Siguen los terraplenes en las islas, a pesar de las denuncias y las advertencias
Van más de dos décadas de intensa tarea de máquinas que construyen terraplenes y endicamientos en la zona del Delta local. En todo ese tiempo, algunos funcionarios denunciaron, otros favorecieron y otros hicieron la vista gorda. Las tareas seguían hasta esta semana sin que se mida el daño e impacto sobre los canales naturales del riacho y hay reiteradas quejas por el uso indiscriminado de pesticidas. En el Día Internacional de los Humedales, cuando cada vez más voces se alzan para advertir la necesidad de protección, los negocios no se detienen en la producción de un daño ambiental irreversible y tal vez con peores consecuencias del recordado “Canal Don Pablo” que terminó con la laguna.
Este jueves es el Día Internacional de los Humedales. La fecha pone en el tapete la necesidad de conservación de esos espacios donde el agua se encuentra con la tierra y que desde hace décadas están amenazados por actividades humanas beneficiosas para unos pocos y cada vez más dañosas para el ambiente, las personas que viven cerca y las comunidades en general.
San Pedro, como parte del Delta del Paraná, tiene vastos sectores de humedales que sufren la acción inescrupulosa de empresas que transforman el entorno natural de la zona de islas para actividades productivas, sobre todo ganadería y últimamente, cada vez más, para el cultivo de oleaginosas, con la soja como protagonista fundamental.
La semana pasada el exdirector de Turismo Fabián Bianchi –uno de los que abogó durante la era Guacone para que el Municipio tomara cartas en el asunto– denunció que el terraplenado de islas frente a la costa sampedrina, que tiene a la isla de Barbé como uno de los casos más graves, cuya superficie intervenida crece de manera descontrolada desde hace casi dos décadas, continúa.
Bianchi dijo que se trata de “la peor burrada ecológica desde el canal Don Pablo” y sumó su voz a la de ambientalistas como Enrique Sierra, que desde hace muchos años trabaja activamente en coordinación con la Fundación Humedales para denunciar lo que sucede frente en la costa sampedrina en procura de la generación de conciencia ambiental por parte de los vecinos que más temprano que tarde sufrirán las consecuencias. “Conocer es conservar”, repiten.
Leyes, denuncias, omisiones y excusas
En la zona de islas hay dos grandes casos testigo que fueron denunciados en infinidad de veces y hasta forman parte de un documental que el especialista Marcelo Viñas filmó para dar cuentas de la problemática. Se trata de los terraplenes ilegales de Forestadora del Delta en la isla de Barbé y del productor agroganadero Antonio Passaglia frente a Papel Prensa, en jurisdicción de Baradero.
Ambas tienen coincidencias: sus terraplenes fueron construidos de manera ilegal pero sostenida, sin intervención de autoridades, sin presentación de estudios de impacto ambiental, a contramano de toda la legislación vigente, con la anuencia del poder político a veces y con la omisión deliberada en otras, con sospechas de corrupción, legislación hecha a medida, discusiones internas en gabinetes gubernamentales con posiciones a favor y en contra, con la firme decisión de hacer todo lo necesario para transformar esas tierras en productivas, al costo ambiental que sea.
En la isla de Barbé, que formaba parte del paquete accionario de Celulosa Jujuy y que hoy es propiedad de la firma Forestadora del Delta S. A., cuya sede social está ubicada en Aranguren N° 4170, Capital Federal, y cuyos directores son Alejandro Gooding y Margarita Elisa Murray, los trabajos nunca se detuvieron.
Desde su emprendimiento turístico, ubicado camino a Vuelta de Obligado por la zona costera, Fabián Bianchi observó la semana pasada tres máquinas que trabajaban en el terraplén que él mismo había detectado en 2011, cuando la Dirección de Asesoría Letrada intimó a los propietarios para que detuvieran las tareas, sin suerte.
“Terraplenaron hasta tal punto que el lunes la máquina estaba cerrando un anillo de no menos de 300, 400 hectáreas”, dijo la semana pasada. Lo que primero eran 200 hectáreas hoy superan las 600. Lo que alguna vez fue “el bosque de Celulosa Jujuy” fue desmontado para plantar soja, la misma que es fumigada con agroquímicos desde un avión que alguna vez perdió la carga y dañó la producción de los viveristas ubicados en la línea que va desde la isla de Barbé hasta la ruta 9, por el continente.
“El primer anillo que hicieron, ampliaron en pastura. Ahora hicieron otro y tienen que secar la isla. La máquina se veía desde el borde de la barranca, sobre el barro, pone troncos, va caminando sobre esos troncos y terraplena, eso es todo barro, el agua se escurre y se seca para sembrar”, explicó Bianchi.
Esa semana, un grupo de instructores de pesca interesados en las posibilidades de desarrollo de turismo sustentable en la zona de islas invitó al intendente Cecilio Salazar y otros funcionarios de su gabinete a una recorrida en lancha. Cuando pasaron por Barbé, le mostraron una realidad que es mucho más visible desde el río: un terraplén que supera los tres metros y que forma una pared que desde el agua impide ver lo que hay adentro.
“Dijeron que habrá denuncias en Nación y Provincia”, informó desde la lancha Gonzalo Castagnola, instructor de pesca que trató en profundidad el tema en su programa de radio “Tiempo Libre”.
En ese lugar, en febrero de 2012, murió un trabajador de 35 años que manejaba un tractor sin frenos que era tirado por una máquina y cayó del terraplén. A fin de ese año, como las tareas de terraplenado seguían, hubo una nueva intimación, que fue respondida por los dueños.
El encargado Mario Pascual llevó a la Municipalidad un escrito firmado por Gooding que sostenía que lo que hacían las máquinas en esa isla eran “mejoras que naturalmente deben realizarse en dicho predio para evitar su degradación”.
Aseguraban que “no existe posibilidad alguna de que afecte al medio ambiente” y que “benefician a la comunidad”.
El estudio de impacto ambiental que decían tener nunca apareció. Ni en el Municipio ni en Provincia ni en Nación. Funcionarios de los tres estamentos del Estado vinieron a la ciudad por el tema.
En 2010, un conocedor de la zona dijo que “dentro de 10 o 12 años no tendremos más islas, esto es un desastre”, y se quejó porque los terraplenes “hacen que el agua no se quede en las islas, pero perjudica a la costa, se viene todo para acá”.
La semana pasada, como se dijo, en esa isla había máquinas trabajando. Lo mismo sucede en otras, donde menos aún es posible ver lo que los dueños o apropiadores del territorio insular bonaerense o entrerriano desarrollan.
Por qué los humedales
En el país hubo debate y visibilidad de la problemática a fin de año, cuando antes de que termine el período legislativo el Senado trató un proyecto de Fernando “Pino” Solanas, que logró media sanción luego de “entibiar” algunos aspectos, tras meses de encendido reclamo de grandes productores que veían amenazados sus negocios.
“Esta ley podría llamarse ‘ley de prevención a las inundaciones’, o ‘ley de reposición de agua en momentos de sequía’”, dijo Solanas en medio de la discusión para graficar la importancia que “esta suerte de esponja”, como llamó a los humedales, tiene para la comunidad, en tiempos de calentamiento global y cambio climático, con temporales que toman por sorpresa a autoridades y vecinos y que producen pérdidas importantes.
Los humedales son áreas donde el agua se acumula cuando se producen inundaciones en determinados períodos. Son espacios de los más productivos y permiten la obtención de comida, agua, materiales para construcción y producción.
En Argentina el área con humedales alcanza los 600.000 kilómetros cuadrados, lo que representa un 21,5 % del territorio nacional. En San Pedro, el 20 por ciento del territorio está compuesto por islas, río, bajos inundables.
El partido “posee un frente sobre el río Paraná de 40 kms. y nuestras islas son alrededor de 11.500 hectáreas”, contabilizó Enrique Sierra. Hábitat de flora y fauna silvestre, provisión de recursos para actividades productivas, amortiguación de inundaciones y sequías, adaptación y mitigación del cambio climático, provisión de agua potable y funciones ecosistémicas son algunos de los puntos que el especialista enumeró para indicar la importancia que poseen los humedales para la vida cotidiana.
Una causa común
Uno de los máximos reclamos de sampedrinos y turistas en relación a las bellezas naturales de la ciudad es la falta de acceso al río de manera gratuita. Un proyecto presentado en 2014 planteaba la posibilidad de tener playa en una isla ubicada frente al Balneario.
Esas islas son de origen aluvional y se crearonproducto de la sedimentación acumulada tras la apertura del canal Don Pablo, en 1969. Un relevamiento de la exconcejala Noemí Bordoy permitió elevar a Provincia la existencia de 141 hectáreas de islas que pertenecen al territorio bonaerense y que el municipio pidió escriturar como patrimonio local.
En algunas de esas islas hay ocupaciones irregulares. Algunos son proyectos turísticos desarrollados por soñadores que lo único que sustentaron fue su crecimiento patrimonial y su influencia en el sector inmobiliario que es hoy de los más importantes del país.
Una de ellas es la que el club Náutico considera propia por arbitrio y en la que abrió un canal que la Dirección de Hidráulica obligó a cerrar, tema por el que hay una causa penal en trámite.
En Vuelta de Obligado alguna vez empresarios que desarrollaron barrios privados con dudosa legalidad en el Bajo Delta y que luego fueron involucrados en una causa penal por corrupción para la construcción de otro soñaron un country náutico.
En los últimos meses creció la versión de un proyecto turístico en una isla ubicada frente al sitio histórico, que necesitaría de obras de infraestructura prohibidas por la legislación vigente para hacerse realidad.
Muchas veces lo que parecen emprendimientos tendientes al desarrollo turístico, generadores de empleo y potenciales vidrieras para una ciudad pujante no son más que oportunidades de negocio para unos pocos, a costa del patrimonio ambiental de todos.