Réquiem para una República Distraída
Comentarios a partir de la intervención de la UCR, y de todos los embates al sistema de partidos.
[i]Esta página, tiene la pluma de un jóven de 25 años que, con verdadera pasión, defiende sus ideas y el respeto por las instituciones.
La reciente intervención al Comité de la Unión Cívica Radical y el lanzamiento de la Concertación K, inspiraron estos comentarios que invitan a una profunda reflexión y al debate.[/i]
Cuando una persona que gusta del fútbol ve un partido de su equipo, se fanatiza. Porque el deseo de victoria es más grande que cualquier expectativa sobre el espectáculo. Esto es, si le dan a elegir entre que su equipo juegue un partido aburridísimo pero gane, o un show impresionante con una verdadera exhibición de buen fútbol pero que termine en una derrota contundente, la gran mayoría de la gente elegirá seguramente la victoria de su equipo.
Ahora bien, cuando en el medio del zapping caemos en un partido de dos equipos que nos son ajenos, el espectador cambia sus preferencias y sus expectativas. Se convierte en hincha de la jugada. Anhela ver una buena exhibición, quiere ver goles en las dos áreas.
Debo reconocer, que lo mío nunca fue el fútbol. De adolescente, mientras mis compañeros de clase discutían sobre las formaciones de los equipos, yo discutía (con otros locos como yo) la formación de las listas de concejales (por ejemplo). Y como mis compañeros, también tenía un equipo por el que hinchaba ciegamente. Yo era hincha de la UCR. Detestaba al peronismo (que en ese entonces era lo mismo que menemismo) porque creía que era la fuente de todos los males. Yo nunca quise conocer a Maradona, siempre fui fana de Alfonsín.
Los motivos de estos desvaríos de un chico que en ese entonces cursaba primer año de la escuela secundaria (esto es 13/14 años) los desconozco. Obviamente me costaba explicar mis preferencias políticas, a excepción de algo que me pasaba en las tripas con ciertas injusticias (que yo, ingenuo, adjudicaba todas al menemismo).
El tiempo, me hizo agregarle argumentos a ese fanatismo. Algunos que aún hoy sostengo, y otros que me resultaron pura propaganda. Pero siempre seguí la política como quién sigue un partido de fútbol de su equipo. Yo quería que De la Rúa fuera presidente, porque era uno de los “nuestros”. Por ser uno de los nuestros, también falté a la escuela para poder quedarme toda la noche pegando los carteles que decían “Alianza De La Rua/Meijide/Barbieri” (nadie pensaba en vecinalísimos cuando la alianza rendía).
Pero lo que quiero remarcar, es que yo leía la política, desde la perspectiva de un hincha de la UCR.
El tiempo, el destino, la gracia divina o el ojo avispado de alguien que supo hacerme una (¡Insólita!) propuesta, me hizo, recientemente comenzar a ver el partido de fútbol sin la pasión del hincha, sino la de quien ama el juego.
Empezar a esperar el “juego bonito” de los dirigentes políticos, sin importar de quién sea. Poder charlar con un Concejal Justicialista y entender que hace mejor su tarea que varios radicales, y poder leer la política sin la mochila de tener que ver quien mete más goles, o mas votos.
En ese contexto, entendí que quizás mi rol debería ser el de “comentarista”, más que el de hincha, jugador o Director Técnico (me niego a ser “solo” un relator de lo que pasa).
¡Ah! Pero la conversión no es, ni automática, ni liviana para el espíritu.
No termino de hacer el duelo, del paso de la militancia al periodismo. Todavía sigo necesitando ir a la trinchera, a arengar a la gente aunque sea de a uno a la vez. Todavía sigo necesitando levantar el teléfono y llamar a los amigos para decirles “tenemos que hacer algo”. Aún no logro, como alguien me dijo, dejar el fusil definitivamente para tomar el teclado, y el micrófono. Son roles diferentes, y en los dos puestos de combate, se necesitan buenos soldados.
Este artículo, es el resultado de ver los errores de quienes fueron ayer mis correligionarios, y son hoy mis entrevistados. Es el resultado de no poder interrumpir una conferencia de prensa para “retar” a un político y decirle ¿¿¿Dónde está la sangre de tus venas??? ¿Cómo es que esto no te indigna? Es mi indignación, hecha texto.
Lo que me indigna.
Estoy indignado por que los actores de esta novela de destrucción republicana, (me refiero a la crisis en el Radicalismo y en el Justicialismo) no comprenden cabalmente cuál es su rol en esta historia. Por que se desmerecen así mismos, y desmerecen la investidura que la ciudadanía les dio al elegirlos, actuando como si la política argentina hubiera empezado con Néstor Kirchner y fuera a terminar con el.
Pensar que solo K es el responsable de la destrucción del sistema de partidos en la argentina, sería tan absurdo como ingenuo. Y desconocer que son varios, y de varios partidos los que están ayudando día a día a acabar con el, también sería un disparate.
El sistema representativo significa básicamente que como los ciudadanos no pueden participar directamente de las decisiones del Estado, eligen representantes para que tomen por ellos las decisiones políticas que hacen a la vida cotidiana. El sistema de partidos establece que esos representantes llegan a través de instituciones avaladas por la justicia, en las que “supuestamente” se cumplen ciertas pautas que ayuden a ese sistema a funcionar mejor. Esas instituciones son los partidos políticos.
Entre esas pautas se cuentan, por ejemplo, que los partidos tengan una plataforma de gobierno antes de presentarse, que obligatoriamente deben formular ante la justicia electoral y donde explican que es lo que piensan hacer cuando lleguen al gobierno. Dentro de un partido político, se repiten también muchos de los mecanismos que establece la constitución para la selección de representantes. El sistema representativo es un sistema repleto de fallas, un sistema muchas veces injusto. Pero es el sistema que, después de 3000 años de prueba y error, la sociedad Occidental encontró y eligió por ser el más eficiente, sobre todo, para evitar los extremos.
Como es un sistema basado en los equilibrios, garantiza que ninguna parte de la sociedad pueda aniquilar a otra. La mayoría gobierna, pero a la minoría se la respeta. Esto significa entonces que todos podemos pensar como queremos, por que el sistema no nos lo prohíbe. Y que los cambios no son revolucionarios, sino que se dan de a poco, en la medida en que ciertas cuestiones, ganan en consenso.
Cuestiones que son espantosas para el ciudadano del siglo XX como la esclavitud, eran posibles en sistemas donde las mayorías no tenían ningún tipo de control. De esta forma, con cientos de mecanismos que así lo garantizan, los seres humanos tenemos mas libertad política hoy, que en toda la historia de la humanidad.
Ya nadie te mata por ser homosexual, ni te persigue por tener una religión minoritaria. No significa que estas cosas no sucedan, pero no están institucionalizadas, ni lo van a estar mientras se preserve el sistema.
En este sistema puedo discutir si estoy de acuerdo o no con el aborto, y puedo discutir si es legítimo o no que me meta una sustancia en mi cuerpo que modifique mi percepción sensorial. Nadie va a impedirme luchar por estas reivindicaciones, por polémicas y antipáticas que resulten.
Ahora bien… cuando el sistema se degrada, cuando la representación comienza a deteriorarse, cuando los partidos políticos se mezclan, y se baten y se fusionan y separan todos los días como si fuera una cosa absolutamente normal. Cuando un mismo partido presenta dos listas en una elección a Senadores, que prevé dos lugares para la mayoría, y una banca para la primera minoría y ese partido burla así los equilibrios del sistema y se queda con todo, cuando no cumplimos con la letra de la Constitución y retaceamos autonomía a las provincias y a su vez las provincias hacen lo propio con los municipios, para poder extorsionar a los representantes con la caja, PERDEMOS CALIDAD REPUBLICANA.
Y cuando eso pasa, comienza a ser posible apretar periodistas, burlarse de la constitución pretendiendo alternar el poder entre los miembros de un matrimonio para que las limitaciones a la reelección indefinida no se apliquen hacia ellos; menoscabar a los poderes legislativos (siempre vapuleados por sus pésimos, pésimos representantes) comprando legisladores (caso Boroccotó), violar abiertamente y sin tapujos el Poder Judicial reformando el Consejo de la Magistratura para poder manejarlo (ya no corrompen jueces por lo bajo, sino que directamente se llevan puesto al sistema) e intentar aniquilar a la oposición, cooptando los cuadros importantes (el caso de Graciela Ocaña del ARI, y de los gobernadores e intendentes en el Radicalismo).
Y así, perdemos el equilibrio. Y la única discusión posible y necesaria, pasa a ser la defensa del sistema republicano. Por que es él, nadie mas, el único garante de que haya posibilidades de mejorarlo.
Me repito, “lo único que vale preservar, es el sistema republicano, democrático y liberal”.
Republicano para que me garantice la independencia de los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), y a su vez dos cosas fundamentales: El control de la gestión, y la independencia de la Justicia para aplicar la ley por fuera de la coyuntura política.
Democrático para poder, con infinitos errores, elegir representantes. Tener a quién reprocharle, aunque sea. Limitar el tiempo de los mandatos. Es mentira que desde hace 30 años están los mismos. Están algunos. A otros la sociedad los ha crucificado para siempre, por ese poder supremo, y a veces injusto, que es la opinión pública. El sistema democrático tiene numerosos agujeros por donde se le cuelan los chantas, pero también tiene previstos los mecanismos para mejorarlo. Tenemos una democracia que todavía está en pañales, en comparación con países que tienen ese sistema ininterrumpidamente desde hace 200, 300 o 500 años. Y la recuperamos con sangre.
Y liberal, para poder garantizar la libertad de expresión, de prensa, de culto. Libertades sexuales que nunca en la historia se tuvieron. Y que solamente este sistema pudo sostener.
El respeto a las minorías. La tolerancia. ¿Falta tolerancia? Muchísima, pero los homosexuales pueden hoy DISCUTIR la cuestión legal de su casamiento. Pueden ir a un medio de comunicación y reclamar para que se los deje certificar legalmente su relación. Eso tiene un valor inconmensurable dentro de la historia de una humanidad que a matado por diferencias mucho mas pequeñas que la orientación sexual.
Y digo esto, porque es relevante. Como son los valores del sistema los que están en juego, es importante ver los beneficios que esos valores aparejan.
¿Qué pretendo yo de un dirigente político? Que sea garante de las minorías y del sistema. La mayor responsabilidad, por encima de pavimentar un calle, es la de denunciar los atropellos políticos en contra de la república. Aunque el no pueda cambiar nada.
Espero que defiendan el SISTEMA REPUBLICANO. Que no se venda. Espero que denuncie los ataques a la democracia. Espero que pierda un plan de viviendas, pero no los principios.
En cambio, siguen con las internas. Siguen viendo quien maneja más módulos en la Cámara de Diputados. Quién es el dueño de la lapicera a la hora de hacer las listas. La oposición, sigue atacando a la oposición.
Y, mientras tanto, ellos siguen gobernando.