Los testimonios complican al policía que golpeó brutalmente a su mujer
Marcos Prado continúa en libertad, aunque fue pasado a disponibilidad en la Policía. Su esposa, víctima de su maltrato, volvería a trabajar en las oficinas de la Comisaría local. Un relato en cámara Gesell lo complica aún más y suma al otro policía sumariado, Martín Silva, a la escena del hecho.
El resonante caso de violencia de género que tuvo como protagonistas a una pareja de efectivos policiales continúa con las dos causas iniciadas, una en la Justicia y la otra en Asuntos Internos, contra el oficial Marcos Prado, quien una madrugada, al volver de un boliche, golpeó brutalmente a su mujer, que dormía en su casa con sus pequeñas hijas.
La mujer de 28 años víctima del abuso machista de Prado pronto regresará a la Comisaría local para reincorporarse a la Fuerza, aunque por lo pronto en tareas de oficina. “Está haciendo los trámites para volver, se reintegrará completamente, la idea es que vuelva a trabajar”, explicó el Jefe Distrial Dante Paolini, quien aseguró que “todavía está con licencia”.
Mientras tanto, su esposo y agresor permanece desafectado de la Policía, ya que Asuntos Internos dictaminó su pase a disponibilidad, así como el de Martín Andrés Silva, otro efectivo al que se investiga por su presunta participación en la escena del hecho.
Ambos quedaron más complicados en la causa luego de una declaración a través de cámara Gesell que hizo la mayor de las pequeñas hijas del matrimonio de policías, cuyo relato habría sido tan preciso en detalles que todavía hay quienes se extrañan respecto de que ambos hombres estén en libertad.
La niña habría descripto con precisión lo que sucedió aquella madrugada. Desde recordar cómo Marcos Prado y Martín Silva llegaron a la casa, hasta el final, con todas las atrocidades en el medio, el relato de la menor de edad habría sido escalofriante.
Según fuentes que tuvieron acceso a la declaración de la hija de la víctima, ésta habría señalado que su padre y su “tío Martín”, como le llamaba a Silva, golpearon a su madre hasta dejarla tendida en la cama, ensangrentada.
Durante la testimonial de la mujer golpeada, ella fue dubitativa respecto de la versión que hablaba de que podría haber sido víctima de abuso sexual por parte de sus agresores. Como tantas otras mujeres que sufren violencia de género, la presión simbólica y psicológica ejercida cobra tal peso que impide hablar.
A su pequeña hija no le habría sucedido lo mismo. Las mismas fuentes que estuvieron cerca de su declaración indicaron que habría contado cómo Prado le sacó la ropa a su madre y se acostó sobre ella; de la misma manera, en ese testimonio tomado bajo el método de la cámara Gesell, habría señalado al “tío Martín” como parte de la misma situación de “acostarse” sobre su madre desnuda.
Tan preciso habría sido el relato, que la niña habría dado a entender que “la mataron”, es decir que podría haber visto alguna situación en la que los agresores apuntaran con un arma a la mujer golpeada.
A la familia de la víctima le cuesta hablar sobre el caso. Prefieren que la Justicia haga lo que tenga que hacer mientras ellos procuran encontrar el camino que les permita llevar adelante una vida relativamente normal.
En Santa Lucía, la madre de la víctima cuida a sus nietas mientras ella trabaja en la Comisaría, donde también lo hace una de sus hermanas. En la calle, el temor embarga a estas mujeres que no dejan de mirar hacia los costados todo el tiempo, por las dudas que aparezca Prado.
A ellos la idea de que la joven policía vuelva a sus labores no les agrada, menos aún la posibilidad de que le repongan el arma, ya que la notan por momentos un tanto desequilibrada emocionalmente, producto de todo lo que sucedió.
“Ellos hacen una vida normal y nosotros estamos con psicólogos, con cuidado, con miedo de que aparezca él o alguno de su familia”, relató a La Opinión un familiar cercano a la víctima.
No exagera. En una oportunidad, la tía de Prado apareció en Santa Lucía con intenciones de ver a las niñas. Cuando le abrieron la puerta, se metió sin más y exigió verlas. Le tocó a la abuela de las nenas controlar la situación, de la que nadie en la casa se olvida.