijo el sindicalista a los trabajadores que, emocionados por la novedad, celebraron.
“Por más que venga el grupo inversor y compre el predio, se necesita la maquinaria, así que les vamos a pedir a los anteriores dueños que dejen las máquinas para los trabajadores”, informó Azzoni.
La historia de un crédito
La empresa Imprec S. A. tiene su planta ubicada en Ruta 1001 y calle 46. Sus titulares son el francés Pierre Galinier (50 por ciento de las acciones), el sampedrino que vive en Buenos Aires Oscar Natalicchio (45 por ciento) y el expresidente del Centro de Comercio Roberto Seregni (5 por ciento, designado Presidente).
El último es el que estaba en San Pedro. La historia cambia según qué socio la cuente. Lo cierto es que la empresa tomó un crédito con el Banco de la Ribera, que quebró y pasó su cartera al Banco Integrado Departamental, que a su vez también quebró.
En ese marco, un fallo judicial de febrero de 2012 ordenó el remate del predio donde está la fábrica, sobre una base de 600 mil pesos para que la sindicatura del BID cobre la deuda. El martes pasado recién se enteraron en la planta. Seregni dijo que tampoco sabía nada hasta ese día.
El síndico del BID, Juan Arnaldo Venturini, dialogó con La Opinión, y explicó que “pasaron 17 años y el deudor no ha pagado un solo centavo”. En ese sentido, defendió la decisión judicial de remate: “Nosotros tenemos una obligación jurídica que es recuperar la cartera de un banco en liquidación, el debate de por qué el banco se cayó está en la Justicia, tenemos un activo que recuperar y pagarle a nuestros proveedores”.
El BID dejó un verdadero tendal en todo el país, con miles de acreedores que nunca recuperaron sus depósitos o si lo hicieron fue a valores nominales, de los años 90, y con dólares pesificados. Lo reconoció el propio Venturini: “El pago de dividendos, dirán, es miserable y una porquería, pero estamos pagando”.
Sin embargo, en medio de ese reportaje, que tuvo lugar antes de la decisión judicial del viernes, sostuvo que estaban dispuestos a escuchar una propuesta por parte de la empresa, en la medida en que fuera consistente y no fuera “una nueva dilación”.
Tanto Venturini como Balado, el abogado de la sindicatura, saben que siempre es mejor cobrar una deuda o hacer un plan de pagos que esperar un juicio, recibir un terreno, rematar, pagar comisiones, etc.
A Venado y ante el Juez
Roberto Seregni y su abogado Fernando De Giovanni viajaron junto al socio francés a Venado Tuerto, sede de la sindicatura del BID, una ciudad santafesina que creció y cayó al compás de ese banco. Allí se reunieron con Venturini y empezó a crecer la expectativa.
El Centro de Comercio les dio una nota en la que manifestaban su apoyo y predisposición para que la empresa siguiera en pie. Sobre el día de la resolución, el Intendente Pablo Guacone y el Presidente del Concejo Deliberante manifestaron lo mismo al Juez de la causa, aunque en la nota escribieron el nombre del magistrado extitular de ese Juzgado, Guillermo Fructuoso Zuelgaray.
Durante la semana, a Imprec fueron todos. El Subsecretario de Legal y Técnica Daniel Porta junto al Director de Producción Pablo Ojea por el Municipio; Daniel Monfasani, del HCD; los referentes barriales Tony Correa y Jorge Belo; el presidente de la Coopser Pablo Peralta (ver recuadro); Daniel Sánchez de la comisión de Industria del Centro de Comercio; y el coordinador del Centro de Referencia del Ministerio de Desarrollo Social Isaac Cordobez, que fue recibido con críticas por Azzoni.
La Coopser quería
La cooperativa eléctrica de nuestra ciudad también analizó invertir en Imprec. Su intención era obtener el predio para tareas propias de esa empresa y darles continuidad laboral a los empleados. Sin embargo, las dimensiones del terreno impidieron que avanzara la idea, ya que resultaba pequeño para el proyecto de Coopser.
La familia de Imprec
Sin lugar a dudas fueron tres días en los que los trabajadores de la fábrica vieron pasar gran parte de su vida delante de sus ojos. Los que empezaron desde la fundación de la fábrica, hasta el más joven, todos dicen formar parte de una familia. En medio de la alegría por haber frenado el remate, algunos de ellos contaron parte de su historia a La Opinión.
En 1979, Oscar Natalicchio se presentó en Concordia, Entre Ríos, para intentar recuperar una empresa fundida. No lo consiguió, pero no desistió. Decidió abrir una en su tierra natal, San Pedro. Su padre, conocido como “Pancho” Natalicchio, que se dedicaba a la fabricación de mosaicos, decidió entregar el lugar físico a su hijo para que iniciara el emprendimiento de elaborar premoldeados de cemento y de esa manera nació Imprec.
“Oscar me pasó a buscar por Concordia – Entre Ríos -, me vine con una bolsa con mi ropa y nada más”, comentó Oscar Barreto, quien trabaja desde hace 33 años en la fábrica y es el empleado con mayor cantidad de años en actividad dentro del plantel que integra “la familia de Imprec” como ellos mismos se definen. “Prácticamente la iniciamos nosotros a la empresa”, expresó.
Barreto indicó que arribó a San Pedro “por un mes”, en 1980, “para explicarle a los demás trabajadores cómo se hacía esta actividad y me iba a volver a Concordia con mi familia, yo trabajaba en una empresa similar a Prear. Me propusieron quedarme tres meses, me pusieron efectivo, y me terminé quedando, siempre con la idea de volver por eso no compraba nada acá, la empresa me daba casa y me pagaba los impuestos además del sueldo. Cuando me puse hice de novio y me compré el terreno, me di cuenta que no me iba más de San Pedro”.
Una historia similar vivió el hermano de Oscar, Horacio también entrerriano, quién arribó un año después: “Vine solo, tenía a mi mujer allá. Me dieron la casa y trabajé un tiempo para poder traer a mi familia”, explica el hombre quien tiene su casa construida dentro del predio de la planta. “Acá se criaron mis hijos, mis nietos, imaginate lo que significa para mí, es mi casa, la empresa entera es mi casa”. Horacio es quien se encarga de la venta y el mantenimiento cuando ningún directivo está en el lugar.
Rodolfo Vergez lleva veintisiete años trabajando en el lugar. “A mí me avisó Duzac, un exempleado, que había una vacante. Vine por un mes, pero no con la idea de pasar tantos años acá adentro. Me terminé quedando 27” expresó a La Opinión mientras era rodeado por los más jóvenes que escuchaban atentamente las historias de sus compañeros.
Por fin los “más chicos” se animaron a tomar la palabra. Ángel Hirsich lleva diez años trabajando en Imprec. “Entré en un trabajo grande que agarró la empresa, era por tres meses, me quedé seis y se terminó el contrato. No pensaba que me iban a volver a llamar, un día llamaron y ahora hace 10 años que estoy acá”, narró a La Opinión. Pero no es el más joven. Federico Basaldua ingresó en el año 2010, también por tres meses, y continúa hasta hoy. El resto de “la familia” la integran Agusto Villanueva, Guillermo Butti, Hugo López – delegado de los trabajadores-, Domingo Ferreira, Diego Torrillo y “Morena”, una perra que fue abandonada y adoptaron como propia.
Este semanario necesitaría varias páginas para redactar todas y cada una de las anécdotas que narraron los trabajadores parados en medio de la arena, la cal y la maquinaria con la que conviven día a día.
Quizá el momento más significativo fue la crisis del 2001, cuando arribaban a su lugar de trabajo a “pintar, lijar y volver a pintar de otro color, por 20 o 30 pesos trabajábamos, porque no había ventas”, la empresa logró resistir y hoy es una de las pocas que se dedica a la fabricación de premoldeados.
Ellos dicen ser una familia, y hoy se muestran más unidos que nunca tras resistir el desalojo y remate. Su mayor deseo es que el nuevo propietario de la empresa los entienda como tal y puedan continuar viviendo el día a día como lo hacen desde hace treinta años.