Solo y acorralado, Guacone renunció y queda Fabio
A tres días de que venciera la segunda licencia por enfermedad, y tras 60 de ausencia al frente del Poder Ejecutivo, Pablo Guacone presentó su renuncia por los mismos motivos: su salud. Sin una sola rosca que intentara devolverlo a su cargo, el intendente de la mayor crisis política, institucional y financiera de la historia de la ciudad dejó su cargo en manos de Fabio Giovanettoni. El jueves hay sesión extraordinaria para que lo apruebe el Concejo Deliberante.
Acorralado por la Comisión Investigadora, con la Municipalidad tomada, envuelto en la peor crisis política, institucional, económica y financiera que se recuerde, y con un vacío de poder impensable en un gobernante que le ganó las elecciones a los dos aparatos más poderosos de los últimos 15 años, Pablo Guacone tomaba licencia en diciembre y La Opinión lo adelantaba: no volvería. Así fue. Ayer, a las 13.49 del mediodía, el intendente electo en 2011 presentó su renuncia.
Su decisión es “indeclinable” y la votará el Concejo Deliberante este viernes en sesión extraordinaria convocada para tal fin. La dimisión fue presentada ante ese cuerpo para que la trate, tal como contempla la Ley Orgánica.
El mismo intendente que supo decir que lo sacarían del sillón de Pellegrini 150 “con una bala en la cabeza” se fue en pleno ostracismo, luego de una tarde como tantas en el club Los Andes, en la pileta junto a su familia, entre saludos efusivos y llamados telefónicos, entre ellos los que le recordaban que ya no había tiempo y que tenía que irse.
Los mismos llamados que le recordaron que no había una sola persona en toda la estructura municipal que haya amagado con iniciar una rosca para montar el operativo retorno con el que Guacone soñó hasta ayer antes de presentar su dimisión.
Los motivos de la nota
Su indeclinable renuncia es al cargo “de Intendente Municipal que la comunidad de San Pedro me ha honrado desempeñar”, según dice el texto, y “habida cuenta de padecer serios problemas de salud que me aquejan y que me impiden desarrollar normalmente la importante labor que debo llevar a cabo como mandatario comunal”.
Guacone se refiere a la máxima responsabilidad municipal como un cargo al que ha “honrado durante todos estos años”, aunque buena parte de la misma comunidad que lo votó piense lo contrario luego del peor año de toda la historia para las cuentas municipales, que degradaron no sólo las finanzas sino todo lo que políticamente está relacionado con el ejercicio del poder público.
“Los fines superiores de nuestra comunidad hacen que deba disponer o brindar una exigencia física e intelectual que las conocidas cuestiones de salud personales me impiden hacerlo como mis conciudadanos merecen”, mal escribió mal dictaron a Guacone, tan adepto a confundir las personas en los tiempos verbales y a trastabillar cuando otro le escribía los discursos.
“Sabiendo también que mis cuestiones personales no pueden impedir el normal desenvolvimiento de mi ciudad, he tomado esta decisión con la certeza de estar priorizando los intereses y el futuro de San Pedro”, cierra la nota.
Los motivos políticos
A Guacone se le vino la noche cuando la oposición reunió una multiplicidad de hechos en su contra para alimentar una segunda comisión investigadora, en la que ya no tuvo el respaldo político para que, como el año anterior, un mamarracho judicial lo sostuviera en el poder.
En Provincia y Nación analizaron la situación y diseñaron una ingeniería política para que la salida implicara una derrota sólo de Guacone, sin que ello provocara coletazos para Scioli o Cristina que, mal que les pese, lo tenían como mal recitador del discurso nacional y popular.
Calificaron a San Pedro como el peor municipio del territorio bonaerense y lo abandonaron a su suerte, a pesar de que en términos de coparticipación y de adelantos del tesoro siempre cumplieron. Cuando la soga apretó, la respuesta fue “más no podemos hacer”. Cuando tomó licencia, las puertas se abrieron para su sucesor, Fabio Giovanettoni.
Sus aliados locales también lo abandonaron. Desde los que estuvieron en todo momento a los que fueron circunstanciales por una cuestión de pertenencia kirchnerista, pasando por los que lo defendieron a muerte mientras duró el acuerdo que los puso a todos bajo el mismo paraguas en aquella famosa “unión familiar” con los Monfasani, que duró lo que demoraron los nuevos socios en darse cuenta desde adentro que el intendente era incorregible.
Su falta de poder fue evidente: tantos funcionarios provocaron la apertura de compartimentos estancos en los que cada uno trabajaba para sí. Sobraron los ejemplos y basta con revisar los archivos de este semanario.
Una historia cuesta abajo
Pablo Guacone llegó al universo político en 2007, de la mano de Mario Barbieri, cuando como dirigente del club Los Andes y con trayectoria en organizaciones de la sociedad civil como la ecologista Codefar fue convocado para integrar la lista de “Cristina, Cobos y vos”, en aquella llamada “Concertación plural” que ideó Néstor Kirchner y que se rompió con el llamado “conflicto con el campo” por las retenciones móviles a la exportación de granos.
Durante esos años y los subsiguientes, cebó mates en el Concejo Deliberante a sus compañeros de bloque y comisiones, habló poco y escribió menos, manteniendo siempre un perfil relativamente bajo en una composición del cuerpo con animales políticos de relevancia como Norma Atrip y Abel González en su propio bloque o Rodolfo Trelles y Jorge López, por nombrar sólo algunos.
En 2009, Mario Barbieri fue la prenda de cambio para mantener unida una endeble Coalición Cívica luego de que, cuando no, Elisa Carrió denunciara públicamente a uno de sus socios políticos eventuales y el pergaminense Héctor “Cachi” Gutiérrez tuviese que resignar su lugar en la lista de diputados. Con el intendente al Congreso y su sucesor natural Hugo Salviolo fallecido, Pablo Guacone quedaba como intendente.
A los seis meses y después de mostrarse con Cobos en Expoagro, la influencia de personajes políticos como Margarita Frisch, Juan Kasta y Gustavo Diaz provocaron el giro guaconista hacia el kirchnerismo puro, con la expulsión de Vellón, Almada, Zeme y Perret, la cúpula de la gestión barbierista.
Desde allí en adelante, pasó de todo. Pero aún así, Guacone ganó las elecciones generales de 2011, luego de quedar debajo de Monfasani en las Primarias. Su victoria fue contra el peronista que tenía el respaldo del oficialismo y un aparato propio bien aceitado y contra Sergio Rosa, que contaba con todo el apoyo del barbierismo, que soñaba con recuperar el municipio después de lo que llamaban “dos años caóticos”.
Los tres años y tres meses restantes del Gobierno de Pablo Guacone fueron, como resumió este semanario en su anuario del año pasado, los peores de la historia. La mayor crisis posible. Desde las facturas truchas del pastor Coronel en adelante todo funcionó mal en el Ejecutivo y las guerrillas internas hicieron que todas las ollas –muchas de las cuales, hay que decirlo, olían mal de antes– se destaparan y alimentaran múltiples tapas de La Opinión.